Domingo 19.11.2023
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Es importante recordar que, al principio, el apelativo "portugués" era sinónimo de judío. En 1609, un censo realizado por Hernandarias ubicó solo a nueve "portugueses"; unas décadas después, en 1643 en el Río de la Plata se procede al registro, desarme general y en algunos casos expulsión de portugueses, consignando nombre, procedencia y permiso de ingreso. Según dicho documento, en Santa Fe viven unos 51 "portugueses", la mayoría de ellos oriundos de lugares de alta concentración de judíos en Portugal. La mayoría de ellos, además, carecía de las autorizaciones pertinentes, incremento que coincide con cierto recrudecimiento de las "visitas" de la Inquisición portuguesa a Brasil.
Entre 1651 y 1680 en Santa Fe ejerce Luis Carvallo, de origen "portugués". Luego, en 1689, se elige como médico a Manuel Díaz Correa, del mismo origen, y en 1756 viene de Brasil el cirujano José Gómez, con título de Lisboa quien es expulsado en 1766 por "portugués". En 1767 está en Santa Fe el médico Juan Da Silva, también "portugués". Entre 1783 y 1784 ejerció en Santa Fe, Juan José Leite, quien huyó de nuestra ciudad; apresado en Córdoba, declaró ser natural del "Ganeiro" (Brasil) y que había abandonado su patria "por razones poderosas que lo obligaron a hacerlo". Luego de apresado, fue remitido a España probablemente perseguido por la Inquisición.
El comercio y el contrabando eran otras actividades muy difundidas entre los judeo-portugueses de la época. Así encontramos al comerciante chileno León Gómez de Oliva, procesado por la Inquisición entre los años 1679 y 1683 y que, según consta en su proceso, era hijo de padre y madre judíos, y residía periódicamente en Santa Fe por sus relaciones comerciales, donde llegó "a comprar yerba y a realizar negocios de cobranza (…)". Asimismo, y en forma casi lateral, podemos tener el caso de otro gran comerciante como lo era el capitán Álvaro Rodríguez de Acevedo, quien, si bien no residía en Santa Fe, tenía importantes negocios en ella.
La actividad de Rodríguez de Acevedo era el comercio de importación-exportación con España, dedicándose al préstamo y al tráfico interregional desde el Perú al Río de la Plata de prácticamente todos los bienes posibles de ser comercializados: esclavos, mulas y demás ganados, alimentos (harinas, fruta, verdura, hortalizas, especias, vino y carne), propiedades inmuebles, textiles (lienzo o manufacturados: alfombras, vestidos y sombreros), obras de arte, joyas, herramientas de labor, armas, papel y tintas. Cuando fue apresado por la Inquisición en 1673, acusado de "judaizante", entre sus papeles comerciales se encontraron al menos dos cartas con agentes suyos en esta ciudad, motivo por el cual es dable concluir que algunas visitas haría.
En el resto del período colonial, en el de las luchas de Santa Fe por su autonomía y posterior consolidación como provincia no es posible encontrar muchos rastros locales de judíos. Quizás algún otro navegante, algún otro comerciante de paso fugaz, algún militar o médico, quizás. Sin embargo, hay numerosos trabajos que indican que muchos descendientes de familias tradicionales de nuestra historia patria tienen sus raíces en criptojudíos o judíos conversos, tales como los Dorrego, Rosas, Pueyrredón, Alvear, Urquiza, Vieytes y otros, algo que en Santa Fe no se ha estudiado en profundidad.
Un detalle interesante del período de las Guerras de la Independencia es el concepto de judío. En él se concentraba el sentido negativo asociado al enemigo-extranjero, retomando algunos criterios inquisitoriales. En 1812, periódico El Grito del Sud, de Buenos Aires –editado por la Sociedad Patriótica Literaria, el ala más revolucionaria de los patriotas de Mayo- entendía a los españoles como descendientes de "vándalos, godos, moros, etíopes y judíos" para descalificarlos.
Una excepción es lo referido a Francisco Antonio Candioti, ya que pudo haber tenido orígenes judíos, en función de los antecedentes paternos; procediendo de Venecia (su familia), bien podría haber sido uno de los tantos judíos conversos o descendiente de algunos de ellos: "(…) El historiador Manuel María Cervera, en su investigación sobre Francisco Antonio Candioti, menciona al abuelo Teodoro Candioti (1666-1726), quien se trasladó al Perú alrededor de 1716, con sus hijos y mujer de apellido Mujica, radicándose en Lima, al servicio, como mayordomo, del Virrey del Perú, Príncipe de Santo Buono; y como paje su hijo Antonio".
Al cesar en sus funciones el Príncipe de Santo Buono (en 1720), junto al Juicio de Residencia sobrevino la persecución de Teodoro Candioti de parte de la Inquisición por sospechas religiosas, de las que no sería ajena su ascendencia veneciana. De suerte tal que Teodoro Candioti, preso en 1721, "falleció en la cárcel a manos de la Inquisición, el 19 de mayo de 1726" (ver "Francisco Antonio Candioti. Primer gobernador autónomo de la provincia de Santa Fe", de Liliana Montenegro de Arévalo)
A raíz de lo citado más arriba, podemos decir que el antisemitismo hispano pre inquisitorial y el inquisitorial se constituyen en un serio un precedente del antisemitismo moderno, tanto en el aspecto étnico - religioso como en el de la teoría del complot, de la conspiración. Por un lado, lo judíos eran condenados por "ser" y por otro, por su supuesto interés por el poder. Asimismo, se pueden encontrar algunas similitudes –considerando el paso del tiempo- entre los Estatutos de la "pureza de sangre" (iniciados hacia mediados del siglo XV en Toledo) y las leyes raciales nazis de Núremberg de 1935.
Recién hacia fines del siglo XIX encontramos algunos judíos sefaradíes como comerciantes, pero sin organización comunitaria. Sin embargo, el 16 de mayo de 1895 el Concejo deliberante de la ciudad, con la presidencia de Rómulo Pietranera, autoriza al intendente Constancio Larguía a vender un terreno "(…) con destino a un enterratorio para los israelitas residentes en esta ciudad".
El 9 de junio de 1895 se funda la Congregación Israelita Latina Sefaradim y el 22 de agosto se aprueban por asamblea los estatutos, solicitando al gobierno provincial la personería jurídica, la cual es rechazada por el fiscal de estado Simón Aliaga con argumentos poco válidos. Todo ello denota una importante presencia de la colectividad judía que comienza a organizarse. La comunidad aumenta su número con la llegada de inmigrantes del este europeo. Los que vienen son, en su mayoría, pobres muy pobres de origen asquenazí, expulsados del decrépito Imperio zarista de Rusia por la miseria, el hambre, las persecuciones, los pogromos.
Vienen de Polonia, Rusia, Ucrania, Moldavia, Bielorrusia, Lituania, aunque también los hay provenientes de otro decadente Imperio: el otomano. Algunos van a las colonias como Moisés Ville; otros se quedan en la ciudad e instalan comercios, pequeñas industrias (carpinterías, sastrerías, panaderías, talleres metalúrgicos y otras), son artesanos o "cuénteniks" (vendedores callejeros puerta por puerta, a plazos). El entramado institucional comienza. Un grupo funda la Sociedad Cultural Israelita I.L. Peretz (hoy en día Asociación Cultural y Deportiva Israelita Argentina I.L.Peretz) en un temprano 1912. Son jóvenes laicos, no sionistas e idishistas.
(*) Continuidad de la nota publicada por El Litoral en su edición del 15 de noviembre de 2023.