Por María Teresa Rearte
Por María Teresa Rearte
En los pastores que, según el relato evangélico fueron los primeros en llegar junto al Niño Jesús que había nacido en un pesebre de Belén, están personificados los pobres de Israel y también las almas sencillas, que interiormente viven en cercanía con el Señor (Cf Lc, 2. 15-17). De modo semejante los Magos de Oriente que, guiados por la estrella siguieron el camino que llevaba al lugar del Nacimiento de Jesús, expresan el inicio de la gran procesión de los hombres que a lo largo de una historia de siglos buscan a Dios.
Los hombres que vienen de Oriente representan el mundo de los pueblos, de los gentiles, que en Jesús reconocen y honran al Hijo de Dios y se postran ante él. La fe de la Iglesia llama a esta celebración Epifanía, que significa la gran manifestación de Dios.
Por lo que invito a detenernos para reflexionar en profundidad sobre este acontecimiento que marca el inicio del camino hacia Cristo, que los hombres de todos los continentes, de diversas culturas y modos de pensar y de vivir han recorrido y recorren también en nuestros días para encontrarse con Dios, en el Niño Jesús acostado en un pesebre. En el que se manifiesta la extraordinaria Epifanía del Amor de Dios.
Los hombres que partieron hacia lo desconocido, eran personas de corazón inquieto, que movidos por la búsqueda de Dios querían algo más grande que las seguridades materiales que ya tenían. Se piensa que incluso eran hombres de una posición social acomodada. Y aún doctos, que deseaban profundizar sobre todo el conocimiento de lo que es esencial saber en la vida.
Los Magos venidos de Oriente, como se los conoce, llegaron al palacio real de Jerusalén, preguntando: "¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y venimos a adorarle." (Mt 2, 1-3) "Rey de los judíos" era una expresión del lenguaje pagano. En el ambiente hebreo se hubieran referido al rey de Israel. Pero la expresión pagana "rey de los judíos" volvería a usarse también más adelante en el proceso a Jesús. Y en la inscripción en la cruz, usada en ambos casos también por un pagano. Esto es por Pilato.(Cf. Mc 15, 9; Jn 19, 19-22)
Por lo que cuando los primeros paganos preguntan por Jesús de algún modo se trasluce el misterio de la cruz, indisolublemente unido a la realeza de Jesús. Es bueno meditarlo y evitar la intrascendencia de la mundanidad conque los tiempos actuales rodean la celebración de la Navidad.
Ante la pregunta de los Magos por el recién nacido el evangelio relata que: "El rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén". (Mt 2, 3) Con relación a lo cual los exégetas han resaltado que era comprensible el sobresalto de Herodes, por la aparición de un supuesto pretendiente al trono. Convocados los sumos sacerdotes y escribas le dijeron a Herodes el lugar donde había de nacer el Cristo. Le dijeron: "En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta." (Mt 2, 5)
Después de conocida la palabra de la Escritura sobre el lugar del nacimiento de Jesús, la estrella vuelve a brillar. La creación vuelve a hablar al hombre. El evangelista Mateo se torna muy entusiasta cuando relata la expresión de los Magos: "Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría." (2, 10) Quiero al respecto llamar la atención del lector, porque esta es la alegría del hombre al que la luz de Dios ilumina. Se siente tocado en su corazón. Y experimenta la alegría del encuentro. Sirva como testimonio recordar las palabras del Papa Juan Pablo II al proclamar Beata a Edith Stein, judía, filósofa, convertida al catolicismo, carmelita que adoptó el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz, y mártir, acerca de quien dijo que la suya fue "una existencia que expresa, al mismo tiempo, la verdad plena sobre la persona en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho, hasta que encontró su descanso en Dios."
El relato de Mateo dice que los Magos "entraron en la casa, vieron al Niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron." (2, 22) Este es el homenaje debido a un Dios-Rey. Que a la vez explica los dones ofrecidos al Niño Jesús. Los que son el reconocimiento de la dignidad real de aquél a quien son ofrecidos.
La tradición de la Iglesia ha visto en los dones de los Magos tres aspectos referidos al misterio de Cristo. El oro por la realeza de Jesús, el incienso en cuanto Hijo de Dios y la mirra en relación con el misterio de su Pasión.
La Epifanía del Señor es una grande y hermosa fiesta de la Luz. "¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu Luz, la gloria del Señor amanece sobre ti." (Is 60, 1) De este modo la liturgia de la Iglesia sintetiza el sentido de esta celebración. Ha venido al mundo el Salvador. El que es la Luz verdadera para los hombres, empezando por los humildes pastores que fueron los más cercarnos que acudieron al pesebre de Belén. Y luego por los Magos de Oriente que llegaron luego de recorrer largas distancias, afrontar los riesgos de toda trayectoria, y las fatigas del viaje. Unos y otros nos invitan a comprender cuánta necesidad tiene nuestro tiempo de esa Luz divina. Y de profundizar más allá de las apariencias e incluso de las costumbres desordenadas que hoy se visualizan, para encontrar el camino que conduce a Dios.
Es importante para todos nosotros en el curso de las propias experiencias personales buscar, profundizar y afianzar la peregrinación de la fe, sin ceder a los atractivos de la comodidad y la frivolidad que puedan resultarnos fácilmente tentadores.
No obstante nuestras limitaciones y la complejidad de las circunstancias presentes, la Solemnidad de la Epifanía del Señor es una invitación a perseverar -con alegría- en el camino de la fe.