Luciano Andreychuk
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Twitter: @landreychuk
María Itatí Leguizamón, esposa de Germán Suárez, uno de los 44 submarinistas del ARA San Juan.
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“Estoy rezando, espere”, dice el mensaje de respuesta. María Itatí Leguizamón, 30 años, retiene la angustia, la presión en el pecho, esa picazón en el alma que no se puede rascar. Deja descansar sus plegarias por un momento y avisa que puede atender el llamado a su teléfono: la dignidad de las personas fuertes. Es la esposa de Germán Suárez (29), el tripulante santafesino que está con otros 43 en el Submarino Ara San Juan, desaparecido hace siete días.
Leguizamón tiene una tonada norteña y distinguible, pese a su voz entrecortada por la ansiedad de las horas que pasan sin noticias. Es formoseña, Licenciada en Comunicación Social y Abogada. Se casó con el submarinista nacido y criado en barrio María Selva hace casi dos años. Un matrimonio joven, sin hijos, con todo un camino común por recorrer. Pero el submarino no aparece, pese a la intensa búsqueda que se magnificó por la ayuda de otros países.
Se conocieron en Mar del Plata, cuando ella fue a ejercer el derecho y él estaba haciendo la carrera de la Armada, y luego la especialidad naval. Hacía 10 años que ya residía allí. Leguizamón y Suárez pertenecen a la Legión de María desde hace años. Ahí se conocieron, en uno de los grupos parroquiales. Se enamoraron y se casaron. Ambas son personas creyentes: “La fe me ha ayudado mucho, me sostiene”, dice la joven en diálogo con El Litoral.
"Como vivir adentro del mar"
La joven está en la Base Naval de Mar del Plata junto al resto de los familiares de los tripulantes. “No hay novedades certeras. Sí nos dijeron que intensificaron la búsqueda. Y que hay más buques en el rastreo. Hoy están buscando en mejores condiciones, porque el clima (en la zona de búsqueda) es mejor. Dan partes informativos periódicos”, relata.
Es que en la zona donde se rastrea el submarino extraviado el clima es “como vivir adentro del mar. Anteayer llovía con granizo, con vientos fortísimos. Es muy variante e impredecible” el clima, explica.
“Sobrellevo esto como puedo. Hasta ahora no tuve ninguna crisis, no me desmayé. Sigo con esperanzas: hasta que no me digan lo peor, yo sigo creyendo que el submarino con los tripulantes, entre ellos mi marido, va a aparecer”, se confiesa con voz firme.
Con los otros familiares
En la base Naval de Mar del Plata está Leguizamón junto al resto de los familiares de los tripulantes del Ara San Juan. Son unas 40 personas que minuto a minuto se enfrentan a la impaciencia por la incertidumbre, a la angustia. Hay cuatro psicólogas que brindan asistencia a quienes necesitan contención profesional.
“Son buenas profesionales, no son invasivas, pues brindan ayuda a quien se las pida. Están para quien las necesita. Eso es bueno, ya que hubo familiares que tuvieron crisis fuertes por la angustia. Hay una mujer que está embarazada”, relata.
“Sin la fe no podría con todo esto, la ansiedad y la angustia”, se confiesa la joven al final. Aquella picazón que no puede rascar y se sufre. Leguizamón vuelve a sus rezos y a la lánguida espera.
Sigue la búsqueda
El miércoles pasado reportó su última ubicación el Submarino Ara San Juan en el Golfo San Jorge, a 240 millas náuticas (432 kilómetros) de la costa, al sudeste de la Península Valdés. Navegaba desde la Base Naval Ushuaia, en el extremo sur del país, hacia su apostadero de la Base Naval Mar del Plata. Desde ese momento no se volvieron a tener noticias. Se han sumado buques de una docena de países en la búsqueda.