Jueves 8.7.2021
/Última actualización 3:23
Mariana Mazú resultó nominada a los Premios Gardel 2021 en la categoría Mejor Álbum Artista de Tango por su disco debut “La bella indiferencia”, en el que conviven diversos géneros y estilos rioplatenses que van desde el tango y el vals hasta el foxtrot y el candombe.
El disco de 11 canciones (producido por Acho Estol de La Chicana, grabado en estudios ION y masterizado por Eduardo Bergallo en Puro Mastering) incluye versiones propias de reconocidos temas como “11 y 6” de Fito Páez -en el que participa su hija Morena Canji en voz-, “Costumbres Argentinas” de Andrés Calamaro y “Calle Melancolía” de Joaquín Sabina, entre otros. La canción “La negadora” fue elegida para formar parte de la playlist de los Premios Gardel en Spotify.
En este contexto, El Litoral conversó con Mazú sobre sus orígenes, su profesionalización en la música y la gestación de este primer material.
-Hace ocho años retomaste tu carrera gracias a un encuentro crucial con Hernán “Cucuza” Castiello y Acho Estol. Hoy estás nominada por un disco producido por Acho, cantando con Cucuza una canción de Acho como “Nos tenemos que ir”.
-Bueno, en realidad yo estoy atravesada por la música desde muy pequeña; desde mi crianza en O’Higgins, un pueblito de 1.000 habitantes, de calle de tierra, siete por cinco cuadras. Mi papá era cantor y mi mamá es docente de inglés; mi papá falleció. Desde muy chiquita canté tango con él, como una cosa muy natural y muy lúdica; también mis hermanos son muy afinados todos si bien soy la única que me dediqué profesionalmente todos estuvimos atravesados por la música y aprendimos incluso a tramitar las cosas que nos pasaban en la vida a través de la música. Mucha música hubo en mi casa.
-¿Tu papá era amigo de Rubén Juárez?
-Mi viejo era amigo de Rubén Juárez, que fue muchas veces; no lo conocía como tal cuando era chica: era una persona que concurría a la casa, y a asados con amigos. No tomé dimensión de quién era hasta más grande.
Cuando me vine a estudiar a los 17 a Buenos Aires la música estuvo presente, pero en el “abrumamiento” de venir a la ciudad y estudiar, los mandatos y todo lo uno tiene que cumplir quedó un poco relegada. Me reencuentro con la música cuando fallece mi papá y lo conozco a Cucuza, casi paralelamente. Medio a modo de duelo (puedo decir ahora) empecé a frecuentar mucho los bares notables de Buenos Aires y ahí lo conocí a Cucuza.
Cuando nos pasan cosas un poco fuertes en la vida nos damos cuenta de hacia dónde hay que dirigir la brújula.
-Hay una continuidad hasta llegar a este disco, donde está él, está Mateo Castiello, Acho en la producción. Pero pasaron más de seis años entre esa vuelta y la gestación de tu primer disco. ¿Cómo fue ese proceso hasta agarrar el envión para el álbum?
-A partir de ese reencuentro de la música de manera profesional, y empezar a estudiar y a buscar un espacio en las noches porteñas, empecé a armar mi banda, y a tocar sin parar. Con Acho ya nos habíamos conocido, compartíamos de todo: música, libros, presentaciones; hasta que en un momento me dice: “Me gustaría producirte un disco”. Siempre me caían las fichas de lo que estaba pasando a través del otro: quizás no se me había ocurrido tanto. Las canciones venían siendo caminadas y cantadas, y versionadas: fue de un modo informal primero, y cuando se formalizó nos pusimos a trabajar en el álbum.
Por eso también tiene tantas canciones de distintos géneros, porque fue como un laboratorio: tocábamos en vivo, y decíamos: “Vamos a agregar esta canción de Fito Páez como vals”, y la probábamos en vivo; cuando veíamos que funcionaba empezábamos a hacer la cocina de lo que íbamos a grabar después. Ese fue un proceso que duró muchos años.
-Se fue arreglando en el día a día de los shows en vivo.
-Totalmente, fue un repertorio muy caminado en vivo: nos presentamos en El Faro, en Hasta Trilce, un montón de bares. Siempre me gustó mezclar el tango con otros géneros; casi siempre los shows terminan bien arriba con alguna cumbia o alguna milonga; tienen su momento de oscuridad, pero siempre me gusta terminar un poco arriba.
Han tocado mis hijos en casi todos mis shows, y mi hija Morena participó en algunas canciones del álbum. Durante muchos años tocamos distintos temas hasta que elegimos las 11 canciones que conforman el álbum.
-En el álbum conviven compositores del palo tanguero actual, como Victoria Morán o el propio Acho; autores clásicos en tangos no tan difundidos...
-Hay una reivindicación de Charlo que está ahí como una figura, pero sus temas no se interpretan. Fuera de Alejandro Dolina, muy poca gente lo recupera.
-Adoro los tangos de Charlo. Musicalmente siempre me dicen que tengo una tendencia a las melodías que son un poco brillantes musicalmente.
-Y están las versiones de Joaquín Sabina, Fito Páez y la de Andrés Calamaro, “Costumbres argentinas”, que tiene algo de gipsy jazz y swing, un hallazgo.
-Es un foxtrot. Es muy original, es una adaptación 100 % de Acho, de laboratorio, pero que me encantó sumarla. La tocamos también un montón. Muchas canciones quedaron afuera porque Acho me proponía, la probábamos y después yo decidía con cuál nos quedábamos. La mayoría las propuse yo, y él proponía el estilo, la adaptación.
Por ejemplo, de Fito Páez había varias canciones que podrían haber sido un vals, porque Fito es muy tanguero y casi cualquier canción se puede transformar en otra cosa. Al final nos quedamos con “11 y 6”, que me encanta la versión, es muy dulce.
Una de las cosas que más me gustan de este álbum es que ha podido encontrar a la gente del tango con otros géneros, y a la que no es del tango, con este.
-Sí, no solo hago el puente entre la psicología y la música, que lo uso en mi vida cotidiana (la música para los pacientes, al servicio de la salud, es algo que me atraviesa muchísimo). Tengo amigos de 90 años que lo han conocido a Fito y niños de seis años que les gusta “La negadora” que de golpe se encuentran con Charlo. Para mí el mayor premio es ese: que atraviese las generaciones.
-Hablando de generaciones, además de grabar coros Morena actúa en el video de “La negadora” como el alter ego adolescente. Imaginamos que te gusta vivir esta etapa de tu carrera con ella como compañera.
-Sin dudas. Tengo dos hijos: Joaquín de 18 y Morena de 16; los tres estamos permanentemente compartiendo música: yo a ellos, ellos a mí. No nos atamos a un género: de pronto hacemos un tango mezclado con rap (porque a mi hijo le gusta rapear), siempre respetando lo que a cada uno lo mueve, le pasa con la música. Eso para mí es muy lindo, y se ha vislumbrado en el escenario con mucha naturalidad, porque siempre participaron de lo que ellos quisieron, y cuando no quisieron no. Es un vínculo muy sano.
-Con Morena grabaron en ese “seleccionado” que armó Irina Hauser.
-Participamos de la canción “Bailarle a los problemas” de Irina, un temazo: además de una excelente es muy buena componiendo, todavía no ha sido reconocida en su faceta de compositora.
-Es como un himno pandémico.
-Es una frase que le dijo Rochi, una de sus hijas. Fue un honor participar de ese tema.
-En el video de “La negadora” también aparece tu propia psicoanalista haciendo de tu analista en la ficción.
-(Risas). En realidad no es mi terapeuta, pero es quien me recomendó a mi terapeuta. Es una gran amiga (Magui Fal) que además nos prestó la casa, y es una excelente psicoanalista.
-¿Cómo conviven en vos la psicoanalista y la cantora?
-Creo que antes que nada desde siempre está la cantora; y a partir de la cantora eso me hace la psicoanalista que soy. Siempre está la música ahí atravesando un poco todo. Primero cantora y después la profesión y el aporte a la salud a través de la música; y el psicoanálisis por supuesto.
Porque el psicoanálisis tiene un rigor teórico que uno lo estudia, se analiza... de hecho las canciones que elegimos en el álbum tienen todas esa cuestión: por ejemplo “La negadora” es básicamente mostrar cómo las personas negamos las cosas que nos hacen mal. Necesitamos esconderlas un poquito para seguir, y no quedarnos enganchados con lo que nos hace sufrir en exceso, no podemos continuar con el día a día. Entonces uno va, como “La negadora” en el video, riéndose cuando está sufriendo.
-Un mecanismo de defensa que es bastante necesario que esté; porque si no está se viene todo a pique. No obstante, cuando la gente es muy negadora en algún momento explota por algún lado: por eso es tan importante el análisis.
-Dijiste que “La bella indiferencia” venía por ese lado también.
-Exacto. “La bella indiferencia” es un término psicoanalítico que alude a eso: a esa necesidad de ser un poco indiferente a las cosas que no podemos enfrentar. No es porque la indiferencia sea bella, todo lo contrario: está bueno ser sensible. Me parece que el aprendizaje más grande de esta pandemia es poder ser solidarios y sensibles a lo que le pasa al de al lado y dejar de mirarnos un poco el ombligo.
Que no se interprete que la indiferencia es bella, sino que tiene que ver un poco con el juego de palabras en relación a esa necesidad de, cuando todo está mal, tratar de meter un poco las cosas abajo de la alfombra un ratito para seguir.
-¿Cuántos de los músicos que venían tocando con vos participaron en la grabación final y cuánto se reclutaron para el disco?
Los músicos que participaron del álbum son los que tocaron en vivo en la presentación; quizás teníamos un núcleo más chico que era Alejandro Montaldo en bandoneón, Agustín Barbieri en percusión y Mateo Castiello en guitarra.
Con Mateo venimos trabajando desde hace muchos años: crecimos juntos, prácticamente: es chico, pero venimos tocando muchísimos años.
-Mateo es hijo de Cucuza.
-Sí. Cucuza es prácticamente de mi familia ya; su mujer (Romina Mazzone) es una genia que me ayudó con la tapa del álbum, y una gran amiga; y Mateo también es un amigazo. Con él tocamos muchas veces los dos solos al principio; después empezamos a sumar percu y bandoneón, y cuando uno se acostumbra a tocar con varios músicos ya querés tocar con toda la banda, en la medida de lo posible.
Hasta que hicimos la presentación en Café Vinilo, a días de la cuarentena, el primer confinamiento. Íbamos a Europa el mes siguiente, en abril, y cuando se cerró todo nos dimos cuenta de que la nueva realidad nos iba a encontrar inventando, creando otras posibilidades.
-¿Cómo fue quedarse con la punta de lo que este disco habría para adelante?
-Tengo el optimismo de la voluntad, así que automáticamente empecé a ver qué se podía hacer.
-Y el pesimismo de la razón.
-También está, pero el optimismo de la voluntad tira un poco más. La verdad es que al álbum le fue muy bien en las redes sociales y conocí muchísima gente en pandemia de otros países, donde pudimos participar de milongas, grabar incluso “Tango en la terraza” que lo grabamos en una terraza de Boedo: el programa escribir en septiembre, on demand para todo para todo el mundo.
Esto de poder pensar la música más allá de las fronteras, y no se sabe la situación que obviamente a todos nos cuesta, nos atraviesa, en todos los ámbitos de la vida; pero para los músicos ha sido muy duro no tocar en vivo. Para para la cuestión del alma, no solo económica esa necesidad; era raro estar haciendo una streaming, termina y todo el mundo te manda mensajes, pero te falta ahí el abrazo, la mirada.
La semana pasada fuimos a tocar a un programa en vivo con Mateo, “Revuelto de radio”, de Alejandro Simonazzi: nos esperó con un vino, nos pusimos a tocar y fue muy emocionante estar cantando en vivo tres canciones (risas). Uno empieza a valorar esas cosas.
-También grabaste un par de colaboraciones en discos de otros.
-Sí, Mario Siperman de los Fabulosos Cadillacs produjo un disco homenaje a Leonard Cohen que está saliendo ahora, y ahí participamos junto a mi hija también grabando con Víctor Heredia, en la canción “So long, Marianne”.
También grabé para Alejandro Guyot, junto a Sofía Viola y Julieta Laso: ese disco también está buenísimo, “La guerra es adentro”, que ya salió. Alejandro fue mi primero docente de canto, y una gran persona que me ha enseñado muchísimo. La verdad es que lo que me pasa siempre es que la gente siempre tenía más fe que yo; ahora estoy creyendo un poco más. La primera vez que me escuchó cantar Alejandro yo no tenía ningún tipo de técnica: me dijo “Es impresionante cómo fraseás, lo que hacés, y no te das cuenta lo que estás haciendo”.
Eso me lo dijo Alejandro la primera vez; claro, había cantado tango desde muy chica, y siempre fue muy intuitivo para mí el saber acerca de la música, y de oído.
-Había que pasarlo a la autoconciencia.
-Claro: no sé qué notas son; no las sé nombrar, no tengo la teoría que tiene mi hijo que estudia en la Emba (Escuela de Música de Buenos Aires), y sabe exactamente lo que está haciendo. Muchas veces no sé lo que estoy haciendo, pero sale lindo, parece.
-¿Cómo tomaste la nominación al Gardel?
-Como una sorpresa (risas). Si bien lo postulamos, esa semana estuve muy metida con el tema pandemia y trabajando en el Hospital (Nacional en Red “Lic. Laura Bonaparte”, especializado en Salud Mental y Adicciones), y me cayó muy de sorpresa, gratamente, como quien espera una mala noticia. Una semana además de muchos fallecimientos, cosas que no estaban buenas. Así que vino ahí esa buena noticia a iluminar un poco el panorama.
-¿Qué tenés en vista para lo que queda del año, dentro de lo que se puede planear?
-Por ahora estamos esperando el “Tango en la terraza” que salga, y algún streaming; estamos viendo en realidad, si se abre un poco la cosa me gustaría tocar en vivo, y si no haremos un streaming con la banda, muy pronto. Ofrecimientos tenemos un montón, lo que pasa es que realmente estoy viendo qué pasa a nivel salud. Teníamos ganas de salir también, pero estaba muy complicado.
La verdad es que este mes y el anterior conocí gente maravillosa de todo el país, y la posibilidad de difundir el álbum por mi país me causó mucho amor.
-Quizás este sea un momento de siembra y después eso va a redundar en más giras cuando las cosas se abran.
-Que así sea: creo que se vienen cosas buenas. Para mí ha sido como un reconocimiento, aparte es el primer álbum. Más increíble no puede ser: con un primer álbum ya estar nominada en una terna, cuando hay tantos artistas talentosísimos, tantas mujeres, tantas bandas. La verdad es que me siento muy honrada de estar en esa terna. Por eso yo ya gané: estoy encantada de poder hablar con gente de todo el país, estoy encantada con el Norte. Y es como una caricia al alma dentro del no poder ir y tocar.