Redada del la Guardia Nacional Bolivariana. Las fuerzas de seguridad del régimen chavista son acusadas de ejercer una represión cruel y sangrienta por parte de la oposición que ya denunció 177 detenciones arbitrarias, 11 desapariciones forzadas y al menos 16 fallecidos en los últimos días. Reuters
Un nuevo aura de fraude electoral sacude los comicios de Venezuela y las opciones que les queda al pueblo no son demasiadas contra un régimen al que no le tiembla el pulso para dejar a víctimas inocentes en el camino. La oposición, representada en Edmundo González Urrutia y María Corina Machado y principalmente en sus partidarios, llevó un registro histórico de fiscalización de votos que logró alcanzar altos niveles de audiencia a través de las redes sociales.
Sólo unos pocos países en el mundo se animaron a reconocer la victoria de Nicolás Maduro, entre ellos Cuba, China y Rusia. A su vez, las organizaciones internacionales ya han dado su veredicto. Por caso, la Organización de Estados Americanos (OEA) denunció en un comunicado que "en el proceso electoral se vio la aplicación por parte del régimen venezolano de su esquema represivo", con "acciones tendientes a distorsionar el resultado electoral, haciendo que ese resultado quedara a disposición de la manipulación más aberrante".
Las denuncias de fraude representan una característica habitual para la sucesión del socialismo chavista, tanto en elecciones presidenciales como en legislativas y municipales. Los comicios anteriores, de 2018 y 2013, que le dieron el triunfo a Maduro, tampoco fueron reconocidos por buena parte de la comunidad internacional. Esta vez, la situación es aún más evidente.
A raíz del delicado escenario, en donde ya quedó demostrado que las elecciones abiertas y fiscalizadas intensamente por la población no son suficientes para que el gobierno acepte una derrota, es necesario dejar la ingenuidad atrás y evaluar alternativas desvinculadas a las herramientas democráticas. Para vencer a una dictadura de estas características, moldeada a los viejos rasgos soviéticos de líderes como el rumano Nicolae Ceaușescu, la democracia no alcanza. Algunas posibles soluciones:
Revueltas populares
El caso de la Rumania de Ceausescu vale como referencia cercana en el tiempo. Tras veintidós años en el poder, el líder alineado con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) cayó en diciembre de 1989. Cayó por dos motivos; las monumentales manifestaciones callejeras y el clima de época que ya estaba desmembrando a la URSS tras las reformas de Mijail Gorbachov. No fue una salida pacífica. Fueron 1.104 muertos en total en apenas unos pocos días de diciembre.
La revuelta popular es, sin lugar a dudas, un recurso inevitable para las poblaciones que sufren a lo largo de décadas a gobiernos dictatoriales de corte socialistas. Lamentablemente ya se están viendo estos hechos en Caracas, con cientos de detenidos y varios muertos. Es una demostración de coraje y valentía del pueblo venezolano, que aunque enfrenta a un monopolio de la violencia en las peores manos, es también una de las pocas esperanzas que le quedan a disposición.
Inmolación opositora
Una segunda alternativa, combinada con la primera, es que ese coraje del pueblo esté presente también en los líderes de la oposición. Corina Machado, quien fue inhabilitada para presentarse en los sufragios, es la imagen más representativa de la resistencia, y es por eso que su presencia en las calles también es crucial. Las lecciones de la anterior oposición, como fue el caso de Juan Guaidó, no son las ideales a la hora de resistir a este régimen.
No es conveniente que los líderes de la oposición se refugien en el exterior cuando en su propio país una dictadura está esclavizando a sus compatriotas. No es fácil ser oposición en tiempos así, desde ya, pero una vez adquirido ese mote, la responsabilidad de estar al frente de la lucha es una señal de esperanza indispensable.
La intervención internacional
La comunidad internacional también tiene un rol que jugar en la emergencia de uno de sus países. Repetidas veces se señaló el avasallamiento de los derechos humanos. Un informe de la ONU de 2019 documentó ejecuciones extrajudiciales, torturas y detenciones arbitrarias. La ONG Foro Penal reportó que, en 2020, había más de 400 presos políticos en el país. Ya no es solo una cuestión de pobreza extrema, que por cierto llegó a afectar al 79% de la población en 2021, impulsando la huida de más de cuatro millones de venezolanos. Se trata de violencia directa y aberrante contra la propia gente.
En cuanto a la posibilidad de una intervención militar, no parece factible en estos tiempos realizar una maniobra de tales magnitudes. Alberto Benegas Lynch (h), en su libro "Estados Unidos contra Estados Unidos", explica muy bien cómo las intromisiones militares del Tío Sam en América Latina generaron efectos exactamente opuestos a los declamados, como fueron los casos de Nicaragua, Honduras, Guatemala, Colombia, Panamá, República Dominicana y Haití.
No se trata aquí de intervención militar, sino de acciones concretas de toda la comunidad regional que impliquen un daño al régimen: que podrían ser sanciones económicas, bloqueos comerciales, canales humanitarios, entre otras medidas. Las tres alternativas están en la mesa y dependerá de la intensidad de cada una, o de todas a la vez, si Venezuela saldrá de su crisis o se convertirá en un régimen eterno al estilo de Cuba.
(*) Fundación Internacional Bases.
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