El Litoral
Una cinta en cámara rápida del 11 de abril de 2002 condensaría en Venezuela imágenes de una masiva marcha opositora, un intento de golpe contra el mandatario Hugo Chávez, la fugaz instauración y desplome del Gobierno interino, hasta el regreso al poder del triunfante líder bolivariano, tres días después.
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dpa
En ese lapso de menos de 72 horas, la cúpula castrense anunció al país que Chávez había dimitido a pedido de los militares, después de que la manifestación opositora que había intentado llegar a la Casa de Gobierno terminara con un saldo de 19 muertos.
"Los miembros del alto mando militar deploran los lamentables acontecimientos. Ante tales hechos, se le solicitó al señor presidente la renuncia de su cargo, la cual aceptó", decía la proclama al país del entonces inspector general de la Fuerza Armada, general Lucas Rincón.
Pero, apenas 48 horas después, Chávez regresaba al poder en un helicóptero desde una base naval en el Caribe, en la que estaba retenido.
Desde entonces, el chavismo hizo suyo el tema: "Todo 11 (de abril) tiene su 13", lo que advierte de un contraataque ante cualquier conspiración.
Aquel jueves 11 de abril llegó a su clímax la protesta que había estallado en la industria petrolera por la designación de una cuestionada directiva de la estatal PDVSA.
Miles de manifestantes se concentraron en un edificio de la petrolera en el este de la ciudad, desde donde se proponían distintos pasos a seguir para mostrar el descontento, que venía de una huelga general de dos días.
De pronto, el líder sindical Carlos Ortega pronunció desde la tarima de oradores el comentario que venía circulando en la manifestación: "Vamos a Miraflores", al referirse a la casa de gobierno, en el centro de la ciudad.
Sin dirección ni orden, la masa humana, que algunos estimaron en más de 600.000 personas, se movilizó por la vía rápida.
De inmediato, el chavismo preparó la reacción, con una masiva concentración en los alrededores de la casa de Gobierno, lo que hacía prever un choque violento. Y ocurrió cuando la cabeza de la movilización opositora se asomó a pocas cuadras de la sede del poder.
La red de emisoras y televisión fue ocupada por un largo mensaje en cadena de Chávez, donde dijo que la fuerza pública creó un colchón para contener el choque entre los defensores y opositores. Desafiando la norma, algunos canales pusieron en pantalla dos tomas simultáneas, una con la arenga de Chávez y otra con los disparos en el llamado puente Llaguno.
Desde el puente, a pocos metros de Miraflores, un grupo de activistas chavistas recibió a tiros a los manifestantes opositores, que eran acompañados por vehículos y agentes de la desaparecida Policía Metropolitana.
En minutos circularon informes de heridos y víctimas fatales, incluyendo al fotógrafo Jorge Tortoza, muerto de un balazo a la cabeza.
La manifestación opositora fue repelida luego por la fuerza pública y horas después se informó que Chávez se había entregado a los militares en el Fuerte Tiuna, la principal base militar del país, y que varios sacerdotes fueron llamados como garantes de su integridad.
En la madrugada del 12 de abril, Rincón, posterior embajador en Portugal, habló al país para anunciar la dimisión de Chávez, pero no dio detalles de su paradero.
El viernes, el empresario Pedro Carmona, líder del grupo patronal Fedecámaras y quien había encabezado la huelga general, dijo tener el apoyo para dirigir un gobierno de transición, el llamado a elecciones y la reparación de las víctimas.
Sin embargo, un decreto de tinte dictatorial que emitió, disolviendo todos los poderes constituidos, cambió radicalmente el panorama y los militares le retiraron el apoyo.
El sábado, las fuerzas leales recuperaron la sede del gobierno, detuvieron a Carmona y a sus colaboradores y exigieron el regreso de Chávez desde la base naval donde era retenido. Además, sin aparente convocatoria miles de personas marcharon hacia la casa de gobierno para exigir el regreso del mandatario.
En la madrugada del domingo, el helicóptero de esa misión aterrizó cerca de Miraflores, regresando al poder a un Chávez que se declaró victorioso sobre la conspiración de la "derecha".
El mandatario, que había asumido el mando en febrero de 1999, mostró un crucifijo y pidió perdón por lo ocurrido.
Versiones posteriores indicaron que el mandatario le dijo a sus colaboradores: Más nunca nos vuelven a agarrar así.