"Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!" Amado Nervo (**)
Fortunato Esteban Nari (1932-2024).
"Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!" Amado Nervo (**)
Nacer en Monte Oscuridad por 1932 fue venir al mundo con una marca que se lleva para toda la vida. Un pequeño caserío formado por 1911 era como habitar la Santa María de Onetti, la Comala de Rulfo o el Macondo de García Márquez. Pequeño, solitario y alejado. Sólo los Montenegro, Quiroga y Manzanales daban fe que la tierra era próspera. No existe acta fundacional y julio de 1888 es la fecha en que fue aprobada la mensura presentada por Enrique Foster. En ese mes de julio comenzó a existir.
Con la llegada de los primeros colonos lombardos, toscanos y friulanos, un grupo de familias italianas se instalan en ese recóndito paraje de la provincia de Santa Fe, para enterrar las manos en la tierra y de ella hacer brotar las semillas que darían sus frutos. Restaba esperar tormentas, lluvias torrenciales, sequías y con suerte y ruegos a todos los santos, lograr una buena cosecha, tarea que venían a cumplir.
Pensar en ese nombre moviliza, aunque indudablemente Fortunato Esteban Nari sabía que el origen respondía al escenario geográfico de mediados del siglo XIX, tiempos en que estas tierras estaban ocupadas por montes de gran magnitud y espesura, donde difícilmente penetraban los rayos de sol. Una familia, una humilde casa y un niño que corría por el campo y el monte. Ese fue el contexto que vivió en su niñez nuestro Fortunato, custodiado por las tradiciones italianas que se preservaban a rajatabla.
Quizás allí surgieron las primeras imágenes que luego se transformarían en palabras para plasmarlas en sus textos. Él sostuvo que siempre escribió, tal vez nació poeta y la soledad de la llanura santafesina lo convocó a trascender tiempo y espacio para contar experiencias de vida, y ese misterioso contacto con la naturaleza en extrema pureza: cielos estrellados, un sol brillante que abrazaba y curtía la piel, vientos suaves y otros que castigaban desde el amanecer hasta llegada la noche, crueles inviernos y duros veranos que rogaban agua para los sembrados.
Todo lo vivió siendo niño, todo lo aprendió para atesorar en su espíritu guerrero de amasar letras, formar palabras y unirlas en mágicos textos que recorrerían caminos, pueblos y ciudades. Aquel Fortunato se convirtió en hombre para instalarse en la ciudad y con la pasividad transparente que lo caracterizaba comenzó a dedicar sus horas a la intensa lectura y escritura literaria. El tiempo, más tarde hablaría de publicar, editar, integrar amigablemente grupos literarios con los mismos ideales, y el objetivo supremo de dar a conocer el valor de la palabra.
Monte Oscuridad, pueblo que con los años pasó a ser mítico en su vida, retornó una y mil veces para que no se borrara de la memoria. Sólo escuchó hablar del paso de tribus indígenas por el lugar y restos arqueológicos que atestiguaban la presencia al menos transitoria de pueblos originarios. Con semejante nombre no podía morir o desaparecer en el olvido. Allí estaba la esencia del hombre que fue y que quizás bajo el cielo estrellado soñó ser aun cuando era niño y cursaba la primaria en un pueblo cercano (Suardi).
Hay recuerdos que se ensanchan, necesitan proyectarse en el mañana y concretarse en poesías, obras de teatro, novelas… ese poblado mágico con nombre de lamento se transformó en su lugar en el mundo y el de su literatura, donde siempre hallaba material para alimentar sus páginas. Solía repetir: "Mis libros no hablan de otra cosa que del cantar. ¿Acaso hay alguien que ignore qué es el canto que junta en mi casa el corazón de las generaciones? Es algo que, como la esperanza, está dentro de ti, y que expresa el anhelo del mundo.: ¡Es como volar!" (A Gladis, "Contemplador de crepúsculos").
Recorriendo la obra de Nari podemos aseverar que cuando un escritor contempla el mundo que lo rodea, camina su vida y la de los demás, esa "mirada" no es la de un hombre con una sensibilidad única y en su pensamiento las palabras se fundan custodiando la belleza semántica y metafórica. En el terreno de las utopías prefería esquivar la vaga seducción que ofrecen las grandes pasiones abstractas, y vivir siempre por la gracia de lo más sencillo y posible para todos, como lo son los gestos fraternales de todos los días.
Reconocía con frecuencia que, desde la infancia, además de la fascinación total que ejerció sobre él el libro, lo sorprendió y lo atrajo el fenómeno teatral. Sabía que no llegó a ser un hombre cabalmente de teatro, y reconocía no tener esa imprescindible visión teatral que sólo se gesta entre bambalinas. Sucede que, en los distintos fenómenos literarios encontraba una conexión absoluta con la poesía, y para él el teatro era el sitio donde la poesía de una manera espléndida humana y mágica se corporizaba.
Su concepto sobre el teatro encerraba otra mirada, no se trataba del teatro en el sentido actual de acción pura, ya que sus páginas, además de la acción incluyen, tal vez involuntariamente y trasnochadamente, otras sugestiones, como la poesía, la narrativa, la visión cinematográfica. Tal vez por esta inagotable posibilidad plástica y sonora, y por las enormes dificultades técnicas y estéticas que ofrece, esté colocando la literatura teatral en la cima de sus afanes literarios. Siempre experimentó al teatro como uno de los instrumentos de que se vale el alma para sentirse expresada e investigada por sí misma a través del cuerpo en su totalidad. Ello implica dominar una combinación de lenguajes diferentes en forma armónica.
Por los años 70, Lermo Balbi decía: "Nari emociona, conmueve, perturba y sobre todo asombra. El asombro proviene necesariamente, cuando se descubre la delicada mecánica que engrandece a los nudos de sus creaciones literarias. Cuando éstas están al servicio de una acción, como en el caso de sus cuentos y de sus obras dramáticas, el lector ve desarrollarse frente a sí un universo en el que cada uno de los menores detalles está esperando inexorablemente con precisión imperturbable, a todos los momentos de la historia humana. Por eso es posible que Nari ha hecho de la literatura el medio más eficaz para presentar sus extrañas y grandiosas alegorías. ¿Qué son sino sus obras?".
(*) Profesora en Letras, Universidad Nacional del Litoral.
(**) Versos repetidos hasta el último suspiro por nuestro Fortunato.
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