La noticia fue difundida por la organización de Derechos Humanos en redes sociales: “Expresamos nuestra más profunda tristeza por la partida de otra compañera”. Se trata de una de las últimas Abuelas fundadoras que quedaba.
En 2015 había encontrado a su nieto Martín, apropieado durante la dictadura.
La noticia fue difundida por la organización de Derechos Humanos en redes sociales: “Expresamos nuestra más profunda tristeza por la partida de otra compañera”. Se trata de una de las últimas Abuelas fundadoras que quedaba.
Giovanola nació en 1926 en la ciudad de La Plata, hija de un escultor italiano y una ama de casa. Fue una maestra de profesión y en 1946 se casó con Jorge Narciso Ogando, su novio de siempre, con quien tuvo al año siguiente a su hijo Jorge Oscar Ogando. “Fue el hijo deseado, querido, compañero y amigo”, dijo alguna vez.
Diecisiete años después, su marido murió y, para sumar un ingreso a su hogar, comenzó a estudiar bibliotecología. Tras graduarse, se casó con Pablo Califano en 1968 y juntos se mudaron a San Martín. Allí, ejerció como bibliotecaria y ascendió a vicedirectora.
Su hijo -que trabajaba en el Banco Provincia- se casó con Stella Maris Montesano. Ambos militaban en el PRT-ERP. En 1973, tuvieron a su primera hija: Virginia.
La madrugada del 16 de octubre de 1976, la pareja fue secuestrada en su casa de La Plata. En aquel entonces, Stella Maris estaba embarazada de ocho meses. En la cuna había quedado la pequeña Virginia y Delia, avisada, fue a buscarla y se hizo cargo de ella, mientras buscaba desesperadamente a su hijo y a su nuera.
Años más tarde, se conoció que la pareja estuvo en el centro clandestino de detención “Pozos de Banfield”, donde Stella Maris había dado a luz a un niño el 5 de diciembre de 1976. El parto, “asistido” por el médico genocida Jorge Antonio Bergés, fue aberrante: en la cocina del lugar, ella esposada, con los ojos vendados y arriba de una chapa. Dos días después fue despojada de su bebé, que fue vendido a un matrimonio, y llevada al “Pozo de Quilmes”.
En octubre de 1977, Delia formó parte del grupo fundador de Abuelas de Plaza de Mayo. Ese año se jubiló para dedicarse a la crianza de Virginia y a la búsqueda de “los chicos”, como les decía ella, sin pensar que sería de por vida.
“Cada vez que veía un chiquito lo seguía con la vista pensando ‘¿será mi nieto?’. Era muy dura la búsqueda”, recordó Delia en el testimonio que brindó hace poco más de un año en el juicio por los delitos de lesa humanidad cometidos en Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús.
Ingeniosa y ocurrente, su foto con la inscripción “Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también” recorrió el mundo.
Al cumplir la mayoría de edad, Virginia comenzó a buscar a sus padres junto a su abuela. Lamentablemente, en 2011, la mujer entró en una depresión de la que no pudo salir y se quitó la vida.
Tras una extensa y dolorosa búsqueda, el 5 de noviembre de 2015 Delia pudo encontrar a su nieto. “¡Te encontré!”, le dijo en su primer contacto, telefónico, con él. A partir de allí, iniciaron una relación como si se conocieran desde siempre.
“A esta institución, Delia le dio todo. Todavía no caemos en la cuenta de que ya no está, pero el vacío que se siente es enorme. Se ha ido una mujer luchadora, militante de la memoria, la verdad, la justicia y la alegría. ¡Hasta siempre, querida Delia!”, cierra el comunicado que lanzó Abuelas Difusión para informar la noticia.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.