Juan Franco
Cada 17 de agosto, el Monumento al Padre de la Patria es referencia de los actos centrales provinciales en Venado Tuerto. Aunque, por falta de pago, la estatua ecuestre estuvo a punto de cambiar de destino. Un oportuno aviso aceleró el trámite para traerla e improvisar su instalación en agosto del '51; dos años después sería necesaria una "segunda inauguración".
Juan Franco
A estas alturas, son los menos los venadenses que recuerdan el centro de la plaza San Martín -así se rebautizó en 1910 a la plaza Fair, trazada sobre cuatro manzanas en los orígenes del poblado- sin la estatua ecuestre del General José de San Martín, con su dedo índice apuntando al Oeste, a la Cordillera, escenario de sus proezas para la liberación del sur americano del yugo colonial.
Justamente hoy, 17 de agosto, se cumplen 70 años de la inauguración del emblemático monumento, y el gobernador Omar Perotti presidirá en la plaza San Martín los actos centrales en homenaje al Padre de la Patria.
A poco de asumir la Presidencia de la Nación, en los albores del ’46, el General Juan Domingo Perón se dio a la tarea de reivindicar la figura del prócer, que ni por asomo tenía la centralidad histórica que adquirió a partir de entonces. Se acercaba 1950, el año del centenario del Paso a la Inmortalidad del oriundo de Yapeyú, y el objetivo político era que en cada rincón del país se fortaleciera la cultura sanmartiniana.
Al calor de esa campaña nacional de sanmartinización, según cuenta el historiador Roberto Landaburu en su libro ‘Recuerdos del Venado Tuerto’, el 25 de mayo del ’49 se forma la Comisión Pro-Monumento al General San Martín, en el marco de una asamblea en la Biblioteca Alberdi. Acto seguido se elaboraron estrategias para reunir fondos, y el intendente Pedro Barberis -había asumido el 4 de julio del ’49- se involucró en la patriada y el 19 de marzo del ’50 se inauguró la construcción de la base del monumento, diseñado por el arquitecto Juan José Monti.
Claro que el desafío mayor era la estatua de bronce, encargada a la empresa Sarubbi y Farili, para lo cual Barberis adelantó la suma de 47.235,55 pesos, a cuenta de la recaudación, pero ante la demora de un subsidio provincial de 50 mil pesos, la comisión local debió hacer malabares para compensar ese faltante. Y entre esas carencias económicas y dificultades de pago, la escultura estuvo a punto de cambiar de destino, ya que la habían solicitado desde El Vaticano -presuntamente con el guiño de la Casa Rosada-, al tiempo que se prometía a los venadenses, «para más adelante», una obra de menor tamaño.
¿Cómo se salvó? Según narró Landaburu a Sur24, un granadero oriundo de Venado Tuerto, Dante Miglietta -miembro de la custodia presidencial-, enterado del inminente desvío, advirtió de la situación al intendente Barberis, quien a su vez logró la ayuda providencial de la Comisión Organizadora de la Fiesta del Maíz (que donó 35 mil pesos), y sumando un subsidio municipal, llevaron el dinero a los fundidores y se volvieron con la estatua. Así evitaron una frustración para la ciudad, cuyos vecinos y empresas habían hecho aportes económicos, como también los escolares contribuyeron con una Campaña del Bronce, juntando llaves, canillas y demás.
En ausencia de grúas, levantar las partes de la estatua resultó un dificultoso trabajo, que demandó el montaje de una estructura de andamios. Casi a las apuradas, la obra se inauguró el 17 de agosto de 1951, con la presencia de una agrupación de Granaderos a Caballo, comandada por el propio Miglietta (su familia era propietaria del Hotel Victoria en Sarmiento y Juan B. Justo).
Con rigurosidad histórica, Roberto Landaburu reconoció una «segunda inauguración», el 17 de agosto del ’53 -bajo el gobierno de Ulises Giacaglia-, incluyendo ahora sí el revestimiento de mármol en la base y otros detalles constructivos, además de un inobjetable informe final de ingresos y egresos que rindió la Comisión Pro-Monumento.
A pesar de las peripecias, Venado Tuerto supo darle un final feliz a la novela de la estatua ecuestre de San Martín, la que se inauguró dos veces (en el ’51 y el ’53), y por la rapidez de reflejos del granadero venadense Dante Miglietta no recaló, 70 años atrás, en vecindades de la Plaza San Pedro de El Vaticano.