Alejandro Gauffin S.J.
Rector del Colegio Inmaculada
Estamos celebrando los 400 años de la llegada de los jesuitas a Santa Fe. El 9 de noviembre de este año tendrá lugar el acto central de nuestro festejo. La Compañía de Jesús, extendida en los comienzos del siglo XVI por muchos lugares de Oriente y Occidente, envió sus primeros hombres a Santa Fe y ellos, por mandato del Cabildo, fundaron este colegio que hoy es y seguirá siendo el primer colegio del territorio nacional.
Se estaban cumpliendo entonces 60 años de la fundación de la Compañía. Faltaban 200 para la declaración de la Independencia. Antes y después, los jesuitas estuvieron.
Hoy, dos años después de la congregación general 35, podemos proclamar con convicción las palabras de la misma: “De este modo comenzaron una historia, encendieron un fuego que fue transmitido de generación en generación a todos aquellos que se encontraron con la Compañía; ello hizo posible que los relatos personales de muchas generaciones estén grabados en el conjunto de la historia de la Compañía. Esta historia colectiva constituye el fundamento de su unidad; en su centro estaba Jesucristo. A pesar de las diferencias, lo que nos une a los jesuitas es Cristo y el deseo de servirle: no hacernos sordos al llamamiento del Señor, sino prontos y diligentes para cumplir su santísima voluntad”.
Nuestra historia, como la de la Compañía, es una sola. Los relatos son muchos, las miradas pueden ser distintas, es historia colectiva que se une en la persona de Cristo y que es celebrada por nosotros, protagonistas de la misma.
Nos sabemos protagonistas de esa historia. La alegría de Dios es contagiosa: él hace fiesta por el regreso del hijo pródigo. El pastor se alegra por una sola de sus ovejas. La mujer se alegra por haber encontrado la moneda perdida y festeja con sus amigas. Lo propio de Dios es la alegría, y la fiesta se da en el corazón.
Celebrar con el corazón supone ser parte de esa historia y conocerla. Nuestro Colegio tiene muchísimos rincones que evocan momentos, relatos. El cuadro de Nuestra Señora, la vieja campana en el Patio del Sagrado corazón, el Observatorio en el ábside del edificio del Colegio, los patios con sus nombres, el jardín, la primaria y la secundaria... Muchos relatos, una sola historia que tuvo su origen en la actual Cayastá.
Un celebración que mira al pasado pero está anclada en el presente. Esta evocación conjunta entre el ayer y el hoy nos invita a todos a animarnos a ser protagonistas de esta etapa histórica por la que transitamos. El ayer, decimos en el lema de nuestro jubileo, es todavía. El hoy, volvemos a decir, será mañana. Porque caminamos en la esperanza de que lo que sembramos hoy, tiene que ver con el ayer porque así lo hicieron nuestros padres pero, al mismo tiempo, es siembra que permitirá cosechar mañana, en los corazones de estos niños y jóvenes.