Por Emilio Grande (h) (*)
Zazpe fue un hombre de Dios, amó profundamente a su Iglesia, propició la participación del laicado, fue un adelantado en trabajar en el ecumenismo y la unión de los cristianos.
Por Emilio Grande (h) (*)
El lunes 24 de enero se cumplieron 38 años de la muerte de Vicente Faustino Zazpe (1920-1984), quien fuera el primer obispo de la diócesis de Rafaela (1961-1968), arzobispo de Santa Fe (1968-1984) y vicepresidente primero de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA).
Fue ordenado sacerdote en 1948 y su consagración episcopal fue en 1961 en la basílica de Santa Rosa de Lima de Buenos Aires, designado por el papa Juan XXIII para la nueva diócesis de Rafaela, e integró numerosas comisiones del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). En Rafaela lleva su nombre una calle en el barrio 17 de Octubre y un barrio en el noreste de la ciudad.
"La erección de la nueva Diócesis, que os llena de orgullo, es un acontecimiento grande. Sí, estupendo, de insospechadas proyecciones, pero toma sus grandezas y sus proyecciones de su contenido religioso. Os han designado Iglesia y os han traído pastor no por la importancia civil, económica o cultural, sino por la importancia que tiene la presencia de Dios en vuestro pensar, obrar, vivir y morir", expresó Zazpe el 12 de octubre de 1961 (en 2021 se cumplieron 60 años), cuando asumió la Diócesis que abarca los departamentos Castellanos, San Cristóbal y 9 de Julio.
"A veces hay que perder a ciertos seres o separarse para valorar la calidad de su compañía o la debilidad de la relación. Aquí queda mi corazón entero", había expresado Zazpe en el mensaje de despedida de Rafaela durante una cena en la Sociedad Rural en 1968, porque había sido designado obispo coadjutor (con derecho a sucesión) de la arquidiócesis de Santa Fe.
Entre los testimonios de las personas que lo conocieron cuando fue pastor de Rafaela estuvo Cayetano Colsani (comerciante y docente fallecido), quien en la revista del 25º aniversario de la diócesis de Rafaela (1986), señaló que "nos inició en el aprender a juzgar. Pasamos a comparar nuestra manera de analizar las cosas con las maneras que tiene Cristo de juzgar y así fuimos conociendo al Señor y su evangelio".
Zazpe fue un hombre de Dios, amó profundamente a su Iglesia, propició la participación del laicado, fue un adelantado en trabajar en el ecumenismo y la unión de los cristianos, como lo destacó en su momento Carlos Battistella, también fallecido y entonces pastor de la Primera Iglesia Evangélica Bautista. Cuando era obispo rafaelino participó activamente del Concilio Vaticano II (1962-1965) en Roma, como así también en los sínodos episcopales en Roma (1971 y 1974) y en las asambleas de las conferencias latinoamericanas de Medellín (1968) y de Puebla (1979).
Además, escribió desde el evangelio sobre temas sociales, económicos, políticos y culturales en sus recordadas charlas dominicales "Habla el Arzobispo" (1971-83) a través de las emisiones radiales y televisivas de la capital provincial, luego reproducidas por los medios gráficos y radiofónicos de distintos lugares del país. "Si la encarnación se hubiese realizado en esta época, el evangelio tendría el palpitante interés de los acontecimientos periodísticos y de los noticieros televisivos. Sería otro el rodaje, pero idéntico el contenido, idénticas las exigencias, idéntica la luz", señaló el 6 de abril de 1975.
Zazpe fue un hombre de las bienaventuranzas: pobre, manso, sufrido, misericordioso, pacífico, de corazón recto, hambriento de paz y justicia, y también perseguido como Jesús.
"Como en otras etapas de nuestra historia, llegaremos -aunque sangrando- a cubrir las heridas de la división y la enemistad, pero si no llegamos a una profunda comunión nacional, no habremos recorrido los espacios más específicos de la reconciliación cristiana. (...) La Argentina necesita de una cierta unidad de criterios para desentrañar el sentido de su historia, juzgar el presente tan complejo y preparar su futuro; una escala común de valores para afirmar la vida nacional y una cuota inmensa de paciencia y esperanza para recorrer esta etapa difícil y asegurar el encuentro definitivo de la nación".
Este entrecomillado pertenece a Zazpe, escrito en el libro "Si un niño no hubiera nacido...", publicado en 1977, en pleno apogeo de la última dictadura militar, período muy oscuro y doloroso que sufrimos los argentinos a través del terrorismo de Estado y en menor medida la lucha armada que habían impulsado sectores de la juventud (también hubo grupos pacíficos) quienes buscaban la revolución política.
A decir verdad, el mensaje de Zazpe fue profético en aquel período de tinieblas del país y lo sigue siendo hoy en esta difícil y compleja coyuntura nacional, en el que la violencia verbal y física es parte de la vida cotidiana. Seguimos con los desencuentros entre los argentinos porque priman los intereses sectoriales por encima del bien común. Era una persona que molestaba al poder temporal y así lo hizo sentir.
El 15 de agosto de 1982 sufrió un accidente automovilístico sobre la ruta 19 cuando viajaba a la fiesta patronal de San Carlos Norte. "Hubo varios testimonios que lo consideraron un atentado. Y este «accidente» (¿atentado?) afectó sus ojos hasta la muerte; pues le quedó una dificultad visual", escribieron los presbíteros Jorge Montini y Marcelo Zerva en el libro "Vicente Zazpe: el corazón de un pastor" (julio de 2000).
En este contexto, el periodista José Ignacio López (fue vocero del presidente Raúl Alfonsín) había escrito en el diario La Nación de Buenos Aires que "no era ni de tal teología ni de tal otra, conoció la desconfianza incluso de sus colegas, sufrió la difamación y la calumnia, y murió en ese calabozo existencial"...
Con motivo del centenario del nacimiento de Zazpe (15 de febrero de 2020) se rezó una misa de acción de gracias, pidiendo por su eterno descanso, presidida por el obispo Luis Fernández en la Catedral San Rafael. Al final de la celebración, Raúl Troncoso (primer cura ordenado por Zazpe el 23 de diciembre de 1961, actualmente en Tandil) compartió su testimonio: "Fue un pastor generoso en los momentos difíciles que vivió nuestro país y nuestra Iglesia, la presencia de Zazpe reclamando libertad y vida en los lugares donde se decidía el presente y el futuro de muchas personas lo volvió sospechoso de las actitudes como pastor".
(*) El autor es periodista y docente de la ciudad de Rafaefa.
Zazpe fue un hombre de Dios, amó profundamente a su Iglesia, propició la participación del laicado, fue un adelantado en trabajar en el ecumenismo y la unión de los cristianos.
Fue un hombre de las bienaventuranzas: pobre, manso, sufrido, misericordioso, pacífico, de corazón recto, hambriento de paz y justicia, y también perseguido como Jesús.