En la sala teatral ubicada en Estanislao Zeballos 3074, se presentarán este fin de semana “Érase una vez un rey”, con dirección de Julián Bruna y “Querido San Antonio”, dirigida por Alejo Degiorgis.
Gentileza Julieta Correa En Érase una vez un rey , unos marginales inician un juego que revelará la oscura ambición por el poder.
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El próximo será otro fin de semana con variadas propuestas en el teatro de la Abadía. El viernes a las 21 subirá a escena la obra “Érase una vez un rey”, dirigida por Julián Bruna. Se trata de una versión santafesina de la obra del chileno Oscar Castro Ramírez, convertida en un clásico teatral latinoamericano.
Es la historia de unos marginales que se ganan la vida juntando cartones. Mientras imaginan situaciones para opacar sus miserias a uno se le ocurre jugar a ser rey, una semana cada uno. Ese juego revelará la oscura ambición por el poder.
“Son personajes que están sumergidos en la miseria, no tienen nada más que su pequeño mundo. Algo que está bien marcado en la obra es que el mundo de ellos es ese mientras que la realidad, el afuera, está en otro lado. Así, están todo el tiempo con miedo a salir. Se sienten protegidos en su burbuja, donde empiezan a experimentar con el poder, acentuando todavía más las miserias”, había señalado el director en una entrevista concedida a este medio con motivo del estreno de la puesta.
En tanto, el sábado a las 21 se concretará otra función de “Querido San Antonio”, una obra escrita por Patricia Suárez, dirigida en este caso por Alejandro Degiorgis. San Antonio de Padua, conocido como el santo milagroso que encuentra todos los objetos perdidos y trae con delicia el amor a las mujeres que se lo imploran, es convocado en esta obra por dos de sus más fieles devotas: Pina y Filumena.
Gentileza producción
Foto: Gentileza producción
“Querido San Antonio” es una obra donde se vislumbran situaciones cuestionables, donde la mujer está en un lugar de espera, de sacrificio, de sumisión, para pasar a tomar protagonismo de su propia vida y descubrir que el amor anhelado no viene del hombre amado ni del santo implorado, sino de sí mismas.