Mónica Ritacca - [email protected]
Hoy se cumplen 10 años del ingreso del río Salado a la ciudad, una década de que miles de familias residentes en los más de 40 barrios afectados debieron volver a empezar luego de perderlo todo. Pese al tiempo transcurrido, no hay dudas de que el recuerdo de aquella catástrofe hídrica sigue estando presente. Es como si hubiese sido ayer que el Salado barrió con muebles, juguetes, fotos, libros, documentos de identidad y hasta vidas humanas.
El Litoral recorrió dos barrios que se crearon post inundación: 29 de abril III y La Nueva Tablada, el primero inaugurado en febrero de 2004 y el segundo en mayo de 2005. Más tarde se construyeron planes habitacionales como Nuevo Horizonte y Punta Norte, pero esos se hicieron con una mayor planificación por parte del Estado y en otro contexto.
Pocas son las familias que todavía residen en los primeros barrios edificados para afectados por la inundación. y el motivo tiene que ver fundamentalmente con promesas que no se cumplieron en materia de obras y servicios.
“Mucha gente se cansó y vendió su casa. Imaginate que al día de hoy tenemos que caminar diez cuadras para tomar un colectivo de la Línea 10 que ni siquiera nos lleva a la zona de los hospitales sino que nos deja en una parada y de ahí tenemos que tomar otro”, contó Zulma Gómez, una de las primeras habitantes del barrio 29 de abril III. Pronunciadas sus palabras, se cortó la energía eléctrica. “Esto nos pasa seguido. Nos colocaron medidores comunitarios hace poco y las líneas continúan saturándose”, agregó.
En la Nueva Tablada la situación es similar. Allí también se vendieron viviendas y el motivo es el mismo: vivir en un barrio que fue olvidado.
de todas maneras, y aunque el denominador común sea el abandono de muchas familias, hubo quienes mejoraron las casas recibidas y no volverían a la zona de donde debieron salir con el agua al cuello.
En 29 de abril III
El Litoral llegó a la casa de Zulma Gómez luego de que varios vecinos la indicaran como una de las pocas vecinas que vive desde que se creó el barrio en las inmediaciones de Aristóbulo del Valle y Callejón Roca.
Estaba sentada en el interior de su casa, tomando mate. Con la voz entrecortada, admitió que hoy es un día triste. Diez años atrás perdía todo y ese recuerdo duele. “Yo vivía atrás del Sayago. No volví nunca más, ni tampoco regresaría”.
La casa donde vive fue construida por la Cruz Roja Alemana, entidad que en el marco de la catástrofe arribó a la ciudad para brindar su ayuda y encarar la construcción de módulos habitacionales de plástico en tres zonas de la ciudad, que luego se identificaron como los barrios 29 de abril I, II y III. “La particularidad fue que todos tuvimos que ayudar en la construcción de las casas. Acá donde estamos trabajé yo y mis hijos. Esa era la condición para resultar beneficiario”, contó.
Sobre la creación de nuevos lazos vecinales, indicó que debe construirlos todo el tiempo debido a que “la llegada de nuevos vecinos es permanente”. Con aquellos primeros habitantes, “todos teníamos el mismo dolor y la misma consigna: empezar de cero; por lo que abundaba la solidaridad”, recordó.
Zulma no tiene escritura del terreno ni título de propiedad de la vivienda. Lo único que posee es una carpeta que le entregaron en la gestión de Martín Balbarrey donde dice que el terreno que le fue cedido por ser damnificada de la inundación estaba sujeto a expropiación y no podía venderlo.
En La Nueva Tablada
Darío Chazerdeta vivía en La Tablada cuando en 2003 desbordó el Salado. Hoy, habita en La Nueva Tablada —donde fueron relocalizadas todas las familias debido a la vulnerabilidad de la zona— en una casa que mejoró notablemente. En diálogo con El Litoral, indicó que pudo salir adelante y recuperarse debido a dos cosas: ser joven y tener conocimientos de albañilería. “No volvería a la vieja Tablada. Acá hay varias cosas que deben mejorar en materia de servicios; pero tengo mi casa gracias a Aadra y encima hecha por mí porque la metodología era la autoconstrucción”, contó.
El barrio, emplazado sobre avenida Teniente Loza al 6900, se inauguró el 6 de mayo de 2005 con las primeras 65 viviendas hechas por la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales con placas de cemento. Meses más tarde se entregaron 35, pero esos módulos fueron construidos por el Ente de la Reconstrucción.