El 21 de marzo, más allá de la discusión de minutero sobre el momento justo del solsticio y el guiño del equinoccio con las burlas meteorológicas sobre el comienzo del otoño, recontra caliente en el Hemisferio Sur, algo sucedió en la política argentina, algo muy visible, claramente diferenciador. Un suceso sin antecedentes.
Ese día, a la misma hora (sobre el atardecer), las pantallas de televisión de los medios nacionales (con capitales extranjeros algunos de ellos) estaban divididas.
En una mitad, casualidad o no, la mitad de la derecha de las centrales emisoras, la figura del presidente: Alberto Ángel Fernández, porteño… y abogado; en la mitad izquierda de la pantalla, el rostro de Cristina Elizabet Fernández de Kirchner, la muchacha del arrabal platense, la vicepresidente.
Fernández, Alberto Fernández, en el Chaco, territorio totalmente dependiente del presupuesto nacional, inaugurando algo junto al gobernador Capitanich.
Fernández, Cristina Fernández, en el recontra corazón porteño dando un discurso, conferencia, acto de tinte político partidario, rodeada de personalidades internacionales. El "gran titular gran"… Los Derechos Humanos. Fue en el Centro Cultural Kirchner, un alarde cuasi soviético, seguramente marxista, de "el culto a la personalidad", etapa 2 del desarrollo marxista, de la Dictadura del Proletariado, una antigüedad aún en desarrollo de diversas materias de las ciencias sociales, del análisis político y de la Teoría de las Ideas.
Aconsejo leer Piketty, que la señora Cristina mencionó, liviana y equivocadamente, en el disparatado discurso donde fundó un país de morondanga, indicando un origen de la democracia sin mencionar a Raúl Alfonsín… en fin… Piketty, correctamente marxista del siglo XXI, refiere a la Economía como el sustento de la nueva forma de la tiranía del proletariado, ya no tiranía, tampoco socios, ni plusvalía ni comité central, en un contexto global… aconsejo leer. A ella no, ya es tarde.
El presidente y la vicepresidente, cargos de un binomio indisoluble (uno reemplaza al otro por enfermedad, acefalía, viajes, etc.) binomio que se presenta junto a las votaciones, es el que gobierna el país. La pantalla mandó su mensaje imposible de esquivar.
Si una imagen define el acontecimiento del 21 de marzo; el mensaje de la pantalla de televisión partida no necesita más que la mirada de cualquiera; esto es: cualquiera se da cuenta que la pantalla está partida y que la imagen (lo que inevitablemente se ve) da cuenta de un hecho de la más estricta actualidad, que se hunde en el fondo del mensaje, que vuelve desde el fondo del mensaje y trae un alarido de separación, en todo caso de desesperación. La pantalla está partida. Recordemos el jarrón chino. Estamos en eso.
Si en una mitad de pantalla estuviese Macri y en la otra Cristina uno debería entender lo que resultaría obvio: una oferta diferente que el Medio de Comunicación presenta con el compromiso de hacerse el tonto ante tamaña división (ojo, los MdeC no son tontos, son actores políticos, todos, todos nosotros lo somos).
La misma actitud (hacerse el tonto) surgió en los primeros minutos del atardecer, esa hora del Ángelus, tan mencionada por Borges, un verdadero porteño… con el corazón en Ginebra.
Pero la pantalla dividía a Fernández (Alberto, presidente) de Fernández (Cristina, vicepresidente) No es una tontería.
El primero hablando de algo irreal, casi siempre secundario, aleatorio, circunstancial, de tremenda importancia en el sitio y de escasa trascendencia nacional.
La segunda refiriendo su persecución a su carácter de abanderada del 50% de la división de la renta para los trabajadores y de los derechos humanos conculcados por los demás y reivindicados por su esposo ya fallecido.
Fernández, Alberto, era sostenido por un servicio de prensa que decía: "La autovía, de 11 kilómetros de extensión y 44 kilómetros en total al contar con cuatro carriles…" y por favor, repare -como quien esto escribe- que al ser de 4 manos, los 11 kilómetros de extensión se convierten en 44. Un alarde de creatividad del relato. Estaba inaugurando un tramo de la vieja y querida ruta 11… inauguraba… once kilómetros. Ejem. Se dijo: "Esta obra es también un homenaje a la democracia…". Cosas veredes…(dicen que decía Don Miguel de Cervantes…)
"Cuando uno decide jugar de un lado sabe que no es gratis: si vas con los otros y con los medios, no tenés problema, te ven rubia, alta, de ojos azules. El problema es cuando una decide jugar del lado de los pueblos y de las grandes mayorías nacionales"
Esto es un tramo -textual- del discurso de Fernández, Cristina. No soy sicólogo, apenas soy periodista, tengo preguntas. ¿A qué se refiere cuando considera que siendo rubia, alta, de ojos azules "no tenés problemas"…? ¿Qué hay en esa esquemática división de la sociedad, del racismo, del perdón social y de la escala de valores…?¿Qué hay…?
Su enfatización sobre "Los Monos" no permiten otra cosa que el asombro. Transcribo: "A ver si vamos a creer que bandas con nombres pomposos, de analfabetos, son los que arman las ingenierías para lavar los miles de millones del narco. Por favor, despabílense todos de una buena vez…".
No tengo certezas, pero tengo simplezas. Cristina también mencionó sus orígenes y la "movilidad social ascendente", uno de los ejes cuando se trata de analizar el peronismo. Fue otro de sus tramos, acaso el mas personal.
Lo de Fernández, Alberto, con aquella ruta chaqueña (una avenida de salida, sin ninguna duda 11 kilómetros muy necesarios) se cruza con lo de la señora Fernández (Cristina) perseguida porque defendió a los pobres y los humildes (¿Evita?) y fue quien activó, junto a Néstor Kirchner, a los DD.HH. (¿Y Alfonsín?). Se cruzan en una pantalla de televisión partida.
Demasiados equívocos. Asombran. Asombran las refutaciones. No existieron. La Historia, la verdad y la justicia deben nutrirse de testimonios. El día, la hora, cuánto se dijo en el mismo momento por el binomio presidencial define dónde vamos. Sus testimonios y el hecho visual: la pantalla partida, indican donde estábamos parados cuando comenzó el otoño en Argentina.
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