El Litoral
Ecología política, justicia e injusticia ambiental, una invitación a pensar los mecanismos de producción de conocimientos y la importancia de que la comunidad se involucre en los procesos locales que la afectan de manera directa.
El Litoral
Nancy Balza - nbalza@ellitoral.com
El cambio climático y la gestión medioambiental, productiva, hídrica y urbana fue uno de los ejes sobre los que se organizó el 4° congreso Santa Fe Red de Ciudades que se desarrolló durante los días 7 y el 8 de abril en esta capital. en ese marco, expuso Dimas Floriani, experto en Estudios Socioambientales de la Universidad Federal de Paraná (Brasil). El tema convocante fue “El cambio climático a nivel global: perspectivas y estrategias de gestión”.
Pero la disertación trascendió ampliamente al título, para aportar, entre otras definiciones, que “el signo negativo de la modernidad es sin dudas el problema medioambiental”, o para hablar de justicia e injusticia ambiental e introducir el concepto de ecología política, que “exige acciones y tomas de decisiones que impliquen involucrar a las personas que viven en el territorio, y conviven con la naturaleza, sus bondades e inclemencias”.
Con una sólida formación en ciencias humanas -Floriani viene del campo de la filosofía, la sociología y la economía política-, advirtió que “cuando se aborda la dimensión socioambiental se lo tiene que hacer con una perspectiva crítica y develar los significados que los distintos actores construyen acerca de la idea de naturaleza y desarrollo”. Y para que los participantes sepan “desde qué lugar” estaba hablando, presentó dos videos con experiencias desarrolladas para la| integración de migrantes, en el marco de la Casa de América Latina (Curitiba) de la que es coordinador académico.
“Nos separamos de la tradición como algo superado, tenemos que mirar hacia adelante porque el retraso no sirve a nadie y sin embargo el avance sirve (pero) no a todos, porque está anclado en un sistema desigual de los recursos”; también desde esa definición, se posicionó en otro tramo de la conferencia que fue presentada por el ministro de Medio Ambiente de la provincia, Jacinto Speranza.
Efectos y desafíos
Floriani invitó a “pensar los mecanismos de producción del conocimientos” que está atravesada por un concepto de ciencia y que va desplazando a los otros procesos sociales del conocimiento. “De hecho, me he planteado eso a partir de una idea crítica: si se trata de una ciencia pública y una ciencia pertinente lo que hacemos desde la universidad”.
Sobre la producción de conocimiento en nuestro país y en Santa Fe, está muy bien informado: durante las últimas tres semanas previas al congreso se dedicó a leer estudios realizados en recursos hídricos y modelos de producción. “Lo que aprendí en estas semanas no es para decirles lo que tienen que hacer”, aclaró Floriani y destacó los procesos concertados, que exigen formas de sociabilidad y de organización social para buscar respuestas juntos y que a nivel local “son fundamentales”. Algunos de estos conceptos los amplió luego, en diálogo con El Litoral.
—¿Todos los fenómenos climáticos extraordinarios que atravesamos en los últimos años se pueden adjudicar al cambio climático?
--Depende de lo que uno considere como impacto sobre los modos de vivir, la organización de los biomas y de los ecosistemas. Hay que entenderlo como una perspectiva, una tendencia. Si uno considera que los modelos de desarrollo, de organización económica y social de nuestras sociedades así lo hacen, seguramente que el cambio climático es un elemento central para pensar cómo están puestos los desafíos. La gente se dio cuenta de que la idea del antropocenio reconoce que los modelos de desarrollo están en la base del cambio climático. Hay una dialéctica que hoy es insoslayable, no hay cómo pensarlo de una manera distinta. El tema es que, en términos mundiales, hace 20 años que están discutiendo la cuestión de los cambios climáticos, han desarrollado mecanismos para reglar esto, pero se pone como un desafío, no como una forma de sabiduría que se instala a partir del reconocimiento del problema. Porque están en juego muchos intereses de orden económico, una estructura de organización tecnológica, una forma de acceder a la energía fósil conectada a los recursos combustibles y una matriz energética que todavía es el petróleo. Esto no se cambia de la noche para el día, va a depender de la aceleración del proceso de poner en riesgo las condiciones de vida básicas y seguramente los países más poderosos tendrán que sufrir directamente las consecuencias de ese modelo para que puedan acelerar el proceso de cambio de matrices.
—¿Cuáles son los principales efectos del cambio climático en América Latina?
--Uno lo ve y ustedes lo difunden por la prensa todos los días: inundaciones, desastres, o aquellos fenómenos que son de orden lejano como los temblores y los terremotos. Pero hay otros que son netamente producidos por razones del antropocenio que están en la raíz de los procesos de cambio climático que estamos observando. Entonces, los fenómenos quizás son irreversibles y eso es lo más dramático; por ejemplo, los fenómenos del Niño o La Niña que son regulares, que se repiten desde hace mucho tiempo y que vinieron para quedarse. Y uno sabe que hay una correlación muy estrecha entre desastres y pobreza, porque en general quien sufre más es la gente marginada, que no tiene lugares adecuados para vivir en las ciudades.
Una ciencia pertinente
—Éste es un tema de la academia: de las ciencias duras, por un lado, y las ciencias sociales por otro. ¿Cómo podemos hacer para que se logre una interrelación entre ambos campos?
—Es un proceso de cambio cultural, de presión de la sociedad que es la que financia la producción del conocimiento para que pueda exigir una devolución del servicio que financia. No se trata sólo de eso sino también de cuestiones éticas, de una ciencia pertinente, capaz de presentar soluciones a los problemas que estudia como un objeto neutral y lejano. Es un mix, un combinado de situaciones que hacen que tengamos que cambiar la mentalidad para salir de lo corporativo hacia una ciencia aplicada y pertinente.
—¿Su país lo ha logrado?
—Parcialmente, porque uno tiene que luchar contra las lógicas corporativas y los intereses corporativos de que uno hace ciencia siempre de la misma manera, en laboratorio. Después, si hay alguien que compra los servicios, mejor, y si no, pongo los resultados de mi investigación en la biblioteca. Es un sistema muy cerrado en sí mismo, tienen que democratizarse más los procesos de producción del conocimiento.
—Sobre todo porque el estudio de los suelos, de los ciclos del agua y de los fenómenos hidrológicos pertenece al campo de las ciencias, pero su impacto es sobre la sociedad.
—Sin duda y eso también depende del grado de involucramiento de las sociedades y de las organizaciones sociales para que dé resultados efectivamente concretos. se hace la investigación pero no se devuelve nada a la sociedad, lo trata como objeto pero no como sujeto de la investigación.
—¿Cómo se hace para que la comunidad local se involucre en un concepto tan global como el cambio climático?
—Desde el momento en que se mira y se encuentra involucrado en este proceso. en la conferencia, hablaba del ejemplo de Esquel, en Chubut (donde la comunidad se opuso a la explotación de una mina de oro y plata); ahí la gente estaba involucrada, tuvo formas creativas de oponerse, resistir y organizarse. Como dice la gente “la montaña y la codicia están ahí porque el oro sigue ahí”. Pero existe este movimiento de resistencia para que la gente no sea obligada a migrar. Es una cuestión de motivación, pero también de involucrarse en los procesos y generar respuestas adecuadas. Esto tiene consecuencias muy interesantes a nivel de la organización comunitaria y es un ejercicio de democracia local, de construcción de procesos democráticos participativos.