Nancy Balza
Las asimetrías en el acceso al crédito y a la tierra, y la necesidad de políticas públicas que reviertan una postergación histórica estarán durante el año en la mesa de debate de líderes mundiales. La experiencia de una productora de Villa Minetti y una perspectiva desde la economía feminista.
Nancy Balza
En el mundo, el 30 % de las mujeres que trabajan desarrollan actividades agrícolas, pero sólo el 4 % recibe un ingreso propio. Ellas producen el 50 % de los alimentos.
Las mujeres que viven en las zonas rurales tienen menos acceso a los recursos productivos, como la tierra y el ganado. También tienen menos acceso a servicios financieros y tecnología. Esto reduce sus posibilidades de autonomía económica y desarrollo económico y aumenta su vulnerabilidad. De ese diagnóstico partió la organización del Women 20 que este año se realizará en la Argentina.
¿Qué es el W20? Una suerte de cumbre paralela (grupo de afinidad) del G20 ó Grupo de los 20, el foro internacional integrado por las 19 economías de los países más ricos y de los emergentes, más la Unión Europea.
Por primera vez, el G20 se reunirá en nuestro país en un encuentro previsto para noviembre. Un mes antes será el turno de debatir sobre el empoderamiento económico de las mujeres. Y como el nuestro es el primer país latinoamericano sede del encuentro, se resolvió incorporar la problemática de las mujeres rurales a una agenda amplia, que abarca la inclusión laboral, financiera y digital, siempre desde una perspectiva de género. Todos estos temas serán debatidos a lo largo del año para culminar en la elaboración de un documento con recomendaciones de políticas públicas que se transmitirá a líderes del G20.
Cerca de las raíces
Desde los 14 años, y para acompañar a su padre a defender los derechos de los productores del campo, Rosa Menna participa de las reuniones en Federación Agraria Argentina. Y ya tiene 75. Vive en Villa Minetti (departamento 9 de Julio), hace décadas que hizo propia la lucha e integra la Red de Mujeres Federadas Argentinas de esa localidad -ubicada a 400 kilómetros de la capital santafesina-, a la que define como “otro país”. Una expresión que se explica no sólo por la compleja situación del sector en el que desarrolla su actividad sino por un entorno complejo que atraviesa la realidad de todos sus habitantes, trabajen o no en el campo.
“Las mujeres tienen que parir a 70 km, en Tostado, cuando antes lo hacían en el pueblo, en el ‘hospitalito’ que tenemos acá donde ahora no hay médico cirujano. Entonces hay que viajar hasta allá y la que no llega pare en el camino. A los chicos también hay que anotarlos en Tostado, es como si no nacieran acá. Y si alguno de ellos nace enfermo, hay que hacer rifas para ayudarlos”.
Eso sin contar el problema del agua que llega desde la cabecera departamental “por canal abierto” y que en épocas de sequía no alcanza para abastecer al pueblo.
Hace 54 años que Menna llegó desde San Genaro al pueblo en el que vivían, por entonces, 1.500 habitantes: “El gobierno nos dio un pedazo de tierra a cada uno, a pagarla en cuotas. Veníamos de un lugar donde el agua era buena, agua de pozo, y acá la gente tenía aljibe y tomaba el agua de lluvia. Había un sol que nos partía la cabeza, pero después te vas acostumbrando”, aunque a las temperaturas “de 40 ó 50 grados” de ahora nadie se puede adaptar. “Ahora no puedo salir al campo, a las 12 el sol me voltea y ya me tengo que volver”.
El campo del que habla es la granja con gallinas, pavos, ovejas, vacas y corderos del que se obtienen productos con los que también se practica el trueque. La situación es cada vez más difícil en todos los planos y también en la propia dinámica de la población. Es que no queda mucha gente joven en el campo. “Los jóvenes quieren estudiar; hacen el primario, el secundario en la escuela agrotécnica, y el terciario.
Algunas chicas estudian para maestra, otras para enfermeras. Pero, ¿acá dónde van a trabajar? No hay nadie, no queda nadie en la colonia. De 25 familias sólo quedamos 3. Los que no fallecieron se fueron a otro lado en la época de las inundaciones, vendieron los campos y los hijos se fueron a estudiar a la ciudad”.
La mesa llena de problemas
En Villa Minetti son 16 mujeres federadas en la FAA, y 15 más en El Nochero. “Algunas no están más; hay gente grande que fue dejando. Hemos quedado desamparadas”. Tienen de 60 años para arriba las “chicas” que participan en las reuniones de mujeres, que más de una vez se hacen en su casa. “La más viejita tenía 90 años y se nos fue hace dos meses”.
Cuando se reúnen es para ver qué hacen con la agricultura familiar, “con lo nuestro”. “Al que tiene muchas vacas no le importa. A nosotras nos ‘pichulean’ hasta el precio de un ternero, nos pagan lo que quieren. Si criás pollos no los quieren porque traen los de afuera; con los huevos de campo te dicen que prefieren comprar de los gallineros de afuera”. “Cuando vamos a la Federación no se sabe dónde poner tantos problemas en la mesa”, resume.
Menna aclara que ya pidieron hablar con el gobierno nacional, aunque todavía no tuvieron respuesta. Con la provincia también están esperando audiencia y, si se llegara a concretar, podrían plantear la propuesta por un molino harinero, “porque la harina se trae de Reconquista que está a 300 kilómetros; acá todo está muy lejos”.
Rosa ganó en el año 2003 el Premio Nacional al Mérito Agropecuario “El Gauchito de Oro” por luchar por los productores. Dice que ella es “el motorcito de la casa”, y si bien los años se sienten, pesa más “la mochila que se tuerce a veces para un lado y a veces para el otro” -en alusión a los problemas que carga el sector-, tanto que a veces le dan ganas de “tirar los guantes”. Aunque tiene tres nietos que la mantienen en la lucha, no son la única razón para seguir peleándola: “Hay que amar la tierra, si no la amás no hacés nada”, sentencia la mujer que de joven domaba potros.
Pero admite que desde el año pasado empezó a aflojar y no hay mucha gente que quiera tomar la posta. No es falta de voluntad: “Acá las mujeres trabajan en el campo, en el tambo, con los chanchos y las ovejas y hay que estar, llueva o no llueva. No se puede dejar todo por tres días”.
N.B.
A la hora de establecer un diagnóstico -y un piso de debate-, el sitio web Economía Femini(s)ta advierte que “varones y mujeres participan activamente de la vida social y productiva en las áreas rurales; sin embargo, existen marcadas asimetrías en las relaciones de poder que atraviesan a toda la estructura agraria”. Estas asimetrías se expresan en el acceso, uso y control de los recursos y de los bienes, en las oportunidades, la participación y la toma de decisiones”.
Tales desigualdades, que incluyen el acceso a la propiedad de la tierra, se traducen en “importantes inequidades en desmedro de las mujeres e impactan también en la eficacia de las políticas públicas cuando ellas no son identificadas como productoras, arrendatarias o dueñas de los medios de producción”.
Magalí Brosio es economista y editora del sitio web, que comenzó como un blog y se transformó en un medio de comunicación más, y circula a través de las redes sociales y publicaciones. En diálogo con este diario aportó su opinión a un tema que al fin se vuelve visible.
—¿Por qué incluir este tema en la agenda de Women 20?
—Las mujeres rurales conforman un grupo particularmente vulnerado a nivel global, ya que sufren de distintos tipos de violencias (vinculadas a su carácter de mujeres, pero también en muchos casos a su condición de clase, raza o etnia, estatus migratorio, etc.) que se solapan y refuerzan entre sí.
Su situación, además de partir de un punto particularmente complejo, se ve a su vez amenazada por las consecuencias ambientales, sociales y/o económicas que trae aparejadas el cambio climático, el cual pone en jaque las condiciones ya complejas en que las mujeres rurales realizan sus tareas.
Si bien la desigualdad de género ha cobrado una fuerza sin precedentes dentro de la agenda global, este grupo ha sido particularmente postergado, entrando recién ahora en las discusiones centrales de los altos foros globales, como el W20 o la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer. Si bien éste es un paso de suma importancia, los avances que se hagan estarán condicionados por cómo se aborde la temática y las recomendaciones de políticas que se desprendan de estos encuentros, para lo cual resulta imperativo que la discusión esté encuadrada en un marco feminista e interseccional.
—¿Cuántas mujeres trabajan en el ámbito rural, en qué situación y dedicadas a qué actividades?
—Lamentablemente existe escasa información acerca de la actividad económica (y las condiciones de vida) de las mujeres rurales. Esto se debe principalmente a que la mayoría de los relevamientos que se realizan periódicamente en Argentina, como la Encuesta Permanente de Hogares o la Encuesta Anual de Hogares Urbanos, están restringidos a zonas urbanas. De esta manera, la mayor parte de los datos vinculados con la población rural se obtienen de los censos, cuya baja frecuencia los hace poco adecuados para el diseño, el monitoreo y la evaluación de políticas públicas destinadas a atender las necesidades de esta población específica. Este debería ser un eje central de las discusiones (y recomendaciones) que se desprendan de los foros internacionales.
Un día para todas
Cada 15 de octubre se conmemora el Día Internacional de las Mujeres Rurales, establecido por Naciones Unidas y vigente desde 2008. Más allá de la consigna que se fija para cada fecha en particular, el objetivo es avanzar en la incorporación del enfoque de género a las políticas agrícolas, el aumento de la tenencia de tierras de las mujeres, la mejora del acceso a la financiación de inversiones en bienes que contribuyan a la resiliencia frente al cambio climático, y la ampliación de oportunidades de participación en las cadenas de producción y distribución de productos de más valor.
La conjunción de un factor de desigualdad intrafamiliar con factores extrafamiliares, como la agriculturación y sus consecuentes concentración parcelaria y “desfamiliarización”, potencia la desvinculación femenina en la gestión de la tierra a la que sólo “posee” a título legal. “Género y propiedad rural”, de Silvia Lilian Ferro. Unidad para el Cambio Rural (Ucar), del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación).