El Litoral
El partido oficialista Peruanos Por el Kambio (PPK) y su poderoso contradictor Fuerza Popular (FP), sufrieron el domingo apabullantes derrotas en las elecciones departamentales y municipales del Perú.
El Litoral
El partido oficialista Peruanos Por el Kambio (PPK) y su poderoso contradictor Fuerza Popular (FP), que domina el Congreso, sufrieron el domingo apabullantes derrotas en las elecciones departamentales y municipales del Perú, en las que no lograron ni un solo triunfo importante.
Del liberal de derecha PPK no se esperaba nada, pues prácticamente está en liquidación y de hecho libró pocas batallas, entre ellas la mayor, la de la alcaldía de Lima, en la que su candidato, Jorge Villacorta, quedó último entre 20 con un 0,3 por ciento de votos.
La creciente popularidad del presidente Martín Vizcarra, que solo es un invitado, no sirve para levantar el alicaído partido del ex presidente Pedro Pablo Kuczynski, con el que forma una simbiosis que se deja ver en la idéntica sigla.
Pero a FP, de la ex candidata presidencial Keiko Fujimori, no le podría haber ido peor en los comicios que buscaron 25 gobernadores de departamento, 196 alcaldes de provincia y 1.678 alcaldes de distrito. Su candidato para Lima, Ditel Columbus, apenas sumó un 2,5 por ciento de votos, y en todas las demás partes quedó lejos.
Las elecciones se dieron en momentos en que Keiko, según sondeos, atraviesa una grave crisis de popularidad. Su dura oposición a Vizcarra y antes a Kuczynski la presentan ante sus compatriotas, según analistas, como insensible, intolerante y autoritaria.
"Esta derrota es espectacular. Es más fácil ser oposición, tienen mayoría parlamentaria y es el partido más organizado, y perder como han perdido es increíble. El costo para Keiko es devastador", afirmó el experto en opinión pública Luis Benavente.
Es atrevido todavía decir con certeza que el fujimorismo está en decadencia. Pero es claro que no pasa su mejor momento y que el fundamentalismo personalista de su líder, que perdió por poco las presidenciales de 2011 y 2016, lo están apartando de las masas.
Junto con FP, se hunde su aliado el Partido Aprista Peruano (PAP), cuyo líder, el ex presidente Alan García, es percibido por sus compatriotas como el político más corrupto del país en todos los sondeos, aunque Keiko le recorta pasos. El PAP como mayor partido del país suena ya a historia remota.
Perú Posible desapareció literalmente en medio de acusaciones a su líder, el prófugo ex presidente Alejandro Toledo, y el Partido Nacionalista, del ex mandatario Ollanta Humala, agoniza. PPK va precozmente al olvido y el también derechista Solidaridad Nacional, del saliente alcalde de Lima, Luis Castañeda, soporta golpes en medio de las sospechas de inmoralidad.
La izquierda no está mejor. La radical del Frente Amplio y la moderada de Juntos Por el Perú tuvieron malos resultados y el sector solo celebra éxitos individuales como el del indígena Walter Aduviri, virtual gobernador de Puno, quien sin embargo difícilmente podría pasar de un liderazgo regional.
En ese marco, el viejo partido centrista Acción Popular (AP), de los ex presidentes Fernando Belaunde y Valentín Paniagua, se lució el domingo. No solo ganó holgamente la alcaldía de Lima, con Jorge Muñoz, sino logró 13 de los 45 distritos capitalinos y en otros varios estuvo en la pelea.
Además, el partido del que se estima que en los próximos comicios presidenciales volverá a presentar a Alfredo Barnechea, cuarto en 2016, está en segunda vuelta para dos gobernaciones, rendimiento pobre, ero que resalta ante el vacío de las demás agrupaciones.
Otro partido al alza es el populista de derecha Alianza Para el Progreso, que ganó tres gobernaciones y peleará en segunda vuelta otras dos. No obstante, los anticuerpos de su líder, César Acuña, son muchos, y quizás le convendría explorar con otro político que lleve sus colores.
Fujimori y Barnechea parecen listos para la pelea, mientras que el liberal Julio Guzmán y la socialista Verónika Mendoz, que también aparecen en las especulaciones para 2021, ni siquiera han logrado aún formar un partido propio.
Pero faltan dos años y medio. Y eso en el Perú es una eternidad que no permite ni que crezcan optimismos desbordados ni que se impongan pesimismos irrefrenables.