La adaptación cinematográfica de la extensa novela de J. R. R. Tolkien, cuya primera parte Peter Jackson estrenó hace casi 20 años, vuelve a las salas. Era un pedido de largo aliento de los fans. Locaciones hábilmente seleccionadas, espectaculares efectos visuales y un detallismo a la altura de la obra original configuran una de las mejores sagas de aventuras.
New Line Cinema Para lograr su epopeya cinematográfica, Jackson dirigió durante 15 meses a 2.400 actores y extras en un sitio apartado de su Nueva Zelanda natal.
Cuando, en el ocaso del siglo XX, el realizador neozelandés Peter Jackson comenzó a trabajar en las traslación a la pantalla de la ambiciosa trilogía de J.R.R. Tolkien con actores, muchos dudaron de los resultados. Es que la Tierra Media, la colosal creación del autor británico, en la cual sitúa a sus personajes y los sucesos que los rodean, parecía vedada únicamente a los dominios de la imaginación o al terreno menos acotado de los dibujos animados. Sin embargo, el resultado final, cuya primera entrega llegó se estrenó hace casi dos décadas a finales de 2001, dejó estupefactos a propios y ajenos.
A tal punto que la trilogía de Peter Jackson volvió a las salas de cine, al menos a las que pueden seguir abiertas en el contexto de las restricciones. La primera entrega (“La comunidad del anillo”) tuvo su reestreno el último jueves mientras que las otras dos (“Las dos torres” y “El retorno del rey”, de 2002 y 2003 respectivamente) estarán a disposición del público los jueves 20 y el 27.
Claves de una aventura sin par
Jackson, antes de aventurarse en la Tierra Media, había demostrado su destreza para jugar con los efectos visuales en la delirante “Muertos de miedo” (1996), mezcla rara de cine fantástico y comedia. Y al momento de utilizar el formidable material creado por Tolkien demostró que su intención fundamental no era interpretar, sino de alguna manera mantenerse lo más fiel posible a una obra que por entonces ya tenía cientos de millones de adeptos en todas las latitudes. Como señala con precisión el crítico español Oti Rodríguez Marchante, “Jackson no ha adaptado ni interpretado la obra de Tolkien: le ha dado vida y movimiento, le ha puesto el cine a su servicio”.
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Foto: New Line Cinema
Ese respeto del director y de su equipo por el material es, con toda posibilidad, una de las claves para explicar la fama que obtuvo la trilogía en su paso al cine. Otra es la habilidad para hallar locaciones a la altura de las que soñó y describió puntillosamente Tolkien. Al ver los filmes, el espectador tiene la sensación de que Jackson en verdad filmó sus secuencias en la Tierra Media. Una tercera es la destreza del director para combinar momentos íntimos y divertidos con otros épicos, más vinculado a las batallas.
Una tercera clave, también central, es la acertada elección de actores y actrices. Hay a lo largo de las tres películas una interacción entre actores veteranos (Ian Holm, Ian McKellen, Christopher Lee, John Rhys-Davies) y jóvenes (Elijah Wood, Viggo Mortensen, Orlando Bloom, Cate Blanchett, Liv Tyler) que le otorga una notable verosimilitud a cada uno de los personajes. Un ejemplo de esto son las escenas que comparte Wood (quien interpreta a Frodo) con McKellen (Gandalf). La química es ostensible.
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Todos estos elementos sirven para comprender la decisión que tomó la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood de conceder 11 premios Oscar a “El retorno del rey” incluyendo las codiciadas estatuillas a mejor película y director. Un récord únicamente igualado por “Titanic” y “Ben-Hur”. Si se considera que, en sus casi cien años de historia, la entidad siempre fue reacia a premiar al género, el logro es todavía mayor. “La fantasía es una palabra con ‘F’ que, es de esperar, no será censurada durante el retraso de cinco segundos de la transmisión”, había ironizado durante aquella recordada gala el propio director.
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Punto de quiebre
Tras el descomunal éxito que cosecharon las tres películas de Jackson a lo largo y ancho del globo, los estudios demostraron una inusual avidez para hallar novelas, historias o mitos para trasladar a la pantalla y tratar de evocar este nivel de repercusión. Películas como “Troya”, “Cruzada”, “Robin Hood” y hasta las adaptaciones de “Las crónicas de Narnia”, las aventuras de Percy Jackson y las supermasivas de Harry Potter (tremendamente exitosas en términos de público, un poco menos en cuanto a la calidad artístico) fueron algunos de los intentos irregulares. Sin embargo, ninguno de ellos logró alcanzar el nivel de detalle, profundidad, belleza visual y niveles de emotividad conseguidos por Jackson. No hubo héroes griegos ni medievales que lograran hacerle sombra a los integrantes de la Comunidad del Anillo ni monstruos o dioses caídos capaces de alcanzar los grados de poder maligno de Sauron. Cómo señaló el crítico argentino Leonardo D’Esposito, “incluso veinte años más tarde y con tecnología mucho mejor, sigue asombrado visualmente. Todo el cine de fantasía de hoy nació con esta saga, para bien y para mal”. La fuerza magnética del anillo tiene plena vigencia.