Nancy Balza
El último Café Científico trajo una vez más a la ciudad a Claudio Sánchez, ingeniero y divulgador, quien aportó una perspectiva diferente a películas bien conocidas. Un recorrido enciclopédico que también se puede disfrutar con pochoclo.
Nancy Balza
nbalza@ellitoral.com
De investigadores que llegaron tarde a patentar sus inventos, o que no pudieron cumplir ese trámite por falta de fondos; de la creación de la tabla periódica, elemento imprescindible e inseparable de estudiantes de química; de magos que buscan la clave para teletransportarse y del genial creador que conocen en el camino; de la gravedad cero que experimentan los astronautas de camino a la Luna pero que también permite hacer negocio con quienes quieren (y pueden pagar) una nueva experiencia. De todo eso vino a hablar Claudio Sánchez, ingeniero industrial, docente y divulgador, en el marco del Café Científico que organizó a principios de julio el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, a través de la subsecretaría de Promoción Científica y Apropiación Social. Allí estuvieron la ministra, Érica Hynes, y el subsecretario de Apropiación Social, Alejandro Cappadoro.
Sánchez ya es conocido en la ciudad por participar de otros encuentros similares en los que vinculó la ciencia con Los Simpson, reveló fenómenos en la obra de Lewis Carrol y recorrió episodios de la serie The Big Bang Theory. Esta vez sorprendió con otra asociación: ciencia y cine. No sin antes aclarar que no venía a hablar de la historia de la aviación ni de la vida de los pingüinos, ni del cine comercial que ilustra sobre la vida de grandes personajes de ciencia y tecnología, ni de películas sobre la investigación del transbordador Challenger. En cambio habló de “cine comercial, de películas que habrán visto, que no son producidas con fines científicos ni tratan temáticas de ciencia pero en la que aparece alguna cuestión científica interesante”, definió frente a su auditorio en Demos.
¿QUIÉN HABLA, QUIÉN PATENTA?
E inmediatamente fue al primer ejemplo, “El Padrino III” (1990), una película que ninguno de los presentes ni de los lectores asociaría con un descubrimiento científico. “Y sin embargo en un momento se nos presenta a un personaje de la historia de la ciencia, cuando al protagonista (Michael Corleone, encarnado por Al Pacino) le entregan una plaqueta que le envía la asociación Meucci”. En la escena, el padrino pregunta quién es y le dicen que era un ítalo americano que inventó el teléfono un año antes que Graham Bell. “Para la mayoría de nosotros el teléfono fue inventado por Alexander Graham Bell, pero cosas como el teléfono o el auto, rara vez son invento de una sola persona, sino que son el resultado del trabajo de mucha gente a lo largo de muchos años que van resolviendo las dificultades tecnológicas, hasta que hay uno que llega primero y se le atribuye el mérito”.
Así, cuando alrededor de 1870 Bell estaba trabajando en el teléfono, mucha gente estaba dedicada a lo mismo. “Edison, por ejemplo, o Elisha Gray. En ese momento, el medio de comunicación rápido era el telégrafo, que tenía dos problemas: requería un operador especializado y podía transmitir un mensaje por vez. Tecnólogos de todo el mundo estaban trabajando en esos dos problemas y queriendo resolver el segundo problema, Gray resolvió el primero. Cuando se dio cuenta fue a la oficina de patentes. Pero llegó tarde, porque unas horas antes Graham Bell había solicitado una patente por un invento similar”. “Hoy sabemos que el verdadero inventor tampoco fue Graham Bell porque, como se explica en ‘El Padrino’, un ítalo americano había resuelto el problema un par de años antes. Meucci era un hombre pobre y registrar un invento costaba -y cuesta- dinero, y cuando se enteró de la patente concedida a Graham Bell quiso hacer un juicio. Tampoco tuvo éxito y el juicio se cerró con la muerte de Meucci en 1889, hasta que en 2002 el Congreso de Estados Unidos pidió reabrirlo, se analizaron las pruebas y se decidió que Meucci tenía razón”.
EL ELEMENTO QUE FALTABA
En “El hombre de acero” (2013), el señor Kent, padre adoptivo de Superman, le muestra la nave en la que había llegado a la Tierra cuando era un bebé procedente del planeta Kripton, la hace analizar por un metalúrgico y concluye en que ni siquiera el material con que está construida estaba en la tabla periódica, “que es como decir: es de otro universo. Porque si ese material no está en la tabla periódica tiene que ser algo más que extraterrestre”.
Sin embargo -aclara Sánchez- hay mucho material que no figura en la tabla periódica, “que no es un catálogo de materiales, sino de los elementos químicos. Es decir, sustancias formadas por un único tipo de átomo. En efecto, allí no están todos los materiales, no está la madera que es una combinación de distintos átomos, el vidrio que es silicio y oxígeno principalmente, y el acero que es básicamente hierro, carbono y algunas cosas más. Lo mismo que no está el plástico”.
En la tabla periódica los elementos están ordenados según la cantidad de cargas positivas en el núcleo: en el primer casillero el hidrógeno (1), luego helio (2), litio (3) y así sucesivamente. “Si uno tropezara con una sustancia rara y sospechara que hay un elemento desconocido, habría que analizarlo, ver cuántas cargas positivas tiene en el núcleo y buscar en el casillero de la TP”.
Esto no fue siempre así. En los primeros tiempos había pocos elementos conocidos y la idea de elemento químico es muy posterior. Ahí, es cuando aparece un nombre tal vez desconocido para el gran público, Dimitri Mendeleiev (1834-1907), quien diseñó la tabla periódica, donde un elemento debía ocupar un casillero bien definido. “Cuando la publicó en 1869, muchos elementos no estaban descubiertos y la tabla tenía huecos, por ejemplo el casillero 31 donde se ubicó el galio cuando fue descubierto por Paul Emile en 1875”. Eso sí, el material de la nave de Superman todavía no tiene casillero propio.
GUERRA DE LAS CORRIENTES
En “El gran truco” (2006), dos magos compiten para perfeccionar la teletransportación que consiste en que una persona entre por una puerta en un extremo del escenario y aparezca inmediatamente por el otro. En la película, “uno de los magos decide entrevistar a una especie de científico loco que estaba trabajando en eso”. Ese científico es Nikola Tesla “que en los últimos años pasó de ser casi un desconocido por el gran público a ser considerado el inventor más brillante de todos los tiempos” -probablemente la verdad esté en algún punto intermedio, admite Sánchez-. Tesla era físico e inventor, precursor de muchas tecnologías y en los últimos 20 ó 30 años se descubrió que Marconi utilizó varios de sus descubrimientos para la radio.
“Sin embargo, el gran mérito de Tesla es la creación de las máquinas de corriente alterna ya que durante muchos años y hasta fines de siglo XIX se usaba corriente continua: en este caso, las cargas eléctricas viajan pero con algunas limitaciones; por ejemplo, no permiten transmitir la energía eléctrica a grandes distancias porque se producen grandes pérdidas en el camino”. Cuando Edison empezó a proveer de servicio eléctrico tenía que poner una central de generación cada pocas manzanas. Tesla, por su parte, desarrolló un nuevo tipo de energía eléctrica (conocida como corriente alterna) donde las cargas, en lugar de viajar por el cable de un punto a otro, vibran en el lugar lo que produce una cantidad de fenómenos, cuya comprensión demanda de técnicas matemáticas muy avanzadas. “Edison era autodidacta y Tesla, que era ingeniero, pudo desarrollar la corriente alterna y le ganó a Edison: es lo que en la historia se conoce como la guerra de las corrientes”.
TODOS FLOTAN
Una de las escenas más conocidas de “Apolo XIII” (1993) es la que ocurre dentro de la nave donde los astronautas flotan libremente por la falta de gravedad. “Podemos pensar que como están en el espacio exterior están fuera de la gravedad terrestre”. Pero ésa no es la explicación. “Cuando a una nave se le apaga el motor, el impulso es caer, pero en lugar de caer de regreso a la Tierra, cae en la Luna. Las misiones Apolo a la Luna eran una larga caída”.
En la película, las escenas no fueron logradas por efectos especiales sino en condiciones de auténtica ingravidez. ¿Cómo? “Los actores y el equipo de filmación entraron al avión que empezó a tomar vuelo y en un momento el piloto apagó el motor, o lo mantuvo con su funcionamiento al mínimo. El avión siguió subiendo, alcanzó una altura máxima y empezó a caer hasta que el piloto reencendió los motores. “En ese vuelo libre, la nave se encuentra a la libre acción de la gravedad y mientras dura -menos de un minuto- no se experimenta la gravedad en el interior de la nave”, graficó Sánchez.
“Ésta es una técnica que utiliza la Nasa, justamente para adiestrar a los pilotos en aprender a maniobrar en condiciones de gravedad cero”, y es el propio protagonista de la película, Tom Hanks, quien lo explica en un “detrás de cámara”.
Pero el procedimiento trascendió a los entrenamientos y las salas de cine: la banda de rock OK Go realizó un video íntegramente en gravedad cero. Y una empresa privada logró hacer del método un negocio: equipó aviones con estas características y ofrece al público paseos de gravedad cero, para que la gente común pueda experimentar la sensación de flotar en un ambiente de ingravidez como hacen los astronautas. Y como hizo el propio Tom Hanks..
>>> DOS EN YOUTUBE: Para graficar sobre gravedad cero, el video de OK Go, “Upside Down & Inside Out” y una participación de Claudio Sánchez en “Cómo no dejar caer un frasco de mermelada”.
CLAUDIO SÁNCHEZ: “El mundo es más interesante si uno sabe de ciencia”
—Con esta nueva propuesta que trajiste a Santa Fe, ¿estás planteando otra forma de ver cine u otra forma de entender la ciencia?
—Se parece más a otra forma de ver cine. Las que presento son películas que todo el mundo seguramente vio, conoce y se sabe las escenas de memoria. A lo mejor acá descubren algo que habían pasado por alto.
—¿Cómo qué?
—Una pregunta es quién es el verdadero autor del clásico de rock Johnny B Goode. Según “Volver al futuro”, nadie, esa canción no fue creada, es la paradoja de la canción nunca compuesta (N. de la R: el protagonista la toca en un escenario en homenaje a Chuck Berry, y alguien se la hace escuchar al músico, que todavía no la había compuesto). Como todo relato de viajes en el tiempo aparecen paradojas y yo cuento una paradoja menos conocida desde un enfoque curioso. También hablo de “El Padrino”, de “Superman”, películas que no son de ciencia y eso es lo interesante. No son de ciencia ni están protagonizadas por científicos ni aluden a acontecimientos históricos de la ciencia, sino que son películas de ficción, convencionales, comerciales, de Hollywood. Pero en algún momento aparece una curiosidad, algún personaje o se plantea una situación que da pie para un análisis de tipo científico.
—¿A qué público tratás de llegar y de qué edades?
—Yo lo defino como un público adulto, que en este caso quiere decir a partir de los 16 años, a partir de que tiene la cabeza acomodada para entender una situación compleja. Después, cualquiera podría disfrutarlo.
—¿Te reconocés cinéfilo?
—No especialmente. De hecho, algunos de estos planteos los recojo de otras fuentes. Otra gente hizo este análisis y yo lo redescubro, o alguien me lo comenta. Simplemente recopilo.
—El rol de divulgador es muy importante para llevar la ciencia a otros espacios.
—Me gustaría que vieran esto como un fenómeno cultural y no científico; que la gente tenga interés por la ciencia así como puede tenerlo por la música, la historia, la geografía, como un área más de la cultura. El mundo es más interesante si uno sabe de ciencia que si no sabe.
—Ya estuviste otras veces en Santa Fe, con Los Simpson, con la obra de Lewis Carroll...
—La última vez vine en 2015 y comenté las curiosidades de The Big Bang Theory, la serie de Warner. El esquema siempre es el mismo: es un fragmento extraído del cine, de la literatura, la televisión y a partir de ahí se observa qué ciencia hay detrás de eso y se disfruta por segunda vez. Dado que está dirigido a un público masivo que no tiene por qué interesarse en la ciencia, es importante contar qué intención tiene el guionista en cada episodio.
—¿Te parece que falta más difusión de temas científicos?
—Falta que se vea a la ciencia como un fenómeno cultural. Hay mucha ciencia en televisión, pero en programas específicos. Me gustaría que, si todo programa de la tarde tiene un columnista que habla de espectáculos, de economía o de política, haya uno que hable de ciencia en un programa que no sea de ciencia; sería interesante que hubiera ciencia en los programas en general.
—Puede ser que no haya tantos comunicadores o divulgadores formados para transmitir ese conocimiento.
—Los que hay son pocos o muchos no están trabajando de esto masivamente. No hay ningún medio que tenga un columnista de ciencia en su planta permanente. Por otra parte, si los que estamos tuviéramos más presencia, otros se interesarían y desarrollarían esa capacidad, porque seguramente los hay y están ocultos.
—¿Qué tema sigue para la próxima presentación?
—Estoy reuniendo datos sobre la obra de Julio Verne que puede ser un enfoque más clásico, más fácil de despertar interés.
—¿Está vigente Julio Verne todavía?
—Hace poco salió una edición de lujo de sus obras. Y en 2010, hubo una versión de cine de “Viaje al centro de la Tierra”. Así que sí, está vigente.