Eugenia China Suárez quedó en el medio de la polémica separación entre Wanda Nara y Mauro Icardi. Desde el comienzo se la señaló como la "tercera en discordia". Y de esa acusación, aparte de surgir infinitos memes y teorías, se desprendieron un sinfín de debates: desde la responsabilidad afectiva de cada uno de los involucrados, hasta el hecho de que la culpa recaiga en las mujeres. La China está señalada por romper parejas, seduciendo a un hombre comprometido. Wanda está acusada de hablar demasiado y ventilar cuestiones íntimas.
En el medio de todo la sociedad, acostumbrada a hablar de vidas ajenas, debate temas más profundos: monogamia, infidelidad, privacidad y tantas otras cuestiones. Entre los temas que salieron a la superficie se encuentra el Síndrome de Fortunata que, según expertos, padece la China Suárez.
En redes sociales los usuarios que comentaron el affaire Wanda-China-Icardi con referencias a las relaciones pasadas de la actriz argentina. Nicolás Cabré estaba en pareja cuando comenzaron su relación y también los estaba su última pareja, Benjamín Vicuña. Por eso comenzó a hablarse de que la actriz padece el Síndrome de Fortunata, aunque algunos psicólogos prefieren señalar que lo que ocurre es que repite un patrón.
Pero, ¿qué es el Síndrome de Fortunata? La expresión, viene de una novela de Benito Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, publicada por primera vez en 1887. Según un estudio publicado por Jorge Barraca Mairal, "en esta obra, el autor ahonda con singular perspicacia en la psicología de una de las protagonistas femeninas (Fortunata) y al narrar, a lo largo de toda la novela, sus sentimientos y las vicisitudes de sus relaciones, brinda una descripción muy completa del tipo de vínculo emocional que algunas mujeres desarrollan hacia determinados hombres casados, y que es identificable también hoy en día".
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En su estudio, Barraca Mairal propone nueve elementos característicos del Síndrome de Fortunata:
Presencia de un sentimiento de amor intenso, repetido y persistente hacia un hombre casado con otra mujer.
Actitud desapegada en cualquier otra relación que no sea la establecida con ese hombre.
Capacidad para dejar atrás cualquier situación vital, de abandonar todo o asumir cualquier riesgo siempre que se lo pida ese hombre.
Creencia de que la vida no tiene sentido o carece de alicientes si no está con ese hombre.
Creencia de que es ella la que tiene más derecho a estar con el hombre aunque no se le reconozca social o legalmente; opinión de que eso sería “lo justo”.
La creencia anterior se refuerza si ha tenido hijos con el hombre. O manifiesta deseos intensos de tenerlos si no los ha concebido y procura conseguirlo.
Ambivalencia de sentimientos hacia la mujer legítima socialmente (a veces rencor y desprecio, y otras veces comprensión, empatía y proximidad).
Creencia de que el amor es el responsable de esta situación, y justificación ante sí misma y ante los demás de la perpetuación de la relación por esta razón.
Fantasías optimistas de un futuro junto al hombre, pues imagina que algo sucederá para cambiar la situación y convertirse en la mujer que tenga la relación exclusiva, lo que le lleva a tolerar la presente coyuntura durante años
Origen del Síndrome de Fortunata
Si bien no hay estudios concluyentes al respecto, desde el psicoanálisis Salman Akhtar y L. S. Hollander explicaron este síndrome como un síntoma de dependencia emocional, explicando "este comportamiento de la mujer como manifestación de sus rasgos masoquistas o narcisistas, de un conflicto edípico mal resuelto o de una estructura de personalidad límite o neurótica".
La literatura científica no llega a explicar el inicio del síndrome pero según Barraca Mairal es posible explicarlo a partir de factores que se repiten en los casos.
-Patrones educativos de dependencia. Es decir, haberse educado en un ambiente en el que el rol de la mujer se asocia a la falta de autonomía y la subordinación hacia las figuras masculinas. En esta línea se asocia a los hombres casados con personas que han tomado decisiones vitales importantes
-Valoración del auto-sacrificio. Está alineado con el punto anterior y tiene que ver con la crianza en lugares en los que se valora en exceso el sacrificio personal y la postergación de las propias necesidades a fin de satisfacer las de los hombres de la familia
-Lástima por la otra persona y sentimiento de culpa. Este aspecto ocurre cuando la relación lleva un tiempo y la mujer cree que su pareja sufrirá demasiado la ruptura
-Sobrevaloración del amor y mitos sobre su importancia. Es la creencia de que la vida sólo vale la pena si se tiene amor
-Sesgos y distorsiones respecto a las relaciones de convivencia. Muchas veces la relación de una mujer con un hombre comprometido o casado tiene más semejanzas con el noviazgo que con la convivencia matrimonial, explica Barraca Mairal. "El hombre llega a ‘su otra casa’ con la ilusión de encontrar algo excitante, divertido, distinto; allí no tienen que tratarse los engorrosos temas domésticos, no hay responsabilidades hacia los hijos ni, normalmente, implicaciones económicas; no hay rutina", explica.
-Pobre autoestima. El punto refiere a que una una mujer que acepta ser 'la otra' está dejando al descubierto una baja autoestima.