El Litoral
Más de 320.000 sirios huyeron de sus hogares desde mediados de junio, en la mayor ola de desplazamientos desde que comenzó la guerra civil en 2011. Algunos de ellos están recibiendo tratamiento médico en la frontera con Jordania mientras que otros llegan a la frontera con Israel.
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Manal es una de los 35 sirios que están siendo tratados en el hospital de Ramtha, en el norte de Jordania. Está postrada en la cama, con una cánula, y comparte habitación con otros cinco pacientes jordanos y sirios.
Llegó aquí el miércoles desde la ciudad siria de Daraa, con una grave inflamación de la vesícula biliar. Está demasiado débil para hablar y apenas mueve los labios cuando se le pregunta cómo se encuentra.
En Daraa "incluso los hospitales de campaña estaban dañados. Allí los médicos sólo vendan heridas", explica su prima Fadwa Qteifat.
Tardaron cuatro horas en recorrer los 12 kilómetros de carretera desde Daraa al Balad, la ciudad vieja. Las fuerzas de seguridad de la frontera aprobaron su entrada pero no permitieron que Manal llevase con ella a su bebé de un mes.
Las fuerzas del Gobierno sirio, apoyadas por Rusia, lanzaron el mes pasado una fuerte ofensiva por aire y tierra contra los rebeldes en Daraa. Los bombardeos se escuchaban desde Ramtha, en Jordania. Muchos vecinos se despertaban cada noche atemorizados por las explosiones, y las ventanas de otros están hechas añicos. Los combates cesaron desde el viernes, cuando los rebeldes accedieron a un alto el fuego mediado por Rusia.
"Un médico de Daraa dijo que (Manal) podía ir a un hospital en Damasco (la capital de Siria), pero es imposible, no hay carreteras para llegar hasta allí", cuenta Qteifat.
Manal tiene que ser operada pero los doctores de Ramtha no tienen preparación para realizar la intervención. Por el momento están tratando la inflamación provocada por las piedras de la vesícula. Después decidirán si la devuelven a Siria o la trasladan a otro hospital para la operación.
"Si no es operada será un gran problema. ¿Qué haríamos si sufre una recaída?", se pregunta Qteifat.
Jordania cerró su frontera a los refugiados sirios en 2016. Aunque los combates se libran desde hace semanas muy cerca de su territorio, el Gobierno jordano insiste en que no aceptará a más de los 1,3 millones de refugiados sirios que ya están en el país.
Otra mujer siria, que prefiere no dar su nombre, llegó al hospital de Ramtha tras verse desplaza hasta la frontera con Jordania. Le preocupa tener que volver a los campamentos a la intemperie junto a la frontera, ya que no puede regresar a su lugar de origen, Al Hrak, en el este de Daraa.
"Al Hrak fue destruida por completo. Las casas fueron incendiadas o destruidas por los ataques", cuenta. "Ahora mucha gente está a la intemperie".
Además de las decenas de miles de desplazados que están junto a la frontera jordana, muchos otros se han dirigido hacia el suroeste de Siria, junto a los Altos del Golán ocupados por Israel.
En la población de Beer Ajam, una decena de tiendas blancas y verdes se alinean entre altos árboles, recortándose sobre el cielo azul. Son claramente visibles desde la frontera con Israel, a unos cien metros.
"En las últimas semanas hemos visto aquí a muchas personas que necesitan ayuda humanitaria", dice Tomer Koler, médico del Ejército israelí, desde una colina en la que se divisa la región fronteriza.
Hasta el momento llegaron a la frontera con Israel unos 15.000 desplazados sirios. A principios de julio Israel llevó a la zona 300 tiendas, 13 toneladas de alimentos, 15 toneladas de comida infantil, medicinas y 30 toneladas de ropa y zapatos, según el Ejército.
Las Fuerzas Armadas israelíes han seguido llevando medicinas, comida, generadores eléctricos y combustible a las comunidades de la zona fronteriza, donde viven unas 50.000 personas. Pero las fronteras israelíes siguen cerradas para los civiles sirios que huyen del conflicto.
De vuelta al hospital de Ramtha, en Jordania, aguardan bolsas de comida, leche, sabanas y mantas destinadas a la frontera. Las han comprado trabajadores sociales de la ONG Tiba, de Ramtha.
Amjad Thiyabat y otros dos voluntarios han ido al hospital a visitar a los enfermos sirios, entre los que reparten sobre todo comida y botellas de agua. Varios de los sirios llegados necesitan amputaciones y también hay mujeres embarazadas, cuenta Thiyabat.
"Después de que sean tratados o de que den a luz serán envidados de vuelta a territorio sirio", recuerda.
Con información de dpa.