El derretimiento y la excesiva saturación del “permafrost”, la capa de suelo cuya temperatura se ha mantenido por debajo de cero grados centígrados durante miles de años, causan la emisión a la atmósfera de grandes cantidades de óxido nitroso, un poderoso gas de efecto invernadero.
Así se pone de manifiesto en una investigación de la Universidad de Copenhague que publica en su último número la revista “Nature”.
El óxido nitroso es un poderoso gas de efecto invernadero, por lo que se considera que las emisiones de este gas son parcialmente responsables, junto con el dióxido de carbono, el metano y algunos aerosoles, de provocar el calentamiento global.
El 25 por ciento de la superficie de la tierra en el hemisferio norte está cubierta por el “permafrost” y el proceso de calentamiento del planeta amenaza con derretir estos suelos, con lo que eso implica de aumento del efecto invernadero.
El profesor de la Universidad danesa Bo Elberling se ayudó de experimentos de laboratorio para examinar el efecto del derretimiento en la producción de óxido nitroso en las muestras de suelo de “permafrost” recogidas en Groenlandia.
La constatación fue que el derretimiento y el drenaje de los suelos tenían un impacto escaso en la producción del citado gas, pero que “la re-saturación de los suelos drenados por efecto del agua procedente de los suelos congelados multiplicó por más de veinte veces la producción de óxido nitroso”.
“Casi una tercera parte del óxido nitroso producido en este proceso fue emitido a la atmósfera”, añadió el estudio.
“Permafrost” es una palabra que procede de la contracción inglesa de los términos ’permanent’ (‘permanente’) y ‘frost’ (‘helado’) y fue acuñada por el ingeniero del ejercito norteamericano S. W. Muller en 1943 para referirse a la parte del subsuelo terrestre que permanece siempre congelado.
Con una edad geológica de entre 10.000 y 15.000 años, esta capa ocupa una cuarta parte de las tierras emergidas del planeta y se encuentra sobre todo en las zonas polares y en Groenlandia, aunque también hay en Canadá, Alaska, el norte de Europa, Asia y la Antártida.
Una de las utilidades más importantes del estudio del “permafrost” reside en que constituye un verdadero registro de las temperaturas del planeta en los últimos siglos.
Fuente: EFE