El primer capítulo de “Las mil y una noches” tuvo el ritmo acelerado de un noticioso, y a su manera lo era. Foto: Gentileza Producción
Por Roberto Maurer
El primer capítulo de “Las mil y una noches” tuvo el ritmo acelerado de un noticioso, y a su manera lo era. Foto: Gentileza Producción
Roberto Maurer
Aquel grito estremecedor de “aguante la ficción” lanzado en los Martín Fierro de 2002 por María del Carmen Valenzuela en defensa de las fuentes de trabajo de actores asustados por el avance de “Gran Hermano” y sus derivados, podría repetirse si se afirma la tendencia surgida el año pasado luego del éxito de “Avenida Brasil” y las narconovelas, o sea importación de latas extranjeras, en acuerdo con el pensamiento económico dominante en la Argentina: no producir sale más barato.
Siempre vinieron de México, Venezuela, Colombia y Brasil, pero esta vez la procedencia es novedosa: el Trece acaba de estrenar “Las mil y una noches” (lunes a viernes a las 23), que llega de Turquía doblada por los hermanos chilenos (1) luego de un clamoroso recorrido internacional. El experimento es acompañado por la competencia con una nueva tira brasileña que puso Telefe simultáneamente, y en la misma franja, que se titula “Rastro de mentiras” (2). Ya que vamos siendo colonizados por China que, sin reciprocidad, jamás nos comprará una telenovela, y díganselo a Pablito Echarri, tal vez puede llegar el momento en que debamos familiarizarnos con rostros orientales en la pantalla. Ya está el caso del fabricante que fue a ofrecer rulemanes a los chinos: no solamente no le compraron, sino que le vendieron las bolitas.
LA NUEVA SHEREZADE
El primer capítulo de “Las mil y una noches” tuvo el ritmo acelerado de un noticioso, y a su manera lo era: se trataba de colocar al alcance del televidente toda la información necesaria sobre la trama, para poner en marcha la maquinaria. Es decir, para arrancar hay que saber que Sherezade es una arquitecta brillante, joven y bonita, que apenas a los tres meses de entrar en una gran empresa constructora, con su proyecto gana un concurso para levantar torres en Dubai. Y que Onur, el propietario, es un sujeto despótico que detesta a las mujeres, “en las cuales nunca se debe confiar” y que causaron la expulsión de Adán del Paraíso, porque su padre hace 39 años murió en la cama de una mujer que no era su madre. Por lo que se observa, no es un personaje, sino, solamente, un representante más de la cultura machista turca. El actual gobierno de Turquía, de paso, es conservador y está intentando un retorno a las más polémicas prácticas de la cultura islámica.
Sherezade es viuda y repudiada por la familia de su marido, en especial por su horroroso suegro, dueño de una enorme fortuna, y su pérfida cuñada, que la acusan injustamente de la muerte de su marido en un accidente.
Tiene un niño de cinco años con leucemia, a quien sólo puede salvar un trasplante de médula y cuando aparece un donante, se entera de que cuesta 75 millones y, si bien los chilenos no tradujeron en qué moneda, es mucho y Sherezade no los tiene.
Acude dos veces a su suegro, que la saca a bolsazos, no tiene obra social, y se le niegan créditos. Y va contra reloj, porque sin la tarasca pierde el donante.
NUNCA DIGAS JAMÁS
Es la escalera que nos permite llegar al momento cumbre, al final del primer episodio, aquel que condicionará el resto de la tira.
Comunican a la desesperada Sherezade que fue elegida para dirigir las obras de Dubai. Sale de la oficina, y vuelve. “Quiero hablar a solas con usted”, dice, decidida, a su temido patrón, y le pide un préstamo de 75 millones. Onur, lo recordamos, atribuye las desgracias de los hombres a las mujeres, y no lo puede creer: es una empleada que acaba de entrar a la empresa, pero la mira y la mira.
—¿Vas a pasar la noche conmigo?
—¿Quién se cree que soy?
—Fue sólo una oferta.
—¿Cómo se atreve a hacerme una propuesta tan indecente? Nunca.
Sherezade pega la vuelta, se sienta en una escalera, llora un poco y vuelve.
—Acepto.
Habrá trasplante.
PROBLEMAS CON EL BESO
Los actores son bastante horribles, la música a veces interfiere con su estridencia y en los diálogos vuelven a escucharse frases ya olvidadas, como “tu corazón se convirtió en piedra”. Por lo visto, los turcos todavía están en una etapa pre “Piel naranja” y, por lo que se sabe, hay recato y no se tiran tantos tiros innecesarios como en una telenovela romántica argentina. ¿Será que el público quiere retroceder al melodrama anacrónico y pudoroso?
En Turquía las autoridades se han enojado con los autores de una tira por un beso excesivamente apasionado al que se consideró “contrario a la decencia”. Hubo quejas del público y el beso fue detenidamente estudiado. En informe minucioso se determinó que fue “puramente erótico”, y por lo tanto, “nefasto para la moral de la juventud”. En realidad, según el análisis no se trató técnicamente de un beso, sino “una aspiración de labios”. De manera que los televidentes que buscan dunga dunga deberán cambiar de canal.
(1) Chile fue el primer país de habla hispana en comprar la tira, que se convirtió en un suceso tan fenomenal que salvó de la bancarrota al canal que la emitió y se lanzaron concursos cuyos premios son viajes a Turquía. Aumentó el turismo en esa dirección, y la agradecida emisora sigue programando nuevas novelas turcas. Aguante la ficción turca.
(2) El villano es gay, una elección novedosa, y por primera vez en una ficción brasileña se besan dos hombres, y con efusiva aceptación del público. Es un gran atraso, acá ya pasaron 21 años del beso de Ranni y Romano en “Zona de riesgo”.