El Liceo Militar de Santa Fe cumple 75 años: cómo es un día en la vida de un cadete
Quienes pasaron por las aulas del Liceo Militar “Gral. Belgrano” generan una fuerte relación de arraigo con el lugar, que trasciende las fronteras del tiempo y se inmiscuye en sus propias familias. El testimonio de algunos de ellos, en el día de la conmemoración de los 75 años de su creación.
Desde el drone de El Litoral. Así lucen las instalaciones del Liceo. Crédito: Fernando Nicola
Cuando se menciona al “Liceo Militar”, muchos piensan en cómo es la vida de un cadete. Son jóvenes de entre 12 y 18 años que desarrollan sus estudios secundarios en uno de los nueve Liceos Militares del país. Dos de ellos son de la Armada; uno de la Fuerza Aérea y seis del Ejército. Entre ellos, está el “Gral. Belgrano”, ubicado en la ciudad capital de Santa Fe y donde egresaron miles de jóvenes a lo largo de sus 75 años que se cumplen este jueves 10 de noviembre. Este hito lleva a compartir un día como cadete, conocerlos y saber de qué se trata su formación, en la voz de ellos mismos, pero también de sus autoridades y padres, y de quienes ya vivieron la experiencia.
Es necesario destacar que hay dos regímenes de revista. Por un lado los pupilos, que ingresan los domingos a la noche y salen de franco los viernes al mediodía. Ellos tienen cubierto – a través del pago de una cuota mensual - el alojamiento, todas las comidas y medidas de seguridad durante su estadía dentro del instituto. Suelen ser los oriundos de localidades ajenas a la ciudad de Santa Fe. Finalmente están aquellos que ingresan todos los días a las 07 y se retiran entre 16.30 y 18, los medio-pupilos.
Para un internado, las actividades diarias comienzan aproximadamente a las 6.30 todos los días. Se higieniza, acondiciona su habitación y desayuna. A las 7.20 ya se encontrará con quienes llegan de sus hogares, darán las novedades al oficial que está a cargo de sus actividades y marcharán al aula.
Las actividades académicas de 7.30 a 12.30 son de lunes a viernes e incluyen las materias de cualquier currícula de escuela secundaria. En los años avanzados los cadetes deben elegir una especialización para su bachillerato: en Ciencias Sociales o Naturales.
Una vez superada la primera etapa del día en las aulas, los cadetes se colocarán rápidamente sus uniformes de gimnasia y desarrollarán actividad física durante una hora con profesores civiles que les demandarán exigencias acordes a su curso, edad y estado de salud general. Al margen de ello, se los motivará y entrenará en la práctica del deporte preferido y competirán contra instituciones civiles o en Interliceos, a fin de año.
Luego de una ducha y un almuerzo centralizado en el gran comedor, los adolescentes irán a las aulas nuevamente a las 15. Tendrán una etapa de preparación escolar con preceptores o docentes especializados hasta las 16.30, cuando se retira la primera tanda de medio-pupilos.
Tras un recreo, tendrán la oportunidad de asistir a talleres optativos académicos o deportivos hasta las 18.30. Del mismo modo, podrán utilizar esa hora y media para estudio responsable. A esa hora se retiran los semi-internados que aún permanecen dentro del Liceo.
Hasta las 20, los pupilos tendrán tiempo de recreación. Tomar mates, jugar juegos de mesa como ajedrez, pool o metegol son algunas de las variables. También escuchar música, leer un libro o mirar una película. Incluso están quienes aprovechan el tiempo para terminar un trabajo práctico o tareas para el día siguiente. Luego, llega la hora de la cena.
Liceístas en plena clase. Crédito: Fernando Nicola
A las 20.30 todas las actividades finalizaron. Al cadete solo le resta dejar todos los espacios individuales y comunes en extremo cuidado y limpieza e ir a descansar. Se les autorizará un lapso extra de tiempo de estudio a quienes lo requieran. Los alojamientos son tres, separados.
Se organizan por Escuadrones. En uno están todas las mujeres y en los otros dos los masculinos, que se dividen entre pupilos y medio-pupilos.
Vale destacar que los días miércoles, el horario escolar de la tarde es reemplazado hasta las 18.30 por instrucción militar. Es el momento de la semana donde son formados teóricamente por sus Oficiales Instructores. Allí reciben un barniz militar, el necesario para egresar como subtenientes de Reserva del Arma de Caballería del Ejército. Llevarán esos saberes a la práctica unas cuatro veces al año. Será en cuatro semanas distribuidas en todo el ciclo y que se trasladarán a distintas Unidades Militares de la provincia y Entre Ríos.
No es menor que el Liceo cuenta con una guardia médica las 24 hs. y con profesionales de la salud que asisten durante los horarios hábiles para cuidar la salud de todos los integrantes del establecimiento. La seguridad es la prioridad en todas las actividades desarrolladas, al igual que la capacidad de reacción ante cualquier vicisitud.
En diálogo con El Litoral, la dragoneante mayor Valentina Pintos (abanderada) destaca que “el Liceo nos dio todo” y con eso se refiere, principalmente a que “uno sale de acá siendo un líder” por haber recibido también “herramientas que nos van a servir para la vida”.
Por su parte, la dragoneante principal Milagros Morello Deppeler indicó que “aprender a mandar es una experiencia única. Uno tiene que aprender a acatar y es un paso fundamental antes de ejercer el mando. Es una experiencia única tener la oportunidad de instruir a otro y enseñarle”. Sobre su experiencia personal, contó que sus “primeros dos años antes de la pandemia fueron extrañando a mi familia, pero ahora mis compañeros de curso son mi familia”.
El cadete de 5to. Año, Lucas Lodolo, aseguró llevarse “las experiencias con mis camaradas” y destacó que, dentro del Liceo, “cuando tenemos un error, siempre tenemos un camarada al lado que quizá nos sugiere verlo de otra forma”. Asegura que siempre tendrá presente “el sentimiento de familia que se genera, no solamente con los compañeros de curso, sino con todo el Cuerpo de Cadetes en general” del mismo modo que el “sentido de pertenencia que se tiene que tener para estar acá parado, en una formación, cantando frente a la Bandera”.
De cara a lo que viene, “con los estudios académicos que me dan acá, tengo todas las herramientas académicas para afrontar mi carrera universitaria”, dijo Franco Pieropan Chediac, que quiere ser médico y está en cuarto año.
El Director del Liceo Militar, teniente coronel Álvaro Cornejo Diez, habló con El Litoral y reafirmó que el objetivo es “formar buenos argentinos” en un trabajo que tiene el “concepto de evolución” con el avanzar de los niveles educativos. En cada uno de ellos, explica, se mantienen “firmes valores” en la transmisión de conocimientos.
Sobre el desafío de ser la máxima autoridad, explica que su gestión es “la continuidad de muchas anteriores, que están marcadas por una identidad” y que se hace mucho más sencillo cuando “la comunidad liceísta, la familia liceísta, está totalmente consolidada y esa es la marca registrada de este Liceo”.
Como emblema, Álvaro Cornejo Diez subraya que “los principios son irrenunciables, desde el punto de vista de la educación y la formación integral de los alumnos y cadetes”.
“No es mejor ni peor, es diferente. Por eso es muy difícil de explicarlo a alguien que no lo vivió”, dice a El Litoral Daniela Caldentey sobre el Liceo Militar. Egresó con la promoción 53, una de las primeras en integrar mujeres. Sobre eso, cuenta que “siempre para la mujer se torna un poco más complicado, pero son lindos los recuerdos que uno tiene del instituto” y, por eso, “uno siempre queda ligado con la institución, más allá de que muchos docentes incluso ya no se encuentren más”.
Caldentey destaca “todos los valores que nos deja” y que uno mantiene “donde se desempeña después”. Y menciona “el respeto hacia las instituciones en general, los símbolos patrios, hacia un superior o mayor y a tener un trato cordial”. En la misma línea justifica la continua presencia en el entorno liceísta al mencionar que el “sentido de pertenencia uno lo sigue teniendo, y por eso cuando se lo solicita, uno siempre está”.
El Teniente Coronel Alberto Camargo es el Subdirector del Liceo. También egresó de él con la promoción 42, la primera que adoptó las formas del arma de Caballería (antes todos eran de Infantería). Del mismo modo, ahora, sus hijos estudian en el lugar. Consultado sobre por qué eligió la carrera militar y ser Oficial del mismo arma, contó que “cuando llegó a la Caballería, me llamó la atención todo lo que trabajamos ese año, principalmente los (vehículos) blindados”.
Para Camargo, “lo más importante de ser Liceísta es la amistad que perdura en el tiempo y la formación militar, que le permite a uno fortalecerse para el futuro profesional que uno vaya a adoptar, sea la carrera militar o cualquier otra civil”. En esa línea sostiene necesario destacar que en el Liceo “siempre prevalece lo académica, uno tiene una buena base y genera buenos hábitos de estudio para el futuro profesional”. Sobre el presente de su entorno particular, siente “una inmensa satisfacción volver al Liceo como autoridad y que mi familia sea parte de la familia Liceísta”.
Carlos Casabianca es el Liceísta más antiguo consultado en esta ocasión. Es de la novena camada de egresados. Sin embargo, su arraigo sigue como el primer día. A tal punto, que integra el Centro de Ex Cadetes. Este tipo de organizaciones, como la Unión Liceísta en el centro-oeste provincial, se dedica a promover, promocionar y difundir el espíritu Liceísta entre los jóvenes del momento. Roberto reconoce que lo hace proyectando que otros niños puedan vivir lo que él pudo en su adolescencia.
Casabianca destaca que “el Liceo sirvió para reforzar la formación recibida en mi casa” y ejemplifica fácilmente el vínculo que se genera con sus pares al señalar que “es hijo único, pero cuando ingresé al Liceo me encontré con 205 compañeros que se iban a transformar en hermanos”.
Sobre lo inentendible que significa esa relación para el resto de la sociedad, su respuesta es simple: “nosotros, los Liceístas, sí lo entendemos”. Al preguntársele si aún, después de tantos años, encuentra ese toque de distinción en los actuales Cadetes afirma que lo ve en los chicos, “los noto distintos. Hay una gran ponderación de los valores. Lo que sucede acá es maravilloso”, remata.
Alejandra es madre de un ex Cadete, de una actual Cadete y una alumna que se encamina a serlo. Si faltara más, su esposo también pasó por el Liceo Militar. Ella, como mamá, lleva 16 años vinculada al lugar. “Me siento contenida como mamá y los chicos como alumnos en su todo, desde los docentes, el Centro de Orientación Educativa y la parte militar”, apunta.
Postal del comedor. Crédito: Fernando Nicola
Sobre los requerimientos del día a día para sus hijos, señala que “la exigencia no es extrema, es prepararlos para la vida adulta. Es darle independencia desde los 12 años, pero siempre con el acompañamiento institucional y familiar”. En el mismo sentido, destaca que, a su hija ya egresada, pasar por el Liceo “le dio las herramientas para ingresar al mundo laboral: la disciplina, cumplir horarios, usar un uniforme” y entender que “no son cosas que limitan, sino que aportan”.
Julio César tiene dos hijos que son Cadetes. Uno empezando y otro terminando. Él valora el trabajo mancomunado y de familia entre todas las madres y padres que instruyen a sus hijos en el Liceo. No es menor destacar la existencia de un Centro de Padres de Cadetes y Alumnos que lleva adelante acciones solidarias para toda la comunidad en sus tres niveles y traslada inquietudes desde y hacia las autoridades. Julio distingue precisamente que “los padres que acompañamos a nuestros hijos y a los que no lo son, también, en la camaradería y en el amor al prójimo, creemos en la institución”.
En épocas de tanto dinamismo y cambios en lo cultural, el papá afirma que “hay un cambio en la sociedad que nos dice que la educación comienza con la primera escuela, que es la casa. Esta institución continúa con los lineamientos de verdad, justicia y responsabilidad que debemos tener todos los argentinos”. La enseñanza en el Liceo “es la continuidad de los valores nacionales”.
Sobre sus hijos, Julio cuenta que “ellos se ven contentos con descubrir el Liceo a partir de la secundaria, donde ingresan directamente al área militar y se ven realmente identificados” y siente que, como papás, “tenemos una responsabilidad social y el amor no tiene que ver solamente con la institución, sino con cada uno de los que han pasado por este lugar y ha dejado su huella”.
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