El Litoral | DPA
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Brasil afronta sus elecciones más inciertas desde que recuperó la democracia en 1985. En un clima tenso por el ascenso de la ultraderecha de mano del ex militar Jair Bolsonaro y castigada por los estragos causados por los escándalos de corrupción y la crisis económica de los últimos años, la potencia latinoamericana elige este domingo a su próximo presidente.
La campaña electoral entró en la recta final con una enorme polarización entre Bolsonaro y el candidato de izquierda Fernando Haddad.
Bolsonaro, calificado como el "Donald Trump brasileño" y temido por su agresivo discurso contra las instituciones, lidera las encuestas en vísperas de las elecciones y tiene prácticamente asegurado su pase a la segunda vuelta, prevista para el 28 de octubre.
Según los pronósticos, su último escollo para llegar entonces a la presidencia del mayor país de América Latina sería Haddad, heredero del popular ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), pero también lastrado por los escándalos de corrupción de su Partido de los Trabajadores (PT).
Debido al impulso de la candidatura de Bolsonaro en los días finales de la campaña algunos analistas ven incluso como factible un triunfo en primera vuelta este 7 de octubre.
En los últimos días, el ultraderechista recibió el apoyo de buena parte de las élites económicas y de las influyentes iglesias evangélicas. "Es muy temprano aún, pero es posible que la decisión llegue en primera vuelta", dijo a la agencia dpa el politólogo de la Universidad de Brasilia Antonio Flavio Testa, cercano a la campaña de Bolsonaro.
El ex militar, de 63 años, alcanza hasta el 35 por ciento de los apoyos en los últimos sondeos, mientras que Haddad, de 55 años, llega al 22 por ciento.
Muy rezagados y casi sin posibilidades en las mediciones demoscópicas están el también izquierdista Ciro Gomes (11 por ciento), el centroderechista Geraldo Alckmin (8 por ciento) y la ecologista Marina Silva (4 por ciento).
El ascenso de Bolsonaro, criticado por su defensa de la última dictadura militar (1964-1985) y sus frecuentes diatribas racistas, misóginas y homófobas, representa desde ya un profundo cambio para la democracia que Brasil recuperó hace sólo 33 años.
"En ningún momento, desde la redemocratización, tuvimos una extrema derecha fuerte en la disputa presidencial", advierte el politólogo de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ) Mauricio Santoro respecto al auge de Bolsonaro.
"Lo veo como un riesgo para la democracia", dijo Santoro a dpa. "Es un político profesional que adoptó un discurso contra las minorías".
La crispación política de las últimas semanas condujo a un atentado contra Bolsonaro a comienzos de septiembre, cuando un hombre le clavó al candidato un cuchillo en el abdomen alegando sentirse "amenazado" por sus mensajes políticos.
Bolsonaro estuvo casi un mes internado y no participó en la recta final de la campaña. Su ausencia, sin embargo, no afectó a su candidatura, que él consiguió mantener como favorita gracias a su fuerte presencia en las redes sociales.
Sobre todo el enorme escándalo de corrupción "Lava Jato" ("Lavado de autos"), que ha puesto en jaque a prácticamente toda la clase política desde 2014, alimentó el hartazgo de los brasileños y el descrédito de la democracia. "Lava Jato" puso tras las rejas al antes intocable Lula, artífice del "milagro económico" brasileño en la década pasada, y a decenas de empresarios y políticos.
A ello se suma el deterioro institucional iniciado con el proceso de destitución de la presidenta Dilma Rousseff en 2016, cuando el país se hundía en una de las peores recesiones de su historia.
La crisis, tras una década en la que Brasil parecía emerger definitivamente como nueva potencial global, ha dejado profundas heridas en el gigante sudamericano.
La violencia se disparó en todo el país, en particular en metrópolis turísticas como Río de Janeiro, bajo intervención militar desde febrero debido a una ola de criminalidad.
Fuerte polarización
Ninguno de los 13 candidatos que compiten en estas elecciones canalizó tan bien la frustración y la rabia de los electores como Bolsonaro. Pese a ser diputado desde 1991, el ex militar se define como un "antisistema" y fustiga a las elites políticas.
"Bolsonaro es la salvación del país, porque no es corrupto", dijo a dpa la estudiante Mayara Ferrari, de 25 años, durante un acto del partido de Bolsonaro, el PSL, en Nova Iguaçu en las afueras de Río. "Las acusaciones de que es racista, homófobo son todas mentira".
Los votantes de izquierda, en cambio, temen una deriva autoritaria con Bolsonaro. "Un tipo que defiende las armas es el regreso a la dictadura", cree Marcio Oliveira, un empleado público de 55 años durante un mitin a favor de Haddad en Cinelandia, en el centro de Río. "Y el pueblo no tiene para comprar comida", lamentó el ferviente seguidor de Lula.
"Si hubiese una segunda vuelta entre Bolsonaro y Haddad vamos a tener un escenario de mucho miedo en Brasil, de mucha rabia", vaticinó Santoro, apuntando a la polarización entre izquierda y derecha.
"La mitad de la población va a creer que la otra mitad va a acabar con la democracia en Brasil", consideró el experto, que ve también escollos para alianzas electorales de cara a la segunda vuelta.
"Los odios entre la derecha y la izquierda en Brasil son muy grandes, sobre todo a causa de los últimos dos años, desde el 'impeachment'", analizó.
Más de 147 millones de brasileños están llamados a las urnas el 7 de octubre. En la "megaelección" también serán elegidos 513 diputados, 53 senadores, 27 gobernadores y varios otros cargos regionales.