En el ámbito de la salud, pocos roles son tan esenciales como el de los enfermeros, especialmente aquellos que trabajan en áreas sensibles relacionadas con la salud infantil.
Para reconocer el esfuerzo de quienes se dedican al cuidado pediátrico compartimos el testimonio de Romina López, ejemplo de vocación y compromiso.
En el ámbito de la salud, pocos roles son tan esenciales como el de los enfermeros, especialmente aquellos que trabajan en áreas sensibles relacionadas con la salud infantil.
Desde la revista Nosotros, quisimos honrar el esfuerzo y la dedicación de quienes son pilares fundamentales del sistema de salud. Su importancia se vuelve aún más evidente en contextos críticos, donde se requiere atención excepcional y una profunda empatía.
Por ello, compartimos el testimonio de Romina López, de 47 años, que refleja su pasión por esta actividad y los desafíos que enfrenta día a día. “Hace 20 años que me dedico a esta profesión que me gusta mucho. Esto lo haces con pasión, o no se podría hacer. Ningún día se parece al otro,” explicó.
Tras dedicar 19 años de su carrera en cuidados intermedios pediátricos del Hospital Dr. Orlando Alassia, su trayectoria tomó un nuevo rumbo especializado en los recién nacidos. “Hace un año que estoy en la neonatología. Es un mundo distinto, pero sigo aprendiendo”, afirmó, destacando los nuevos retos que se le presentan en esta especialidad.
El camino de Romina hacia la enfermería comenzó casi por casualidad, ya que en sus años de secundaria “mis papás me hicieron estudiar perito mercantil, una orientación contable. En ese momento, no tenía un poder de decisión, pero dentro mío, yo me quería dedicar a cuidar”, recordó. Aunque su sueño inicial era estudiar medicina, las limitaciones económicas y la falta de opciones en la ciudad la llevaron a explorar alternativas, cómo instrumentación quirúrgica, hasta que finalmente se inscribió en la Escuela de Enfermería.
El trabajo en pediatría y neonatología, según Romina, representa un reto constante. “Todos los días es un desafío nuevo, nunca sabes qué es lo que te puede llegar para pasar dentro del servicio”, explicó.
En esta línea, aseguró que la principal característica de estos pacientes es que “se descompensan rápidamente, pero así también se compensan rápido. Es un trabajo donde uno tiene que tener una atención exclusiva, porque las cosas pasan de un momento a otro”. Este entorno exige una vigilancia constante y la capacidad de adaptarse rápidamente a situaciones impredecibles.
Consultada sobre las situaciones más complicadas que enfrentó a lo largo de su carrera, Romina expresó que “con los años uno se va ‘acostumbrando’ a diferentes realidades que les tocan vivir a los niños. Te puedo hablar de casos de violencia, consumo, entre otros. Son situaciones muy desafiantes, y uno tiene que ir adaptándose”. Asimismo aseguró que al terminar la Escuela de Enfermería, “nadie me preparó para atender a un niño de 8 años adicto. Y, la verdad, es que nunca uno termina de acostumbrarse a este tipo de situaciones”.
La vulnerabilidad de muchas familias es otro aspecto que impacta profundamente a Romina. “Otro desafío es el dolor de las mamás. Trato de relacionarme, pero hay que buscar el momento justo para poder hablar y contener,” comentó, destacando la importancia de la empatía en su labor. Con frecuencia, se enfrenta a mujeres con grandes necesidades, lo que le exige no solo brindar atención médica, sino también ofrecer un apoyo emocional fundamental en esos momentos difíciles.
“En enfermería, el manejo del estrés es complejo. Uno trata en lo posible de poner su cabeza en blanco, pero siempre de una forma u otra, uno termina llevando cosas a casa”, indicó la entrevistada. Esta carga emocional es un aspecto poco discutido, pero esencial en la vida de un profesional de la salud. “Personalmente, muchas veces llevo cosas a casa, y necesito un periodo de silencio para procesarlas.”
Sin embargo, no todo son desafíos. “Lo más gratificante es cuando el paciente se va de alta. Muchas veces nos regalan dibujos y son muy significativos”, dijo con una sonrisa. Para Romina, esos momentos son un recordatorio del impacto positivo que tiene en la vida de sus pacientes.
Con la mirada puesta en el futuro, Romina tiene claro que desea continuar trabajando en este campo. Su mensaje a la sociedad es directo: “Somos personas que cuidamos a otras personas, que también tenemos nuestros sentimientos. Uno siempre pone lo mejor de nuestro conocimiento y lo mejor de nosotros mismos para darle lo mejor a los pacientes, pero por supuesto que también somos humanos”.
“Tenemos errores, y hay días malos. Pero lo que hacemos, lo hacemos con pasión. Tenemos vocación de servicio, y eso es fundamental, porque cada uno cumple con su rol y cada profesión tiene su importancia. Eso también es valioso”, cerró.
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