Es extraño salir a caminar con el propósito consciente de perderse. Sin embargo, puede ser una práctica estimulante para ciertas búsquedas indirectas que no podríamos hacer de otra manera. La serendipia puede ser entendida como el hallazgo de algo valioso que se encuentra al buscar otra cosa. El mundo urbano y social de las medinas marroquíes (antiguas ciudades amuralladas) posibilita este perderse que es un encontrarse de manera más profunda. Juan Goytisolo acuñó el término medinear para este deambular en una medina. La acción de medinear tendría algún elemento añadido al simple caminar sin rumbo por calles paralelas y perpendiculares, porque caminar por una de las medinas de Marruecos te obliga a volver sobre los propios pasos. A volver sobre uno mismo. Promueve la serendipia de encontrar aquello que ignorábamos que encontraríamos. Tomando este concepto de medinear escribí hace algunos años el relato Medineado, que lleva al plano psíquico lo que era urbano. Estar medineado sería estar tomado, mentalmente, por ese espacio único que son las medinas.
Hay un orbe diferente que nos espera en el espacio que encierra lo que se denomina como medina en Marruecos: la parte antigua de la ciudad amurallada, con diferentes puertas que encierran un mundo de calles estrechas con diferentes niveles, que van desde pequeñas plazas que son como patios públicos hasta azoteas ocultas. Esta sería una primera definición superficial (porque está en la superficie de lo visible) de la medina. Es un espacio intenso, condensado. Robert Hildebrand en Islamic architecture relaciona los fondaks que hay en las medinas (de donde viene nuestra palabra fonda) con la organización de los campamentos del desierto. Tanto en los campamentos como en las medinas la organización tuvo como prioridad las necesidades defensivas y funcionales. Las calles estrechas y laberínticas dificultaban el desplazamiento del invasor. En los campamentos las carpas se organizaban alrededor de un centro común donde se realizaban las actividades comunitarias. De manera similar, las medinas suelen tener un zoco central, una mezquita y calles dedicadas a actividades específicas, que actúan como puntos focales de la vida social, religiosa y comercial. Dentro de la medina, se puede encontrar la kasbah (la Alcazaba) que en su origen era una fortificación militar y puede llegar a ser una segunda muralla dentro de la muralla de la medina. Las casas entre calles estrechas y edificios altos (la ventana pequeña a la altura de un hombre sentado sobre un camello) dan sombra y reducen el calor, así como en el desierto las carpas están organizadas para proporcionar protección contra el sol y el viento. Uno de los barrios de algunas medinas, como en Tetuán y en Fez, puede ser el mellah, que es el nombre de los barrios judíos en Marruecos y representan un testimonio de la cohabitación religiosa. El primer mellah reconocido surgió en la medina de Fez en el siglo XV construido en un sitio donde había sal, mallah en árabe. Luego se comenzó a llamar así a todas las juderías en las diferentes ciudades. Los barrios en los que está dividida la medina funcionan como pequeñas comunidades dentro de la ciudad. Por todo esto, se puede observar que la medina conserva muchos de los principios básico de organización y vida comunitaria del desierto. Nuestra ciudad recuerda que fue Pampa, la medina recuerda que fue desierto.
Hay varias medinas notables en Marruecos que merecen ser visitadas y medineadas. Cada una de estas tiene sus sabores, sus olores y sus sonidos propios. Por mencionar solo algunas podemos señalar la medina de Rabat con la kasbah de los Udayas (Patrimonio de la Humanidad) donde se puede observar la desembocadura del río Bu Regreg, la de Tánger, con su Zoco Chico y su barrio de la Fuente Nueva, la de Marrakech, esa ciudad inmortal fortificada de color rojo o la de Tetuán con casas con el color de una paloma. Pero quisiera detenerme en la medina de Fez, la más grande de todo Marruecos y considerada como el área peatonal más extensa del mundo. En esta medina se encuentra la universidad de Al-Qarauin que es, para muchas fuentes históricas tanto cristianas como musulmanas, la más antigua del mundo; hecho que provoca que a la extensión desmedida del espacio de esta medina se sume la extensión desmedida del tiempo. La palabra desmedida se refiere a la imposibilidad de abarcar ciertas longitudes por un solo individuo, ya que escapan a sus escalas, a sus medidas. Diferentes eternidades se entrecruzan en Marruecos.
Tuve la sensación inmediata e intransferible, cuando empecé a ser un modesto pero persistente caminante de medinas, de que estas encierran mundos literarios. O sus posibilidades. Uno medinea procurando ejercer el arte de caminar en este medio urbano y atraviesa una pequeña puerta que se encuentra en un ángulo casi imperceptible de una esquina y de repente se encuentra en otro mundo. Atraviesa este nuevo espacio y se encuentra con otra puerta que lo devuelve a otro espacio a su vez diferente de los dos anteriores. La relación de las puertas con las medinas comienza ya en la muralla que rodea el perímetro de la medina y que tiene sus puertas emblemáticas. Hace unos años escribimos un libro con varios amigos teniendo como imán la medina de Fez y sus puertas. El libro se titula Los fabuladores de Fez. Cada historia comienza en una puerta y termina en otra. La idea era construir un itinerario literario circular y pescar frases en la medina dichas espontáneamente por sus caminantes. En este espacio urbano y social único se esculpen de forma simultánea joyas y frases. Desde lo alto de un riad ubicado en el corazón de la medina, invisible en las primeras caminatas, se dirige el destino de estas peripecias literarias. La medina se puede transformar en un lugar donde el azar se manifieste. Si estás perdido (como tarde o temprano lo están todos) medinea y piérdete una segunda vez. Si ya no hay nada que perder, pierde lo perdido.
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