Mientras la ciudad decide qué medidas tomar, hay miradas de vecinos y comerciantes contrapuestas sobre los “cuidacoches”. Es que las opiniones están bien divididas entre los “nuevos” trapitos y los de la “vieja guardia”, por llamarlos de algún modo.
Para algunos, prohibirlos es la mejor opción; para otros, la solución es regularlos y, otros, creen que hay que incluirlos de algún modo.
Mientras la ciudad decide qué medidas tomar, hay miradas de vecinos y comerciantes contrapuestas sobre los “cuidacoches”. Es que las opiniones están bien divididas entre los “nuevos” trapitos y los de la “vieja guardia”, por llamarlos de algún modo.
Personas que se dedican a cuidar los autos o motos de la calle no es algo novedoso de estos tiempos. De hecho, se trata de una actividad que acumula bastantes décadas. Lo que cambió ahora son las generaciones y los negocios espurios que emergieron detrás de este tipo de tareas.
Aunque hoy parezca extraño, hubo un tiempo en el que el “cuidacoche” era una suerte de “amigo” del vecino o vecina. Para muchos, durante un tiempo, se trataba de un trabajo honesto y humilde. Desde dejarle las llaves del coche para que lo laven, lo estacionen o hasta que les cuiden un rato a los hijos, son solo algunas de las anécdotas que quedaron solamente en el recuerdo.
Con un aumento desmedido de la pobreza y falta de oportunidades, muchas nuevas generaciones se volcaron a la actividad como una forma de hacerse unos pesos. Sin embargo, junto con ellos, también se fueron incorporando mafias extorsionadoras y delincuentes disfrazados de “cuidacoches”.
Resulta que hay zonas estratégicas de la ciudad como, por ejemplo, Pichincha, avenida Pellegrini, Monumento a la Bandera, microcentro, avenida San Martín (zona sur), entre otras, que tienen mucho movimiento y rotación de vehículos por cuadra, lo que deja una suma interesante para quienes las cuidan.
La deformación de la actividad creció y se expandió a los alrededores de las canchas de fútbol, eventos deportivos, espectáculos masivos y demás, con saldos extravagantes (entre $500 y $1.000 por coche). Al final de la jornada, la recaudación es muy jugosa.
Al enterarse la semana pasada de que en el Concejo estaba la comisión de Control, Convivencia y Seguridad Ciudadana trabajando, vecinos y vecinas de barrio Martin y alrededores, se acercaron para expresar su reclamo a la actuación de “trapitos” que se encuentran en el sector.
Entre los diversos relatos, algunos que llamaron la atención fueron los de comerciantes que afirmaron que “está bajando la recaudación” en los negocios de la zona por la presencia de “cuidacoches”.
Resulta que hay muchas personas que “se cruzan de calle” o directamente “evitan algunas cuadras”, porque ven que hay “varios trapitos” y les da “miedo”. Entonces, “yo que tengo este quiosco hace un montón de años por acá en Primero de Mayo, veo que entra menos clientela”, relató a El Litoral un comerciante histórico del barrio.
Otro de los vecinos expresó a los concejales que en el barrio se fueron “multiplicando” los “cuidacoches” y que se nota un aumento de la “delincuencia” y “vandalismo”. A su vez, aseguró que tuvieron una reunión con la secretaria de Control y Convivencia municipal, Carolina Labayru, sobre el tema.
También recalcaron que hay porteros de edificios de la zona que son “amenazados” y que trabajan con “temor” ante el aumento de la presencia de trapitos. Es que, en muchas ocasiones, al conocer a los propietarios o inquilinos de los inmuebles, salen a defenderlos ante la “extorsión de pedirles $1.500 o $2.000 para cuidarles el auto” y se generan momentos “tensos”.
No sólo eso, el comerciante de calle Primero de Mayo –a pocas cuadras del Monumento a la Bandera- agregó que por la noche “se dan muchas peleas entre ellos por querer ocupar las cuadras” y que, además, “se nota que corre mucha droga”, lo cual genera “mucho miedo” en el barrio.
Osvaldo tiene 58 años y está próximo a cumplir 59. Desde los 18 años que trabaja cuidando autos y motos. Anduvo casi por todo Rosario: desde zona sur hasta en el norte y de este a oeste. Ahora se maneja en una zona periférica del microcentro. Encontró un recoveco allí donde puede trabajar y tener “buena onda con los vecinos”, según contó a El Litoral.
La cosa se “desmadró” en los últimos “diez o quince años”. “Ahora se ve que hay muchos pibes quemados por la droga, otros vivos que se aprovechan y roban y, también, las mafias que meten varios pibitos para copar zonas de mucha recaudación”, contó sin querer ofrecer más datos personales que su nombre, porque “acá nos conocemos todos”.
Por calle Cochabamba hay varios vecinos y vecinas que lo conocen y hablan muy bien de él. “Es muy respetuoso y trabajador”, “desde temprano se lo ve tomando mate y cuidando”, “es muy prolijo en su labor y muy simpático”, son algunos de los testimonios que pudo recaudar este medio.
Osvaldo recordó que hace 20 ó 25 años atrás “la cosa era totalmente diferente”. “Imaginate que cuando estaba en la zona de Hospitales, yo acompañaba a algunos hijos al colegio; ¡esa confianza me tenían los padres!”.
“En mi caso no pude estudiar y tuve que salir a trabajar de chico. Hice de todo. Como ‘cuidacoche’ empecé de pendejo y me formé viendo como laburaban otros. Me enseñaron valores y principios, me explicaron que era un trabajo, humilde, y que había que respetar a las personas. Yo ofrezco un servicio que uno puede querer o no y no hay que enojarse”, siguió.
“Lamentablemente ahora nuestra tarea está totalmente mal vista. Yo veo gente que me tiene miedo, porque no me conoce. Pero entiendo que les pase eso, porque las calles ahora están llenas de pibitos que hacen cualquier cosa y no respetan nada. Buscan hacer plata rápido para comprar droga o trabajan para algún mafioso”.
Sobre la posible regulación de la actividad que está debatiendo el Concejo, Osvaldo entiende que “estaría bueno”, así “se puede separar a la gente que quiere trabajar de la que hace daño”, porque “ratas” hay en “todos los trabajos”, pero “eso no quiere decir que seamos todos iguales”.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.