Por Camil Straschnoy (Especial Télam)
Por Camil Straschnoy (Especial Télam)
A 20 años de los atentados del 11 de septiembre (11-S) y una década después de la muerte de su líder Osama Ben Laden, Al Qaeda está diezmada pero no extinta: sobrevivió a la extensa ofensiva militar de Estados Unidos, inspiró la creación de otros grupos yihadistas en África y Medio Oriente, y ahora tiene la posibilidad de recobrar nuevas fuerzas de la mano de los talibanes en Afganistán.
A través de los ataques con aviones a las Torres Gemelas y el Pentágono en 2001, la organización extremista logró trascendencia internacional y se convirtió en blanco principal de la llamada "guerra contra el terrorismo" que la Casa Blanca impulsó junto a sus aliados.
Al Qaeda recibió varios golpes durante estas campañas militares, desde el asesinato de jerarcas como el exjefe militar Ayman al-Zawahiri y el propio Ben Laden, hasta la caída del Emirato Islámico (EI) de Afganistán comandado por los talibanes, aliados en el terreno y con la misma visión fundamentalista dentro de la rama sunnita del Islam
Pese a esto, no fue derrotado y más allá de nuevos atentados atribuidos a sus células como el ocurrido en 2004 en el sistema de trenes de Madrid o el de 2015 a la redacción de Charlie Hebdo en París, su supervivencia se debió a que rediseñó su estrategia al fortalecer sus raíces en Afganistán y Pakistán y dar apoyo a otros grupos yihadistas en países ocupados por Occidente.
"Al Qaeda migró geográfica e ideológicamente desde los ataques del 11 de septiembre. Aunque algunos de sus ideólogos centrales que planearon ataques terroristas internacionales junto a Ben Laden todavía están activos, el enfoque actual está principalmente en conflictos intraestatales en lugares como Somalia, Siria, Yemen y el Sahel", indicó a Télam Steve Killelea, presidente ejecutivo del Instituto para la Economía y la Paz.
El think tank con sede en cuatro continentes elabora todos los años el Índice Mundial de Terrorismo, trabajo que expone un aumento en las muertes vinculadas a esta cuestión desde 2002 en Medio Oriente, África del Norte, Asia Meridional y África Subsahariana y que cuantifica el fracaso de la cruzada impulsada por la Casa Blanca tras el ataque más letal contra su territorio.
"Si el objetivo de la invasión de Afganistán era desmantelar Al Qaeda y otros grupos yihadistas y crear un estado libre de terrorismo, esos objetivos claramente fracasaron. Ahora hay muchos más grupos yihadistas que llevan a cabo ataques terroristas (afiliados a Al Qaeda o no) que antes de la invasión de Afganistán, y el Índice Global de Terrorismo 2020 tiene a Afganistán como el país más afectado por el terrorismo en el mundo", precisó Killelea.
La resiliencia de Al Qaeda, organización que surgió en los 80 cuando Estados Unidos financiaba la resistencia islamista para frenar la invasión soviética en Afganistán, se debió a su colaboración estrecha con los talibanes y los aliados yihadistas paquistaníes para lograr refugio en la zona y sentar desde allí nuevas bases para avanzar contra distintos enemigos, tanto Gobiernos como otros grupos, principalmente el Estado Islámico.
De esta forma surgieron nuevas organizaciones en el área, como el Movimiento de los Talibanes Pakistaníes (TTP) y Al Qaeda en el Subcontinente Indio (AQIS), más otras como el ex Frente Al-Nusra, con presencia en Siria y Líbano, Al Qaeda del Magreb Islámico, con operaciones en el norte de África, y Al Qaeda en la Península Arábiga, activo en Yemen y Arabia Saudita.
"La campaña antiterrorista en Afganistán posterior al 11-S eliminó a Al Qaeda en Afganistán, pero los problemas se trasladaron a Pakistán, donde los terroristas locales y elementos estatales optaron por proteger a muchos de sus líderes de alto rango", explicó a esta agencia Sajjan Gohel, director de Seguridad Internacional de la Fundación Asia-Pacífico con sede en Reino Unido.
"El control ahora de los talibanes en Afganistán crea la posibilidad de un resurgimiento de Al Qaeda, que mantiene vínculos muy estrechos con la red Haqqani, una facción de los talibanes involucrada en actividades delictivas que incluyen tráfico de drogas", añadió el también docente del London Schoool of Economics.
Killelea comparte el diagnóstico: "Es probable que los talibanes incorporen al Gobierno afgano a algunos grupos o individuos que están o han estado afiliados a Al Qaeda. La red Haqqani, una importante facción guerrillera afgana que tiene vínculos de larga data con Al Qaeda, tiene actualmente una fuerte presencia en Kabul y es probable que forme parte del Gobierno talibán".
La incógnita es mayor sobre el impacto que tendrá esto para Occidente, principalmente si este resurgimiento implicará nuevos ataques contra sus intereses en otros países islámicos y más allá.
"El regreso de Al Qaeda a Afganistán va a ser un tema de preocupación para las autoridades antiterroristas occidentales, pero habrá un deseo por parte de los sectores más políticos de los talibanes que tendrán que gobernar y querrán evitar que nadie en su país planee y ejecute ataques contra objetivos occidentales. Aunque nadie sabe cuánto control tendrán para esto estos sectores políticos", comentó Killelea.
Gohel, por su parte, fue menos cauto: "Los combatientes de Al Qaeda estuvieron luchando junto a los talibanes y es muy probable que regresen gradualmente a Afganistán para reanudar operaciones más amplias que apunten contra los intereses estadounidenses en todo el mundo islámico".
Y concluyó: "Al Qaeda también buscará reclutar combatientes extranjeros de todo el mundo para incrementar su posición y capacidad de operar a través de la frontera. El teatro de operaciones Afganistán-Pakistán está a punto de reiniciarse".