TEXTO. ZUNILDA CERESOLE DE ESPINACO. ILUSTRACIÓN. LUCAS CEJAS.
La autora recuerda la inundación que sufriera nuestra ciudad en 2003 y que hizo resurgir aquella profecía que advertía que una Santa Fe, de todas las que existen en el mundo, desaparecería para siempre.
TEXTO. ZUNILDA CERESOLE DE ESPINACO. ILUSTRACIÓN. LUCAS CEJAS.
El húmedo otoño salpicaba de matices gualdos, rojizos y pardos las hojas que luego de volar errantes caían para formar alfombras en el suelo. La ciudad de Santa Fe y algunas localidades cercanas a ella continuaban con sus actividades cotidianas en tanto el peligro, en forma solapada, avanzaba amenazante durante el mes de abril del año 2003. Y fue el día 29 cuando el río Salado desbordó y en un abrazo ciclópeo y furioso arrasó con todo lo que se oponía a su paso, proclamando su fuerza liberada y sepultando aleve viviendas, moblajes, enseres, recuerdos, bibliotecas, árboles y nidos... La gente huía; era mortal dardo el agua crecida. En medio del caos, revivió la antigua leyenda que fue repetida generación tras generación y atesorada para siempre en la mente de los santafesinos. Los españoles consideraban que la fe era un sendero hacia el conocimiento y el acercamiento a Dios, gozando con ello de su gracia y comprometiéndose a proclamar el Evangelio durante toda la vida, realizando esta tarea con amor y purificando su existencia tal como lo enseñara Jesús. Fieles a su religiosidad, al fundar ciudades, nominaron Santa Fe a muchas situadas en diversas partes del mundo. A modo de ejemplo entre las que existen citaremos algunas: Santa Fe de Bogotá en Colombia (1538); Santa Fe en España (1483) se originó como campamento provisional instalado por los Reyes Católicos; Santa Fe en Panamá (1558); Santa Fe en Honduras (1799); Santa Fe (Nueva México), en Estados Unidos (1607-1608). La leyenda -como misteriosa nave anclada sobre el tapiz de la amargura- surgió con su profecía que aseguraba que, entre todas las ciudades del orbe que llevaban el nombre de Santa Fe, una desaparecería por siempre. El tiempo se encargó de desmentirla, las heridas espirituales cicatrizaron. Mas cuando las aguas del río empiezan a subir, el fantasma del temor regresa y lo monta la leyenda sosteniendo las bridas del misterio.