A solo dos días de que se conmemore el arribo de Cristóbal Colón a las costas americanas, su estatua en una glorieta de la avenida Reforma en Ciudad de México ha sido retirada esta madrugada, según las autoridades locales para labores de mantenimiento. No parece casualidad la coincidencia de las fechas, ni tampoco que algunos usuarios en las redes sociales ya hablaran de su derribo en horas previas. Por esa misma vía está circulando una convocatoria para concentrarse en esa plaza el 12 de octubre, día en que los países de habla hispana conmemoran un pasado en común. En los tiempos actuales hay quien piensa que no hay por qué celebrar aquel encuentro entre dos mundos que supuso la llegada al continente americano de pueblos invasores y colonizadores. El mes de julio se abrió en internet una recogida de firmas para solicitar al Gobierno de la capital mexicana que retirara el conjunto escultórico por considerarlo un homenaje al colonialismo.
La tendencia de echar abajo estatuas no es ni mucho menos nueva, pero sí acusada en los últimos meses y Colón es uno de los más perjudicados por ella entre quienes encuentran que su hazaña como navegante no llevó nada bueno al continente americano. Su estatua en Baltimore fue derribada este verano, siguiendo la estela de acciones parecidas con otros homenajeados en las calles. En ese sentido, el paseo de la Reforma de la capital mexicana es un museo escultórico que este año y el anterior se ha visto sacudido por toda clase de acciones ciudadanas, unos pintaban las estatuas como protesta en las manifestaciones y otros levantaban monumentos para recuerdo de causas recientes. Ahora le ha tocado al almirante genovés pasar por el taller. No hay fecha para su vuelta al pedestal.
La Secretaría de Gobierno de Ciudad de México ha informado de que todo el conjunto escultórico “será restaurado de manera profunda”. A Colón le acompañan en ese monumento urbano los frailes Pedro de Gante, Bartolomé de las Casas, Juan Pérez de Marchena y Diego de Deza. Todas estas figuras, relacionadas con la conquista de América y sus abusos contra los pueblos originarios del continente, están muy en cuestión estos días. México conmemora el año que viene los 500 años de la llegada de Hernán Cortés a su territorio, motivo por el cual el presidente Andrés Manuel López Obrador ha pedido insistentemente que la monarquía española y la Iglesia católica pidan perdón por aquellos “oprobios” de la cruz y la espada. A esa petición de humildad se sumará también el Gobierno mexicano.
La Secretaría de Gobierno local consideraba en declaraciones recientes a este periódico que la intervención de los ciudadanos sobre las estatuas no es algo censurable, sino reflejo de una sociedad viva que reclama para su tiempo nuevas representaciones culturales y simbólicas. Así como deja ver lo dinámico de la ciudadanía ante acontecimientos políticos de ayer y de hoy. El Gobierno federal recurre en numerosas ocasiones a estos capítulos de la historia en busca de desagravios, algo que algunos critican por populismo estratégico.
La estatua de Colón descabalgada ahora de su pedestal llegó a las costas de Veracruz en 1875 procedente del taller del escultor francés Charles Cordier, donada por el empresario y banquero mexicano Antonio Escandón. Por aquello años, el navegante recibió numerosos honores de bronce y piedra por todo el mundo. 128 años tiene la que se levantó en Barcelona, que hoy es objeto también de controversia: los independentistas lo mismo llaman a derribar la columna del genovés señalando el Nuevo Mundo, que reivindican su origen catalán. En Madrid también corona una de las plazas más célebres de la capital.
Tenés que leerDos estatuas de Colón vandalizadas en EEUU ante auge de protestas antirracistasLa celebración del encuentro entre el pueblo europeo y el americano resultó empañada debido a los muchos años en que el dictador Franco se refociló con las conquistas y la superioridad de la raza española, algo que los libros escolares enaltecían de forma sonrojante a la sazón y que hoy sigue provocando el lógico repudio entre las naciones latinoamericanas. Colón, inerme y humillado por las palomas, sigue siendo el símbolo de ese conflicto tan histórico como actual.