Por Mariana Páez (*)
Se hizo la hora del recreo. De regreso, las manos estaban frías, imaginaron que en el centro del aula había una fogata y calentaron sus brazos, piernas, cara, panza.
Por Mariana Páez (*)
La seño Azucena de tercero pidió que traigan algo preciado. Preciado como valioso, como importante, como amado.
Esa fría mañana de casi invierno llegaron al aula fotos de mascotas (unas vivas, otras que ya se habían ido), fotos de hermanas, hermanos y primos; peluches (un Stitch -de la película Lilo y Stitch-), un robot, una mamuska y una llama de lana auténtica.
Ella no trajo nada.
Se armó la ronda en el piso, sobre un paracaídas de colores. La maestra también se sentó, aunque le duele un poco la espalda.
En la primera vuelta, la seño preguntó: ¿Por qué esto que trajeron es tan valioso?
"Porque me lo regaló mi abuela"; "Porque es como yo, un poco bueno y un poco no tan bueno" (por Stitch); "Porque le gusta dormir conmigo y me cuida"; "Porque fue muy bueno conmigo"; "Porque me la trajo papá de Jujuy" (por la llama); "Porque a mi hermana la hago dormir".
Pronto alguien habló de amor, que el amor es lo que tienen en común cada una de las cosas y fotos que llevaron esa mañana a la escuela.
Ella no dijo nada.
Segunda ronda: ¿Cómo cuidan a eso que aman?
"Tratándolo bien"; "Jugando"; "Bañándolo"; "Tratando de que no se me caiga"; "Que no se cruce la calle"; "Defendiéndola"; "Dándole un buen lugar".
Entre intervenciones que se encimaban, alguien expresó: "Claro, porque cuando amamos necesitamos aprender a cuidar, si amamos cuidamos, si nos aman nos cuidan".
Y ella empezó a llegar, muy de a poco, trayendo y diciendo con sus super ojos llenos de chispas.
Se hizo la hora del recreo. De regreso, las manos estaban frías, imaginaron que en el centro del aula había una fogata y calentaron sus brazos, piernas, cara, panza.
Ella también. El fuego imaginario calentó todos los cuerpos de la ronda.
Luego un poema fue leído:
Soy la hormiga que lleva la hoja
La estrella que se asoma en mi ventana
Soy mi cara en el espejo despeinada
Las manos de mi abuela son las mías
Soy el puré de papas con milanesas
Las fotos de cuando nací
Mi gata, mis hermanos, mi cama
Soy la risa cuando me piden silencio
Y el miedo de noche, cuando apagan la luz
Soy los ojos que de mamá cuando viene y espera que me duerma.
Así soy. Así me presento. Así me comparto con quienes amo.
Había que completarlo y dijeron: "Soy un panda"; "Soy el miedo por la noche"; "Soy un guiso"; "Soy un pintor famoso"; "Soy una pintura"; "Soy una rockera re copada", "Soy un helado de chocolate con almendras" (la seño).
Y ella también pudo ser y fue una vaca. La vaca más hermosa de todas. Y así llegó su voz al taller cuando ya se estaba terminando.
Luego con la tela, donde antes se habían sentado, hicieron saltar a Stitch y lo acunaron también. Lo mismo con la llama de Jujuy. En seguida inventaron una casita y se resguardaron en compañía de la seño.
Y ella siguió estando, jugando, tomando esa nueva oportunidad, en una mañana de casi invierno, en un aula de la Escuela Normal de Paraná. Y ya no hacía frío, porque una vaca calentita pudo llegar por la puerta de tercer grado, del taller de educación sexual integral.
PD: Para los hindúes, una de las religiones predominantes en la India, las vacas son un símbolo de fertilidad. Está prohibido su maltrato, hostigamiento y, por supuesto, su consumo como alimento. Simbolizan a la madre tierra, la naturaleza, la fertilidad y la abundancia.
(*) Dra. en Ciencias Sociales, tallerista ESI Escuela Normal de Paraná, docente UADER, autora del libro "ESI, talleres de cuerpo en juego", Ed. La Hendija / [email protected]
Se hizo la hora del recreo. De regreso, las manos estaban frías, imaginaron que en el centro del aula había una fogata y calentaron sus brazos, piernas, cara, panza.