Leonardo Simoniello (*)
Leonardo Simoniello (*)
El cine, lo que conocemos como "el séptimo arte", no es sólo arte en sí mismo. Es una herramienta, un recurso, una vía que en muchos casos nos sensibiliza y nos ayuda a visibilizar problemáticas, historias, hechos concretos y en algunos, grandes momentos de nuestra humanidad. También muchas veces ayudó y sigue ayudando a resignificar instancias de nuestro pasado, fuertemente ancladas a una perspectiva de la transmisión como vector fundamental para animar y cultivar la memoria activa.
En ocasiones, cuando hablamos de "la memoria", no la consideramos como algo estanco, para siempre igual, sino en constante cambio, construcción y reconstrucción. Es como un campo de pujas, en el que se dan tensiones por la legitimidad y la selección del pasado a relatar y cómo relatarlo, por lo que también quedan fragmentos destinados al olvido, y a veces también al silencio. La memoria suele ser selectiva.
Hasta que se encuentran momentos que pueden ser trabajados de nuevo "en voz alta y con otras voces", y sumarse nuevamente al espacio de la memoria. El cine, cuando se enfoca desde esta perspectiva, colabora o da cuenta de ese espacio nuevo para poder recordar aquello que antes había quedado atrás, con un significado escaso, menospreciado o a veces inclusive, silenciado.
Los Juicios a las Juntas Militares son internacionalmente conocidos, ya que demostraron que un país podía condenar a sus transgresores de derechos humanos, sin la necesidad de un Tribunal Internacional creado para dicho caso. Fueron estos juicios, así como el reconocimiento en el Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), junto a las políticas de memoria que comenzaron a implementarse luego, las principales formas de reparación y justicia experimentadas en el período post dictatorial en Argentina y a la vez antecedente en el Tratado de Roma, camino directo hacia la creación de la Corte Penal Internacional.
Carlos Nino sintetiza en forma clara y contundente lo ocurrido en el Juicio a las Juntas Militares: "Hubo pocas instancias en la historia del mundo, y ciertamente ninguna en Latinoamérica, de persecución de quienes fueran los responsables por violaciones masivas de derechos humanos. La Argentina hizo justamente eso y, en forma aún más notable, llevó a cabo esta tarea sin un ejército invasor y sin ninguna división de las Fuerzas Armadas apoyando los juicios, contando sólo con su capital moral".
A cinco semanas de las elecciones de 1983, Bignone firmaba la ley que con un eufemismo el gobierno militar llamaría "Ley de pacificación nacional" donde se garantizaba una "amnistía total por el conjunto de acciones subversivas y antisubversivas desde el 25 de Mayo de 1973 hasta el 17 de Junio de 1982".
Raúl Alfonsín, entonces candidato presidencial de la UCR sostenía públicamente y casi en soledad su anulación por espuria e inmoral, aclarando: "No construiremos el país del futuro (...) sobre la base de una claudicación moral, que sin duda existiría si actuáramos como si nada hubiera ocurrido en la Argentina".
Alfonsín quería evitar repetir el camino histórico de la impunidad, y sentar las bases para que quede claro que en Argentina no se tolerarían más episodios al margen de la ley, que vulneraran los derechos humanos de los argentinos. Así fue como con este país sobre sus espaldas, "decidió" decir por primera vez no al olvido, decidió que no había espacio para el perdón, y eligió -y elegimos- ir por el camino que buscaría Justicia.
Pocos días después de asumir la presidencia, la Ley de Autoamnistía era derogada y decretaba el juzgamiento de los principales actores, por su responsabilidad de mando, para quebrar para siempre la regla no escrita, pero hasta ese momento vigente en el país, de que el terrorismo quedara impune o fuera amnistiado. Así, el 22 de abril de 1985 se dio inicio al "Juicio a las Juntas Militares", y el 9 de diciembre del mismo año la Cámara Federal dictó sentencia.
La memoria, para manifestarse, toma diferentes caminos y formas. Muchos de ellos son materialidades que representan ese pasado para que lo podamos recordar en el presente. Los centros de documentación y archivos, los museos, los monumentos, son algunos ejemplos. El cine, la música, el arte en general, también lo son.
Hace poco se estrenó la película "Argentina, 1985" y nuevamente con esta pieza cinematográfica, entre otras cosas, iniciamos un camino intentando otro premio Oscar, haciendo que -seguramente- el mundo vuelva a hablar de nuestra historia y la importancia de estos acontecimientos.
La creación de este film habilita un nuevo espacio para la reflexión sobre nuestro pasado reciente, sobre lo que en verdad significó aquel proceso política y jurídicamente complejo, y lo que contribuyó para fortalecer la democracia en nuestro país. De esta forma, la película nos permite resignificar y volver a contar, de forma masiva y para todos los públicos, este acontecimiento, donde la justicia se nos presenta como protección.
Es un tema de nuestro pasado, que incluso algunas generaciones no vivenciaron directamente, pero que en este contexto cobra vigencia en un presente distinto, se transforma para contribuir a la transmisión, en la que los elementos seleccionados del pasado llegan a nuestra actualidad permitiendo resignificarlos, reconstruyéndose en memoria activa.
Desde Espacios Educativos nos gusta creer en la importancia de la resignificación de momentos del pasado. Al decir del escritor Elie Wiesel: "Contamos estas historias porque sabemos que no escuchar ni desear saber lleva a la indiferencia, y la indiferencia nunca es una respuesta".
(*) Coordinador de Espacios Educativos.