Finalmente se murió. Quería hacerlo y se dio el gusto. Alain Delon fue siempre un tipo que le gustaba darse todos los gustos. Alguna vez se le ocurrió viajar desde París a Santa Fe para saludar a un amigo que estaba preso. Se le ocurrió y lo hizo.
Finalmente se murió. Quería hacerlo y se dio el gusto. Alain Delon fue siempre un tipo que le gustaba darse todos los gustos. Alguna vez se le ocurrió viajar desde París a Santa Fe para saludar a un amigo que estaba preso. Se le ocurrió y lo hizo.
Llegó a Santa Fe y fue recibido por el gobernador de la provincia. Después se fue a la cárcel a darle un abrazo a su amigo. Cumplido su objetivo regresó a París. En menos de 24 horas recorrió como un príncipe los extremos de la pirámide social: la Casa Gris y la cárcel de Las Flores. Lujos que se dan los elegidos por los dioses.
No me consta que haya sido muy inteligente y no estoy en condiciones de asegurar que fue un buen tipo. Como algunos personajes que interpretó en el cine, con un número reducido de amigos se permitía ser leal. Lo que se dice, un tipo con códigos.
Políticamente siempre fue de derecha y no se preocupaba demasiado en disimularlo o darle entidad ideológica avesa condición. También fue machista sin inhibiciones y complejos. Era machista, aunque al respecto advirtió que más de la mitad de su vida pagó custodios para que lo protejan de los abusos, acosos y manifiestos intentos de violación de multitudes de mujeres. No exageraba.
Filmó más de cien películas y dirigió una o dos. No fue un buen director y como actor apenas logró adquirir la condición de aceptable. Con buenos directores (Melville, Visconti, Losey) mejoraba su performance, pero enseguida supo que todo su talento se reducía a estar. Una sonrisa, un gesto, un modo de encender el cigarrillo alcanzaba y sobraba.
Una exclusiva virtud le permitió destacarse hasta adquirir la condición de mito: su fascinante belleza; esa asombrosa armonía de líneas, rasgos y tonos que rozaban la perfección. Hay actores lindos, actores buenos mozos, actores recios, actores tiernos. Alain Delon era otra cosa. Disponía de un don invisible que le otorgaba a la belleza un signo inquietante, seductor y peligroso.
La belleza de Delon no era complaciente, pasiva, conformista; por el contrario, era atrevida, insolente, descarada. Sospecho, quiero sospechar, que los dioses se propusieron crear mujeres hermosas para complacer oscuras aspiraciones estéticas. En algún momento uno de ellos se preguntó por qué no intentan hacer algo parecido con los hombres. Trabajaron, ensayaron, se esmeraron y finalmente nació Alain Delon. La soberbia desenfadada, arrogante y refinada belleza masculina.
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