El próximo miércoles 15, cuando Sergio Chodos, el nuevo director ejecutivo por la Argentina en el directorio del Fondo Monetario Internacional, asuma sus funciones en Washington, empezará definirse la fecha exacta de la misión que el FMI enviará a Buenos Aires en la segunda mitad de enero.
Este jueves, el director del Departamento Hemisferio Occidental del organismo, Alejandro Werner, dijo que las primeras medidas del gobierno de Alberto Fernández fueron “en una dirección positiva” en tanto buscan “proteger a los más vulnerables y tratar de estabilizar la situación”, aunque también advirtió que el Fondo aún no recibió del gobierno “un plan más detallado” de lo que piensa hacer a mediano y largo plazo.
Esa es exactamente la posición del Fondo, que mantiene contacto fluido con el gobierno desde que la directora gerente del organismo, Kristalina Georgieva, recibió al ministro de Economía argentino, Martín Guzmán, incluso antes de que éste asumiera su función.
Según trascendió, de la misión participará el nuevo jefe de la misión argentina, el venezolano Luis Cubeddu, designado en reemplazo del italiano Roberto Cardarelli, quien fue el “jefe de misión” que negoció el fallido programa con el gobierno de Mauricio Macri.
Además de Cubeddu, sería de la partida la norteamericana Julie Kozak, quien ya tuvo misiones complejas en Lituania, Islandia y Polonia, y funcionarios de menor rango pero especializados en temas fiscales, financieros y de balanza de pagos. Aún no se sabe si la delegación será encabezada por Werner, superior de todos ellos.
Los analistas explicaron que el tipo de visita será lo que en la jerga del Fondo se conoce como fact finding missions (misión de averiguación), en la que los funcionarios van en listening mood (aptitud de escuchar).
La llegada de Chodos a Washington es una ventana al armado del equipo económico. Inicialmente, había sido propuesto como secretario de Finanzas, pero rehusó el convite y pidió ir al FMI, posición a la que estaba destinado Héctor Torres si el ministro era Guillermo Nielsen, que finalmente recaló en YPF. Torres fue durante varios años director por la Argentina en el Fondo, adonde llegó en marzo de 2004, designado por Roberto Lavagna.
Analistas consultados ayer coincidieron en señalar que lo que el Fondo quiere conocer es un plan que articule las medidas de emergencia con objetivos de mediano y largo plazo, para lo cual quiere conocer y testear las proyecciones fiscales y de crecimiento, abecé de cualquier negociación.
Al Fondo le interesa evaluar la sustentabilidad de la deuda pública, en especial la parte en moneda extranjera, a la luz de la solidez de las proyecciones que presente el gobierno, y conocer el menú de opciones (prórroga de capital y/o intereses, quita de la oferta respecto del valor actual de los flujos de pago vigentes) que se ofrecerá a los acreedores privados.
Hasta ahora, dijo Torres, la reacción de los mercados fue positiva y los acreedores, en especial los inversores institucionales, esperan la oferta argentina. Distinto será el caso, acotó, si se ponen nerviosos y empiezan a vender los bonos argentinos a fondos “buitre”, especialistas en litigios de deuda soberana.
Además de Cubeddu, sería de la partida la norteamericana Julie Kozak, quien ya tuvo misiones complejas en Lituania, Islandia y Polonia, y funcionarios de menor rango pero especializados en temas fiscales, financieros y de balanza de pagos. Aún no se sabe si la delegación será encabezada por Werner, superior de todos ellos.
Ayer, en una nota de opinión en The New York Times, el excanciller mexicano Jorge Castañeda, aconsejó al gobierno argentino tomar distancia de Evo Morales y de Nicolás Maduro y Cuba si no quiere complicar sus relaciones con el gobierno de Estados Unidos, principal accionista del FMI.
Castañeda señaló que incluso el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, aceptó hacer “trabajo sucio” para Trump en las fronteras norte y sur de su país e incluso rechazó el envío de médicos cubanos a cambio de petróleo mexicano para no complicar las relaciones con Estados Unidos. “Para la Argentina -concluye- defender una causa perdida en Bolivia, donde pocos principios están involucrados, y ayudar a Cuba y Venezuela a perpetuar la miseria de sus pueblos a costa de (la pérdida) el apoyo americano donde realmente cuenta, simplemente no vale la pena”.