La aparición de un país exótico como Qatar en la escena del fútbol mundial sorprendió y dejó ciertas incógnitas sobre el trasfondo de su postulación para la Copa del Mundo 2022 y qué esconde detrás.
El Mundial 2022 forma parte de una postura política mucho más grande del país anfitrión. Sus antecedentes y qué tan efectiva es.
La aparición de un país exótico como Qatar en la escena del fútbol mundial sorprendió y dejó ciertas incógnitas sobre el trasfondo de su postulación para la Copa del Mundo 2022 y qué esconde detrás.
Si bien, el exponencial crecimiento económico del país del Golfo Pérsico desencadenó una inversión masiva dentro y fuera del país para evitar la dependencia exclusiva de sus recursos naturales, hay otros motivos para realizar este tipo de eventos en lugares que no poseen una rica historia relacionada.
Allí aparece la figura del “sportswashing” (blanqueamiento deportivo), con Qatar como el máximo exponente en el mundo actual. Se trata de es una estrategia que utilizan naciones marcadas como aquellas que respetan menos que otros los derechos humanos. El objetivo es desviar la atención y limpiar su imagen tanto dentro como fuera de sus fronteras utilizando el deporte.
Los principales países que últimamente también usaron el sportswashing para lavar su imagen fueron: Rusia, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Brasil, Azerbaiyán y China.
El Mundial 2022 es sólo un ejemplo de las inyecciones de dinero a nivel deportivo del emirato qatarí. El desarrollo de la liga local de fútbol con llegada de figuras como Xavi Hernández, el albergue de la Fórmula 1 o la brutal inversión en el Paris Saint-Germain encabezan la lista.
A pesar del gasto, el sportswashing de Qatar no parece estar siendo muy exitoso. Las respuestas, que aparecieron de manera masiva sobre la fecha de inauguración, cuestionaron principalmente las condiciones de vida de las mujeres, la comunidad LGBTQ+ y los trabajadores extranjeros que arriban a su país anualmente, no sólo para las obras de la actual competencia.
Esto desató la ausencia de grandes artistas, medidas dentro del campo de juego como las del plantel alemán y la caída de contratos con ciertas empresas. Mientras tanto, las costumbres y estilo de vida de los qataríes continuarán. El plan del emirato se basa en una apertura comercial y no cultural.
Situado el Mundial en suelo qatarí, también la FIFA recibió multiplicidad de críticas, pero se defendió indicando que “no deben dar lecciones morales a nadie” y que no debe mezclarse la ideología con el deporte.
El sportswashing es una estrategia mucho más antigua. Si se remonta al año 1936 se tiene a los Juegos Olímpicos de Berlín, organizados por Adolf Hitler, durante el periodo del Tercer Reich. Al igual que en este 2022, hubo un intento de boicot comandado por la delegación de Estados Unidos, quienes finalmente participaron. En lo que respecta al fútbol, también está el caso del Mundial de Italia 1934, organizado por Benito Mussolini.
En Argentina ocurrió algo similar en el año 1978, cuando el país fue sede de la Copa y el gobierno de facto se comprometió a organizar el evento.
El entonces presidente de la FIFA, recibiendo muchísimas críticas y denuncias por las violaciones a los derechos humanos por la dictadura militar en Argentina, defendió la elección, que no debía mezclarse política y fútbol y que la Federación era una organización apartidaria y apolítica
Ricardo Villa, jugador argentino de aquel entonces y campeón del mundo, dijo haberse sentido utilizado para tapar las más de 30 mil desapariciones y asumió su responsabilidad individual por no haber visto más allá de la pelota.
En los últimos años se ha vuelto frecuente que varias competencias locales de fútbol de otros continentes se muden a países árabes, como también se han sumado países como Bahrein y Azerbaiyán al calendario de la Fórmula 1.