Siria dispone de dos bases rusas en su territorio. Una sobre el mar Mediterráneo para la flota rusa que así evitaba un largo periplo para llegar a aguas internacionales desde el Mar Negro pasando por el estrecho de Turquía. Así Tartús fue creciendo en su valor estratégico junto con la base aeronáutica de Jmeimin ubicada a poca distancia y que permitió un despliegue rápido cuando las fuerzas de Al Assad necesitaban reprimir alzamientos.
Ahora bien, el presidente ruso Vladimir Putin decidió que Ucrania estaba manejado por nazis y que debían hacer caer el gobierno de Volodomir Zelenski con una incursión militar que duraría -según los cálculos de los generales del Ministerio de Guerra ruso- unas pocas horas.
En menos de una semana la bandera rusa ondearía sobre Kiev y el expansionismo habría ganado una importante batalla ante el temor de que Ucrania se sumase a la OTAN. Desde aquel lejano 24 de febrero de 2022 se han superado largamente los 1.000 días de conflicto. Las pérdidas de uno y otro lado son enormes tanto en vidas humanas como en pertrecho. Por eso Rusia sumó tropas de Corea del Norte y armamento de ese país. Lo que mostró cierta debilidad.
La pérdida de poder por parte de Rusia fue rápidamente interpretada como una buena oportunidad por los rebeldes sirios que no lograban avance alguno sobre las tropas leales al presidente Bashar Al Assad. La otra buena noticia fue la que se dio un tiempo antes: en respuesta al atentado en Israel del 7 de octubre perpetrada por la milicia palestina de Hamás, hubo una respuesta poderosísima sobre Gaza que aún se mantiene.
Pero también hubo ataques sobre Irán que al intentar terciar en la disputa fue bombardeado y probó en carne propia lo que podía llegar a ocurrir en caso de intervención directa. Esto también congeló algunas acciones de Hezbollá que desde Irán colaboraba con el régimen sirio de Al Assad. La carambola activó a los rebeldes de HTS para pensar que, ahora sí, podrían llegar a Damasco y terminar con la tiranía gobernante.
La gran amenaza
Los Al Assad gobernaron Siria con mano dura pero casi sin conflictos mayores desde que Hafez al-Assad se convirtió en presidente en 1971. Ejerció durante 29 años hasta su muerte en 2000. Su régimen continuó bajo el liderazgo de su hijo y actual presidente sirio, Bashar al-Assad pero no era el elegido para continuar en el poder. En realidad Hafez había pensado en el primogénito, Basel, pero murió en un accidente automovilístico y por eso Bashar que estudiaba medicina en Inglaterra fue llamado para sucedes a su padre en el poder. Así ocurrió con elecciones que fueron catalogadas como "fraudulentas" y a las que no se atrevería ni Nicolás Maduro por lo amañadas que estaban.
Desde 2010 se sucedieron una serie de revueltas en el mundo árabe ("El lugar menos libre del mundo") conocida luego como la "Primavera árabe" que busca terminar con los gobiernos autoritarios y lograr acceder a sistemas democráticos con respeto a los derechos sociales. Así el foco se percibió en Túnez, Libia, Omán, Argelia y Siria con resultados dispares. Uno de los países donde hubo mayor represión fueron los pagos de la familia Al Assad que -con el apoyo de tropas rusas- aplastaron a sangre y fuego la llama de la libertad. Corría el año 2011 y comenzó en Siria una guerra civil que terminó con los rebeldes arrinconados en la zona norte del país.
Perder una o varias batallas no hicieron mella en la motivación real de los rebeldes de Hayat Tahrir al Shams y se juraron que, algún día, tomarían Damasco. Así, en el mes de noviembre comenzó el movimiento de las tropas rebeldes y comenzaron el camino hacia el sur. Las primeras noticias hablaban de la rápida caída de la ciudad de Iblid -cerca de la frontera turca- y un par de días después dominaban Alepo.
Al frente de los rebeldes apareció Abu Mohammad al-Jawlani quien llevó tranquilidad a los territorios dominados pero firmeza en su objetivo: la caída de Bashar Al Assad. Hubo un detalle no menor, que la poca o nula resistencia de las tropas del gobierno que fueron replegándose sobre la capital casi sin oponer resistencia.
Finalmente el 8 de diciembre los rebeldes entraron en la capital y fueron todos festejos excepto por parte de la familia Al Assad que juntó todo el oro posible -los dólares ya estaban depositados en banco en el extranjero- y huyeron en avión privado rumbo a Moscú que los cobijó con regocijo.
En los días posteriores se ha ido develando el horror de las cárceles en las que aún cientos de personas seguían detenidas luego de ser torturadas por largo tiempo; las fosas comunes con miles de personas a las que habrá que reconocer porque también son miles de familias las que buscan a sus seres queridos.
Quedó al descubierto la opulencia en la que vivían los Al Assad bajo la pantalla de una República Democrática, Popular y Socialista desde 1973. Posiblemente la caída del régimen sirio haga pensar a dictadores del otro lado del Atlántico sobre la subsistencia sin ayuda de Rusia y la condena de -casi- todo el mundo. Pero eso será otra historia.
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