Actor múltiple
Hacia el 170º Aniversario de la sanción de la Constitución Nacional.
Actor múltiple
Se vuelve aquí a nuestro visitado Fragueiro en algunos aspectos, con extensión a otros. Valiéndonos de celebridades históricas francesas, digamos que como Ministro de Finanzas, cargo que no aceptó Alberdi, no tuvo la longevidad de Colbert y tuvo aún menos tiempo que Turgot, si de introducir reformas se trata (08/1853-09/1854). Pero esa no fue su única faceta de fugacidad. Con familia cordobesa económicamente fuerte, fue muchas cosas: empresario, banquero, mediador interprovincial, gobernador dos veces, senador reiterado, convencional constituyente, intelectual reformador, autor, emigrado cercano a los homólogos del 37 en Chile y "hombre del Paraná" después. Para Gregorio Weinberg, sería "el pensador olvidado" de la organización nacional, apelativo sin duda certero.
Como recuerdan Martínez Paz y otros, considerando su propia Autobiografía, interrumpe sus estudios universitarios en Córdoba para asumir retos comerciales familiares en esa ciudad (1813-1818), trasladándose posteriormente con iguales fines a Buenos Aires, donde luego contraerá enlace con Ana de Álzaga. Allí, tras ser cónsul, se integrará inicialmente al Banco de Descuentos (1825) y será parte después del Directorio del Banco Nacional (1826). Un saber temprano adquirido sobre la actividad bancaria, esencial de cara al futuro.
Actor polifacético, es convocado a gobernar Córdoba tras la caída del General Paz en 1831, cargo que ejerce pocos días. Desarrolla, asimismo, actividades e intereses mineros en otras provincias y en Chile. En 1858 vuelve a ser Gobernador de Córdoba pero no concluye su mandato por renuncia. Senador provincial en dos oportunidades es incluso candidato a Presidente. En 1854, los electores le otorgan siete votos y designa a Urquiza, pero alcanza a 20 para Vicepresidente. En 1860 participa pero es segundo de Derqui. Y en 1862 es votado para Vicepresidente aunque queda en un cuarto nivel junto a Sarmiento. Preside las Convenciones constituyentes de 1860 y 1866. La primera sella el acuerdo para el reintegro de Buenos Aires a la Confederación. La segunda consolida todos los ingresos del comercio exterior como nacionales. Una impresionante serie de roles estatales expresivos de su valoración como hombre público.
¿Y dónde queda nuestro economista? Un agudo Manuel Fernández López apuntaría que, más que eso, Fragueiro sería un reformador social. Sin omitir la especulación sobre ello, posible en tanto en su viaje histórico, la economía se nutrió de componentes prescriptivos y filosofía, tanto como entrecruzamientos con la sociología y la política, digamos que reducidos a aquellos extremos cabe escapar a la opción diciendo que tuvo bastante de ambas cosas. Aceptado su sansimonismo, que se filtra en sus escritos tanto por expresiones del maestro, como por las que pueda haber adoptado de su discípulo Pierre Leroux o las visualizables a través del Dogma Socialista de Echeverría, esboza un socialismo que el marxismo catalogará de utópico, pues combinaba la democracia, la propiedad privada y un importante espacio de libertades, con lo que hoy denominaríamos economía pública y crédito público. Dirá Sarmiento, quien lo reputaría como "el más eminente de nuestros emigrados allende la cordillera", que "el señor Fragueiro conoce las cosas más abstrusas de la economía", mientras Quiroga Rosas, destacado miembro de la Generación de 1837, exiliado en Chile, le escuchara un apasionado "¡sólo viajaría a Francia para ver a Leroux!".
Tanto en esos contactos trasandinos como en toda su prolongada actividad "chilena" de una década, hallaremos explicaciones sobre el perfil económico del actor que examinamos. Con prósperos negocios mineros allí y relaciones con el gobierno, elevará un proyecto de ferrocarril "de Copiapó" y, fundamentalmente, se volcará con intensidad en iniciativas y observaciones al proceso de construcción del sistema bancario en el país vecino. Y aquí nos encontramos, con aportes profundos sobre esos temas, la moneda y el crédito, tales los aparecidos en El Progreso (1844) y las Observaciones sobre el Proyecto de Estatuto de Banco de Chile (1845), generadores de intercambios y opiniones acercados a las autoridades de Santiago. Allí se explayó detenidamente sobre la técnica y los tipos de operaciones bancarias vigentes en la época.
Eso ocurría antes de sus clásicos Organización del Crédito (1850) y Cuestiones Argentinas (1852). Una estudio reciente rescata aquéllos trabajos de la década de 1840, donde hay otras sorpresas que denuncian elevadas lecturas, pues allí son citados nada menos que Adam Smith, James Mill (padre del celebérrimo John Stuart), aunque no por sus Elementos sino por una Historia de la India, John Law, referencia incómoda ante sus críticos, J.B. Say, M. Chevalier, John Ramsay McCulloch, heredero y custodio de la tradición de David Ricardo y Simonde de Sismondi, sobre quien recordaría Emil James que cuestionó el fin de la economía como ciencia de la riqueza y realzó el papel clave del bienestar. Todo ello mostrando noticia precisa de hombres como Peel y Aberdeen y los problemas económico-bancarios de Inglaterra hasta bordear la mitad del Siglo XIX ¡Casi demasiado saber para la época!
Eso hace comprensible y explicable el llamado de Urquiza, a quien -como Alberdi- Fragueiro había enviado sus obras, en especial las dos últimas, para que asumiera la nada cómoda silla de responsable financiero de una Confederación que, con la secesión de Buenos Aires que obviamente arrastró consigo a su Aduana, perdía una abrumadora cantidad de recursos para subsistir. En tal contexto, propone su famoso Estatuto de Hacienda y Crédito Público que tras su defensa en Santa Fe, fuera aprobado por el Congreso Constituyente como legislador ordinario. Iniciativa esta con perfiles intervencionistas o estatistas, insertado en un molde constitucional demoliberal, en palabras del académico Alberto Dalla Vía.
El Proyecto recibió interrogantes y observaciones, dado el poder fiscal y crediticio que creaba, entre ellas de convencionales como Huergo, Bedoya, Seguí o en particular Gorostiaga, quienes lo confrontaban con la letra y principios de la Constitución recién sancionada, que ya incluía normas impositivas y un Banco Nacional con capacidad emisora. Empero, el mismo fue aprobado como Ley de la Confederación. Según el estudioso Wieczorek, quien no concordaría con él sería el propio Alberdi, que pese a lo resumido y circunspecto en tales aspectos de su Proyecto Constitucional original, sería temprano crítico del "Estatuto" en el Diario de Valparaíso, interpretando la Constitución de Santa Fe desde la perspectiva económica en su célebre Sistema Económico y Rentístico de 1854 y ubicando al socialismo como doctrina opuesta a la misma. Como sabemos, tras algunos meses, el Banco finalmente cesaría de operar, en un contexto afecto a la moneda metálica y refractario al papel moneda, otrora ya aceptado en Buenos Aires.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y desde la Asociación Museo y Parque de la Constitución Nacional.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.