Por Guillermo Domínguez Aleffa
Por Guillermo Domínguez Aleffa
El pasado domingo 17 de abril se llevó a cabo en el Convento de Santo Domingo (en rigor, Iglesia Nuestra Señora del Rosario) de nuestra ciudad el concierto “Renacimiento” a cargo del Estudio Coral Meridies y músicos invitados, que contó con la organización del Instituto Cultural Argentino Germano y fue declarado de interés por el Concejo Municipal.
Para la tradición judeo-cristiana la celebración de la Pascua entraña el surgimiento de una vida nueva, un paso hacia el futuro de salvación que aguarda y que siembra la esperanza de la redención. Es, en cierto punto, expectativa sobre el mañana con memoria del pasado. Algo que parece haberse deslizado en el propio título del concierto y, más aún, en la elección del lugar donde realizó.
El repertorio del compositor alemán Josef G. Rheinberger fue acertadamente, casi pícaramente, elegido para la ocasión. La primera obra, la Misa en Do op.169, según la breve explicación dada por la directora Virginia Bono fue, en efecto, estrenada un domingo de Pascua. La segunda, el Stabat Mater op.138, propia del Viernes Santo, pudo hacer recordado a las almas más piadosas que ninguna vida nueva se alumbra sin dolor.
Los instrumentistas invitados ejecutaron las obras de manera pareja y sin estridencias complementándose bien con las seguras voces del coro y logrando delicados matices. Sin duda estuvo allí la mano de la directora.
No obstante, lo más interesante del concierto tal vez haya sido el clima que el conjunto contribuyó a crear y que la audiencia pudo casi palpar. En la luz interior de la declinante tarde exterior la nave de Santo Domingo, colmada y con personas de pie, vibró más allá del texto cantado.
Un sentimiento cuya descripción escapa a las palabras, tan elusivo y tan difícil de conjurar a voluntad, permitió que el público se sumergiera en la música mientras sus ojos vagaban fuera del tiempo entre los recovecos de los altares, las vítreas miradas de los santos, la maestría de los frescos y la imponencia de la araña que cuelga bajo la cúpula.
Es evidente que quienes asistieron pudieron sentir la necesidad de dar nueva vida a un edificio tan caro a la historia de Santa Fe. En eso también ejecutantes y organizadores del concierto lograron de manera sutil el objetivo que se plantearon. Las consciencias fueron sembradas y el interés o la curiosidad, despertados.
Dicen que Dios escribe derecho en renglones torcidos. Me atrevo a agregar que también tiene un humor especial: en un Domingo de Pascua, en tiempos de secular y nihilista indiferencia, su templo estuvo lleno de personas que cantaron su alabanza con las mismas palabras que por centurias se han usado y con el gesto antiguo de su vista elevada al cielo elevaron sus plegarias.
Liso y llano misterio pascual. Gloria in excelsis Deo.