La noticia de la muerte de María Branyas Morera resonó en todo el mundo. No es para menos: a los 117 años, era la persona más anciana del planeta; hito por el cual era apodada cariñosamente como la "abuela del mundo".
Con una visión simple pero profunda de la vida, fue testigo y a la vez protagonista de los eventos más relevantes de la historia reciente de la humanidad, atravesando dos guerras y dos pandemias.
La noticia de la muerte de María Branyas Morera resonó en todo el mundo. No es para menos: a los 117 años, era la persona más anciana del planeta; hito por el cual era apodada cariñosamente como la "abuela del mundo".
Este martes 20 de agosto de 2024, su familia confirmó que falleció "en paz y sin dolor, mientras dormía", cumpliendo así su deseo de una partida tranquila en el hogar para la tercera edad en la localidad catalana de Olot, donde vivía desde hace algún tiempo.
En el mensaje, la familia transmitió algunas de las últimas palabras que Branyas expresó hace tan solo algunos días atrás. "Un día que desconozco, pero que está muy cerca, este largo viaje habrá terminado. La muerte me encontrará gastada de haber vivido tanto, pero quiero que me encuentre sonriendo, libre y satisfecha", dijo entonces. Y añadió: "No lloréis, no me gustan las lágrimas. Y, sobre todo, no sufráis por mí. Ya me conocéis, allá donde vaya seré feliz, pues de algún modo os llevaré siempre conmigo".
Pero detrás del comunicado, se esconde una vida tan extensa como increíble, marcada por eventos históricos, retos personales y una fortaleza envidiable que María Branyas legó al mundo.
Superando los 100 años, una de las características de su historia fue su capacidad para adaptarse a los tiempos sin perder su esencia, pese a los distintos momentos convulsionados por las guerras. Vivió además el progreso tecnológico, desde la llegada de la radio hasta la irrupción de internet, conectada con el mundo. Y a pesar de su avanzada edad, durante el último período de su vida superó la pandemia del Covid-19 con vigor.
María Branyas nació en San Francisco, California, el 4 de marzo de 1907, en el seno de una familia de origen catalán. La vida de los Branyas no era diferente a la de miles de inmigrantes que por aquellas épocas llegaban a los Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades. Sin embargo, sus padres decidieron regresar a España en 1914, cuando María era aún una niña. El viaje no fue sencillo: su padre falleció de tuberculosis durante la travesía en barco, un trágico evento que marcaría su infancia.
Una vez en España, la familia se estableció en Barcelona. Allí, María transcurrió su adolescencia en una época convulsionada por la Primera Guerra Mundial y la posterior inestabilidad política y económica en Europa. Aun así, logró formarse como enfermera, una profesión que desempeñaría durante algunos años antes de dedicarse de lleno a su familia.
Branyas sobrevivió a la pandemia de gripe de 1918 (también llamada gripe española), a dos guerras mundiales y a la Guerra Civil española. Durante los años que estuvo con vida pasó casi todo el Siglo XX. Fue testigo del nacimiento y la desaparición de la Unión Soviética, o incluso de los dos campeonatos del Mundo de Uruguay.
En 1931, María contrajo matrimonio con un médico y juntos formaron una familia. Vivieron los duros años de la Guerra Civil Española (1936-1939), una experiencia que definió su vida al igual que la de millones de personas.
Pero María, de la mano de sus tres hijos y su esposo, continuó su vida en Cataluña mientras el país se recuperaba de los estragos del conflicto. El fin de la guerra no trajo consigo estabilidad inmediata, sino que dio paso a la dictadura franquista, otro episodio histórico que María atravesó.
En diversas entrevistas, María mencionaba que, para ella, el secreto de la longevidad radicaba en fue rodearse de un entorno feliz, a la vez que buscaba pequeños momentos de soledad para meditar y mantener su mente en paz.
Su dieta también reflejaba esta filosofía: María no seguía dietas restrictivas ni buscaba alimentos “milagrosos”. En cambio, apostaba por lo simple y saludable, con el yogurt como uno de sus alimentos favoritos. Según ella, era un "alimento de siempre con un sinfín de propiedades positivas para el organismo".
A María Branyas le tocó atravesar en 1918 a la pandemia de la llamada "gripe española", provocada por una mutación gripal aviar, que se llevó la vida de más de 147 mil personas y otras más de 123 mil por complicaciones derivadas de la infección.
Luego, ya con más de un siglo de vida sobre sus espaldas, también se enfrentó a uno de los desafíos más recientes que atravesó la humanidad: la pandemia de Covid-19. En 2020, contrajo el virus a la edad de 113 años, pero su fortaleza sorprendió al mundo. Se recuperó en pocos días, demostrando que su salud era casi tan resistente como su espíritu.
Su hija, Rosa Moret, comentó en una ocasión que su madre “nunca había sido hospitalizada ni había sufrido una fractura”. Esto llevó a varios investigadores, como un equipo de la Universidad de Barcelona, a estudiar su ADN para descubrir las causas de su excepcional longevidad.
El 17 de enero de 2023, tras la muerte de la monja francesa Lucile Randon, María Branyas se convirtió en la persona más longeva del mundo, un título reconocido tanto por el Grupo de Investigación Gerontológica de Estados Unidos como por el libro Guinness de los récords.
Este reconocimiento atrajo la atención mediática global, pero para María, la fama era algo anecdótico. Aún en su avanzada edad, mantenía una mente lúcida y un agudo sentido del humor, algo que reflejaba en sus comentarios y anécdotas.
Ahora, con el fallecimiento consumado de Branyas, la persona más anciana de la tierra es la japonesa Tomiko Itooka, que nació el 23 de mayo de 1908 y tiene 116 años, de acuerdo a los registros del Grupo de Investigación Gerontológica de Estados Unidos.
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