Desde la reapertura de la sala del Cine América, tras un año sin poder trabajar por la pandemia, los programadores de Cine Club Santa Fe decidieron incluir cada semana en su cartelera un abanico de filmes de distintas épocas. ¿Qué tienen en común “Sed de mal” de Orson Welles, “El bebé de Rosemary” de Roman Polanski y “El séptimo sello” de Ingmar Bergman?
Universal Pictures Orson Welles caracterizado como el corrupto policía Hank Quinlan en Sed de mal (1959).
¿Por qué hay películas a las cuales se vuelve una y otra vez y el tiempo no parece hacerles mella? ¿Qué las hace únicas e irrepetibles? ¿Qué les confiere el aura de inmortalidad? No hay una única respuesta a estos interrogantes. Lo cierto es que la propuesta de los programadores de Cine Club Santa Fe de incluir en su programación semanal un “tour de clásicos” es bienvenida. No sólo porque permite revisar obras que, por diversas razones, quedaron grabadas en la memoria. Sino porque ofrece, al mismo tiempo, hacerlo en un marco tan propicio como el del cineclubismo, que además de ver, brinda la oportunidad de reflexionar.
En su primera semana de proyecciones, luego de la reapertura de la sala ubicada en 25 de Mayo 3074 tras un año de restricciones por el Covid19, incorporó un mix de films europeos y norteamericanos. El mismo incluyó “Tener y no tener” (1944), que reunió por vez primera en pantalla a Humphrey Bogart y a Lauren Bacall, “La noche del cazador” (1955), el único film que dirigió Charles Laughton, mezcla rara de film noir, terror y drama. También “Noches blancas”, donde Luchino Visconti se anima a adaptar a Dostoyevski y a reforzar el nuevo tono de sus producciones tras sus coqueteos con el neorrealismo.
Se proyectó también “Los inadaptados”, amargo drama de perdedores de John Huston y “La infancia de Iván” (1962), ópera prima de Andrei Tarkovsky y tal vez la película bélica de mayor profundidad jamás rodada, junto con “Senderos de gloria” (1957) de Stanley Kubrick. De quien, a su vez, se propuso “2001: una odisea del espacio”, que en 1968 elevó el listón de la ciencia ficción. “Carrie” y “Taxi driver”, ambas de 1976, fueron de la partida y tienen en común haberse constituido como expresiones de dos italoamericanos cinéfilos en busca de nuevos rumbos: Brian de Palma y Martin Scorsese. A lo que se sumó “Perros de la calle” (1992), que introdujo en el mundo del cine a un por entonces muy joven cineclubista llamado Quentin Tarantino. En definitiva, películas que comparten algo: todas dejaron huella.
Segunda semana
En el segundo “tour de clásicos” de Cine Club, previsto para esta semana, estará presente la que para muchos es la película que expresa en forma más depurada el estilo de Alfred Hitchcock. Se trata de “Intriga internacional” (1959) en la cual Cary Grant interpreta a un publicista que es confundido con un espía. Otro de los films que integran la cartelera es “Sed de mal” (1958), de Orson Welles, quien hizo de una novela policial barata arte puro, con uno de los planos secuencia más logrados de toda la historia. Los dos mejores trabajos rodados en Estados Unidos por el controvertido cineasta polaco Roman Polanski también se podrán ver en la sala del cine América: “El bebé de Rosemary” (1968) con toda posibilidad la cumbre más alta del cine de terror psicológico y “Barrio chino” (1974), estilizada y nihilista revisión de los policiales de los ‘40, con Jack Nicholson en un papel a su medida. A su vez, la grilla contiene “La naranja mecánica” (1971) de Stanley Kubrick, visión distópica de un Londres del futuro plagado de ultraviolencia, donde el Estado impulsa prácticas brutales para combatir el crimen.
El tour se completa con una serie de cintas firmadas por maestros europeos. “La noche” (1961) de Michellangelo Antonioni, segunda parte de la “trilogía de la incomunicación” que el italiano comenzó con “La aventura” y completaría con “El eclipse”. “Teorema” (1968), de Pier Paolo Pasolini, que muestra cómo el delicado equilibrio de una familia entra en crisis con la llegada de un joven. “El séptimo sello” (1957), de Ingmar Bergman, que narra un partido de ajedrez de un cruzado y la Muerte en medio de la peste negra del siglo XIV. “Fitzcarraldo” del alemán Werner Herzog, epopeya dentro y fuera del cine sobre un hombre obsesionado por construir un teatro de ópera en la selva del Amazonas. Y “París, Texas” (1984) del también alemán Wim Wenders, conmovedora road movie que reflexiona sobre la naturaleza de la memoria y de la composición de las relaciones humanas.
Podría decirse que todos estos filmes guardan cierto paralelismo en el sentido de que su condición de clásicos está dadas por el toque de genialidad que le aportan sus directores.
Una conexión distinta
La enorme cantidad de plataformas de streaming y de sitios web que brindan la posibilidad de acceder a obras cinematográficas de todos los tiempos en la comodidad del hogar resultan, en algún sentido, un arma de doble filo. Es que, así como los libros hasta no hace muchas décadas fueron escritos para ser leídos exclusivamente de un modo tradicional y cuando están mediatizados por una pantalla rozan la anomalía, con las películas ocurre lo mismo. Todas las que fueron seleccionadas por los referentes de Cine América, fueron concebidas en su momento para ser vistas en pantalla grande y en una sala de cine. Con lo cual, la posibilidad para los espectadores de acceder a disfrutarlas de esa manera, permite un nexo más preciso con el espíritu con que fueron creadas. Sin interrupciones ni distracciones.