Previo tedeum en la Iglesia Matriz, con autoridades, congresales y parte del pueblo, el 20 de noviembre de 1852 quedó inaugurado el Congreso General Constituyente como un Día de Fiesta, según lo ordenado por decreto de Justo José de Urquiza del 8 del mismo mes. En consonancia, por decreto del día 10, el gobernador santafesino Domingo Crespo había cedido los altos del Cabildo de nuestra ciudad para las sesiones y oficinas del Congreso.
Aunque ausente Buenos Aires, se estructuraba un nuevo hito de nuestro Estado moderno, en un escenario donde se conjugaban institucionalización, fiesta y representación. La intención de este artículo es abordar el contexto y análisis de su representación iconográfica.
Amadeo Gras, pintor itinerante
Desde comienzos de 1830 hasta pasado 1855, un artista francés itineraba por el Plata, haciendo de la pintura de retratos su género preferido y modo de subsistencia personal, así como el de su familia, que aumentaba mientras recorrían Montevideo, Buenos Aires, el interior argentino y los países andinos.
Es que Amadeo Gras, pintor y músico de temperamento romántico, movido por el afán de conocer nuevos escenarios, viajaba por estas tierras cargando marcos, telas, pinceles, pigmentos y un diario de viaje que registraba su abundante producción pictórica. Mientras peregrinaba -por deseo y necesidad- satisfacía las comitencias de la época, relacionadas con el gusto de las élites urbanas por retratarse: como modo de afirmar su subjetividad, convalidar triunfos políticos o económicos, ostentar lazos de parentesco o perpetuar su memoria a la posteridad.
Mirá tambiénApreciaciones sobre el texto constitucional de 1853, de la mano de Arturo Sampay"Hombre ilustrado, de conversación agradable y maneras distinguidas, se captó rápidamente simpatías en la alta sociedad", dice su nieto Mario César Gras. Relaciones que le aseguraron más de dos mil retratos de hombres, mujeres y aún niños durante su febril deambulación, hasta encontrar sosiego en Gualeguaychú donde terminó sus días en 1871. La itinerancia, el afincamiento por pocos años, la búsqueda de encargos a través de recomendaciones, caracterizaron el modo de vida de muchos artistas -sobre todo extranjeros- que deseaban vivir sólo de su profesión.
Un breve regreso a París contactó al pintor con nuevas tecnologías que, como el daguerrotipo, revolucionaban la representación y reproducción de imágenes. Imbuido de estos saberes que unían arte y ciencia (Química y Óptica), y sin dejar los pinceles, Gras regresaba al Uruguay como uno de los daguerrotipistas que hacían furor en el Plata con este procedimiento. El menor tiempo y costo, así como la fidelidad de la imagen obtenida -aunque a costa de la simulatio que practicaban los pintores- hizo que el daguerrotipo fuera también formador de identidades con fuerte poder social.
Llega el daguerrotipo a Santa Fe
A tono con esta novedad y enterado de la fama de Gras, Urquiza le comite los daguerrotipos de los gobernadores firmantes del Acuerdo de San Nicolás. Imágenes perdidas y obtenidas por el pintor y su hijo mayor Amadeo, instruido por su padre en la nueva tecnología.
Como Director Provisorio de la Confederación Argentina, a fines de 1852, Urquiza le hace un doble encargo: pintar murales en los altos del Cabildo de Santa Fe, donde funcionaría el Congreso, y tomar daguerrotipos a los congresales participantes.
Gras instala su taller y familia en la Calle de Comercio 175, donde imparte lecciones de dibujo y pintura, mientras inicia su vida social en Santa Fe trabando una fuerte amistad con Seguí. Su obra mural en el Cabildo es un tema aún a investigar dada la demolición del edificio, pero su nieto dice que, según viejos vecinos, se trataba de decoraciones y motivos alegóricos en techos y muros del recinto.
El encargo más importante, la representación de los congresales, se vio facilitada porque Amadeo ya había pintado a algunos de ellos (Zuviría, Zapata, del Campillo, Del Carril, Gutiérrez). No obstante la reticencia de Urquiza de pagarles lo adecuado, ambos Amadeos toman los daguerrotipos de los congresales que luego se reprodujeron en una lámina muy difundida, editada por la casa Laberque de París, según relata su nieto.
Esta estampa constituye la efectiva representación de este nuevo hito del Estado moderno, haya sido o no en su diseño iconográfico obra de Gras. Lo cierto es que hoy, la litografía de 67x50 centímetros que observamos en museos y archivos, como la exhibida al costado de la Sala de los Constituyentes en nuestro Museo de San Francisco, proceden del taller litográfico Lemercier-Detouches de París, especializados en transferir daguerrotipos a litografías.
"Nos, los representantes del pueblo de la Nación Argentina…"
Gras captó a los congresales a través de un plano medio corto (desde el busto a la parte superior de la cabeza) contenido en marcos ovalados agrisados de 7,4 x 6 milímetros. Su cámara enfocó algunos rostros de frente y otros en leve perfil de tres cuartos izquierdo o derecho, otorgando dinamismo a los retratos. En los óvalos, una sugerente luminosidad sobre los hombros -acertado recurso estético del artista- enfatiza las expresiones del rostro, y especialmente sus miradas que, dirigidas al espectador, lo hacen partícipe de la escena recordándole que ellos representan a la población.
Ubicados en el plano configurando un esquema compositivo romboidal, los retratos se disponen simétricamente en torno de un eje vertical en el que se ostentan los símbolos constituyentes del nuevo Estado.
El centro superior del rombo luce el escudo de la Confederación, signo de la identidad soberana del Estado. Emblema ya usado en Entre Ríos y Buenos Aires y presente luego de 1853 en todos los documentos, es similar al de 1813, aunque el sol naciente se remplaza con la cara de un niño con rayos luminosos. Al pie se disponen dos cañones cruzados y bayonetas, mientras los laureles se flanquean con lanzas y banderas. Igual emblema se grabó e imprimió en la tapa y portada del texto original de la Constitución.
Debajo, la efigie de Urquiza con vestimenta militar, remite a la presencia de la autoridad a la vez que a la integración del ejército, como uno de los instrumentos del Estado. En el centro, un vacío claro y luminoso destaca el orden legal-gubernamental contenido en el texto constitucional que -rodeado de signos victoriosos de palmas y laureles- ostenta su identidad: "Constitución de la Confederación Argentina - 1853". De modo que la composición, cuya unidad se enfatiza con el caprichoso movimiento de cintas que unen a los personajes, subraya que la Constitución es el punto focal, centro sígnico y protagonista del montaje iconográfico.
Abajo, en los costados, los nombres de congresales y sus provincias, así como el Cabildo de Santa Fe -sede de las discusiones- evocan la dimensión territorial de la nueva configuración. De modo que, los constituyentes individuados por Gras, captados expresivamente, con diferentes miradas: penetrantes, suaves, enérgicas, distantes, serenas o preocupadas, nos interpelan e impulsan a reflexionar sobre la gestación de nuestro Estado moderno.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y desde la Asociación Museo y Parque de la Constitución Nacional.
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