"Piezas Argentinas": un disco que une tradición y vanguardia
El músico lanza su primer disco, “Piezas Argentinas - Libro 1”, donde une música académica con ritmos populares como el tango y la chacarera.
“Creo que los músicos nacidos a finales del siglo XX no podemos sacarnos la potentísima atracción irracional que nos genera la tierra”, expresó Casquero a este medio. Foto: Gentileza producción
Alejandro Casquero, nacido en Quilmes en 1989, es pianista, compositor y director de orquesta. Su formación en piano clásico y jazz se produjo en Argentina y Europa, junto a maestros como Ramón Coll y Antonio De Raco. Estudió composición electroacústica en la Universidad Nacional de Quilmes y dirección en el Centro Superior Progreso Musical de Madrid. Con más de 1.500 presentaciones en 30 países, Casquero ha colaborado con big bands y proyectos de tango en Europa. Desde 2022, forma parte del equipo de Norwegian Cruise Line. Actualmente, sigue su formación con un máster en composición en la Universidad Internacional de Valencia.
Ahora, estrena su primer disco “Piezas argentinas - Libro 1” editado por Club del Disco, con composiciones propias interpretadas en el piano, donde une la música académica contemporánea con melodías autóctonas que van desde ritmos folklóricos como chacarera, vals o carnavalito, hasta el tango, con influencias de Astor Piazzolla y música rioplatense.
Gentileza producción
“Llevo muchos años estudiando música académica de todos los períodos, tanto como instrumentista, como director o como compositor. Sin embargo creo que los músicos nacidos a finales del siglo XX no podemos sacarnos la potentísima atracción irracional que nos genera la tierra y un ritmo, canción o canto popular asociado a nuestras raíces”, reflexionó en diálogo con este medio.
“En este caso en particular, en 2023, estuve muy enganchado a Katchaturian, a sus piezas para piano, los recitativos, las fugas, las ‘Piezas para Niños’ y por alguna razón del destino volví a estudiar a Carlos Guastavino, también con la idea de encontrar pequeñas obras para piano para tocar y analizar, sencillas ideas en su forma y concepción. Diría que esa junta fue la semillita de ‘Piezas Argentinas’”, agregó.
Sin maquillaje
-Recorriste una trayectoria musical impresionante en Europa y ahora estás presentando este álbum en Argentina. ¿Cómo describirías la influencia de ambos contextos en tu obra?
-Cuanto más tiempo paso fuera, más me acerco y más valoro todas las inagotables y cualitativamente incomparables fuentes de inspiración y aprendizaje que han surgido de nuestro país. En Europa y Estados Unidos aprendí el negocio, la practicidad, la velocidad y la eficiencia en las producciones. Actualmente, dirigiendo teatro musical, el margen de error es nulo, y esto saca un buen callo, uno se hace fuerte, seguro y consistente. Previamente, sobre todo en España, dediqué muchos años a las giras, a curtir estudio y escenario. La suma de todas estas experiencias me ayudaron a tener una sesión de grabación muy tranquila y ordenada, lo cual influyó en la sinceridad de “Piezas Argentinas”. No tiene maquillaje ni mucha contemplación a la hora de la grabación y edición.
Gentileza producción
Porteño y universal
-El álbum incluye una suite titulada “Crónica” que une el tango y la música académica contemporánea. ¿Qué significado tiene para vos esta combinación de estilos en tu composición?
-Siempre digo que si tuviese que elegir una música que me emocione más que ninguna sería la música de Piazzolla. No solo tiene un fraseo porteño, sino que aúna lo mejor de la música clásica del siglo XX, la sistematiza y le da sentido discursivo. Cuando compuse “Crónica” pasaba un momento de vacío interpretativo, no sabía que tocar, nada me llamaba mucho la atención técnicamente. A la vez, tuve un momento de no poder dejar de escuchar la época del Conjunto 9 de Astor. Ahí me decidí a hacer algo para tocarlo, con el fin de ‘querer’ tocar eso que estaba en el papel.
Estudio integral
-Además de compositor y pianista, también te destacás como director musical en espectáculos internacionales. ¿Cómo balanceás estas dos facetas creativas en tu carrera?
-Afortunadamente tengo la energía y el tiempo necesario para conjugarlo todo. El hilo conductor de mi vida fue, es y espero que sea el estudio. Actualmente estudio un máster en composición en España, y durante tres años de vida activa dirigiendo terminé mi licenciatura en dirección. El balance al cual te referís, para mí, es el estudio integral. Es decir, si solo tocase, o solo dirigiese, o solo compusiese me volvería loco. Necesito encontrarle a toda disciplina su contexto teórico/práctico en los libros.
Sinceridad
-¿Cuáles fueron los mayores desafíos que enfrentaste al grabar “Piezas Argentinas - Libro 1” y cómo los superaste?
-El mayor desafío fue la autocensura. Cuando uno escribe se activan cientos de filtros intelectuales y emocionales que van conduciendo la creación, sin embargo cada tanto aparece ese duendecito maligno en el hombro que hace ruido y te dice: “¿estás seguro?”. Creo que la manera exitosa de superarlo fue, como dije anteriormente, la sinceridad. No le di demasiadas vueltas, el proceso de composición de todo el disco fue de tres meses y la grabación se hizo en dos tardes.
Gentileza producción
Una historia cruzada con Santa Fe
-Indicaste que cada pieza del álbum tiene una historia detrás. ¿Podrías compartir alguna en particular que sea más significativa?
-Si, me referiré a “Negro y Yeyé”. Cuando tenía 8 o 9 años, mi padre fundó junto a algunos amigos y su primo, un centro cultural en Bernal, dedicado principalmente al teatro, donde trabajaban y vivían. Pasé muchísimo tiempo en ese sitio, llamado “La Nave del Milenio”, viendo como se llevaban a cabo producciones, ensayos y clases. Una de las producciones fue “El clásico binomio”, de Rafael Bruza y Jorge Ricci. Todos pusieron su grano de arena en esa maravillosa obra que vi tranquilamente unas cincuenta veces. Se trataba de dos artistas de poca monta que dedican e hipotecan sus vidas en busca del sueño europeo, por supuesto sin ningún éxito. El nombre de los personajes eran Negro y Yeyé y no solo marcaron mi niñez sino que me acompañaron todos estos años, tanto a mí como todos los que integraron esa compañía. Como comentario final, y esto no lo sabe nadie hasta ahora, en la última función que presencié de “El Clásico Binomio” me quedé dormido, me perdí el 90 por ciento de la obra, sin saber que sería la última vez que veía en acción al Negro y a Yeyé.
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