Por Verónica Dobronich
Por Verónica Dobronich
La crisis económica ha generado una serie de dificultades que afectan no solo las finanzas personales y colectivas, sino también el bienestar psicológico. La incertidumbre sobre el futuro, la pérdida de empleos y el aumento del costo de vida son factores que contribuyen al incremento de trastornos mentales como la ansiedad, el estrés y la depresión. Diversos estudios indican que las tasas de problemas de salud mental tienden a elevarse en tiempos de recesión económica, lo que deja claro que el impacto no se limita a cuestiones materiales.
Según un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), durante períodos de crisis económica, los trastornos de salud mental aumentan hasta un 25%. En países con altos niveles de desempleo, la prevalencia de depresión y ansiedad ha subido significativamente, con un 30% de las personas afectadas presentando síntomas relacionados. Además, un estudio de la Universidad de Harvard destacó que en tiempos de recesión, los casos de suicidio también pueden incrementarse, con tasas que han subido hasta un 10% en algunos países.
Esta situación es aún más preocupante cuando se consideran las barreras para acceder a atención psicológica en estos contextos. El desempleo y la precarización del trabajo limitan la capacidad económica de las personas para recibir servicios de salud mental, creando un círculo vicioso que agrava los problemas.
Varios factores contribuyen al aumento en los problemas de salud mental durante una crisis económica:
• Inseguridad financiera: La preocupación constante por pagar cuentas o deudas, sumado al temor de perder el empleo o no encontrar nuevas oportunidades laborales, crea un clima de incertidumbre emocional.
• Aislamiento social: La falta de ingresos o empleo puede llevar a la pérdida de relaciones sociales importantes, lo que contribuye al aumento de la soledad y, con ella, de los síntomas depresivos.
• Sobrecarga emocional en los hogares: Los conflictos familiares tienden a intensificarse cuando los miembros del hogar están bajo presión financiera, lo que afecta tanto a adultos como a niños.
El impacto psicológico de la crisis económica no solo se refleja en el aumento de diagnósticos de trastornos mentales, sino también en un deterioro general del bienestar emocional. Los síntomas más comunes son ansiedad, insomnio, fatiga crónica y cuadros depresivos, que a menudo no reciben tratamiento adecuado. A largo plazo, esto puede derivar en problemas más graves como adicciones, trastornos de alimentación y enfermedades físicas relacionadas con el estrés, como hipertensión o problemas cardiovasculares.
Acciones para minimizar el impacto
Si bien no es posible eliminar las tensiones generadas por una crisis económica, existen varias acciones que pueden ayudar a mitigar su impacto en la salud mental:
• Promover la educación financiera: Aprender a gestionar los recursos disponibles de manera eficiente puede reducir la carga emocional que acompaña a la incertidumbre económica. Planificar presupuestos realistas, priorizar gastos y buscar asesoramiento financiero son estrategias clave.
• Fomentar redes de apoyo comunitario: El aislamiento social agrava los problemas de salud mental. Por ello, es fundamental fortalecer las redes de apoyo entre amigos, familiares y vecinos. Compartir preocupaciones y buscar ayuda emocional puede marcar una gran diferencia.
• Facilitar el acceso a la atención psicológica: Es crucial que gobiernos e instituciones garanticen el acceso a servicios de salud mental asequibles y de calidad. Ampliar los programas de asistencia psicológica y promover iniciativas de telemedicina puede ser una respuesta efectiva para quienes no tienen los medios económicos para acceder a consultas tradicionales.
• Incentivar la actividad física: Está comprobado que el ejercicio regular ayuda a reducir los niveles de estrés y ansiedad. Fomentar la práctica de actividad física, ya sea a través de caminatas, yoga o deportes colectivos, puede ser una excelente forma de cuidar la salud mental durante tiempos difíciles.
• Fomentar la resiliencia emocional: Desarrollar habilidades emocionales para afrontar situaciones de crisis es clave para atravesar estos momentos con mayor estabilidad. La práctica de mindfulness, la meditación y otras técnicas de manejo del estrés pueden ayudar a las personas a adaptarse mejor a las circunstancias cambiantes.
Es fundamental que tanto las políticas públicas como la sociedad civil tomen conciencia del impacto psicológico de la crisis económica. No se trata solo de resolver problemas financieros, sino de entender que las emociones y la salud mental juegan un papel central en la vida de las personas. Crear espacios para el diálogo, brindar apoyo emocional y facilitar el acceso a herramientas de bienestar mental son pasos esenciales para enfrentar esta crisis de una manera más integral.
La economía puede estar en crisis, pero nuestras emociones no deben quedar relegadas. El cuidado de la salud mental debe ser una prioridad en momentos difíciles, pues es la base que nos permitirá superar los desafíos que se presenten.
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