Hace unas horas, la prensa inglesa se hacía eco de algo que parecía ser más que un rumor: la reina de Inglaterra abandonaba hasta nuevo aviso todos sus deberes públicos. Poco después de que la reina se dirigiese con un épico discurso ("Nunca os rindáis, nunca desesperéis") por segunda vez en un mes a la nación –un hecho histórico en sí mismo–, la información del dominical del Times aseguraba que la reina permanecerá en el castillo de Windsor "indefinidamente". Isabel II permanecerá apartada de la vida pública hasta que la evolución de la pandemia le permita regresar sin riesgo a sus deberes. Algo que podría no suceder como mínimo en meses, convirtiéndose en la ausencia más prolongada de una monarca que ha hecho de la agenda constante y el contacto con sus súbditos el eje de su popular reinado: cerca de un tercio de los habitantes del Reino Unido han visto alguna vez en persona a la reina.
La publicación ha hecho que Buckhingam Palace emita un breve comunicado. Una portavoz de la casa real ha asegurado que "la reina se mantiene ocupada y seguirá las guías apropiadas en sus compromisos". Es decir, la reina mantendrá sus actuales conversaciones telefónicas con el primer ministro Boris Johnson. Y seguirá recibiendo su maletín rojo diario, una tradición del siglo XIX con la que el Gobierno suministra a la reina toda la documentación oficial para mantenerla informada de la marcha del país o requerir su firma para mantener el país en marcha. Pero, de momento, se confirma lo que adelantaba el Times: la cancelación total de su agenda pública, por lo menos hasta otoño.
Es la constatación de algo que ya se estaba produciendo: el confinamiento total de la reina, de 94 años, junto a su marido, Felipe de Edimburgo, que cumplirá 99 años el mes que viene. Los grandes eventos primaverales (la celebración de su cumpleaños con el desfile Trooping the Colour, las fiestas de jardín, la ceremonia de investidura de la Orden de la Jarretera) se han cancelado ya, con lo que tampoco hay nada que requiera la presencia de Isabel II en Buckingham. Aunque se ignora si seguirá con su tradición veraniega –cuando migraba a Balmoral mientras los turistas invadían Buckingham, un evento que siempre venía precedido de una gran fiesta en los jardines del palacio londinense– o ya no se moverá del milenario castillo de Windsor.
Tenés que leerIsabel II emitió un discurso extraordinario en el 75° aniversario del fin de la Segunda Guerra MundialLo que sí es improbable que la visita de Estado a Sudáfrica prevista para octubre se celebre. La desaparición de su agenda pública también viene acompañada de hechos inéditos: el palacio de Buckingham permanecerá cerrado este verano por primera vez desde 1993, aunque la reina permanezca en Windsor. La consigna es evitar Londres, donde más duro está golpeando el coronavirus.
Curiosamente, Buckingham abrió sus puertas al público por primera vez hace 27 años debido a otro incidente relacionado con Windsor: el incendio que a finales de 1992 destruyó buena parte de la residencia en el peor año vivido por la reina desde la Segunda Guerra Mundial. El incendio, en noviembre, puso el broche fatídico al año en el que la separación de Carlos y Diana se llevó consigo la reputación de la monarquía. Y también supuso una factura de 40 millones de libras (más de 90 millones de euros a día de hoy) que llevó a la decisión de abrir Buckingham y emplear el 70% del precio de la entrada en costear las reparaciones del castillo Windsor, construido en el siglo XI a 40 kilómetros de Londres como fuerte bélico, por orden de Guillermo el Conquistador. Aunque su uso como vivienda –en el caso de Isabel II como chalecito de fin de semana habital– llegaría en 1121, cuando Enrique I de Inglaterra decidió convertirlo en morada de reyes.