Miércoles 21.12.2022
/Última actualización 13:24
El primer cambio que experimentará la ciudad de Santa Fe en 1853 luego de que los representantes de las provincias -excluida la escindida Buenos Aires- aprueben en el salón del primer piso del viejo Cabildo (hoy desaparecido) la Ley Fundamental constitutiva del Estado Nacional, será la nueva nomenclatura urbana.
De modo que la primera señal de que algo nuevo nacía, será simbólica. El arduo trabajo de construir un país, llevará bastante más tiempo. Desde el primer intento constitucional -la Asamblea del Año XIII- habían transcurrido 40 años. Casi medio siglo de guerras internacionales -con el reino de España, pero también con el imperio del Brasil-, y permanentes luchas civiles que habían desangrado a las Provincias del Sur y consumido sin cesar sus escasos recursos.
Ahora, al fin, y en medio de discusiones de fondo acerca de si las sesiones del Congreso General Constituyente que se desarrollaba en nuestra ciudad debían seguir adelante o, por el contrario, detenerse a la espera del regreso de la provincia de Buenos Aires al cuerpo de la Confederación Argentina, la decisión final estaba tomada: se avanzaría hacia la sanción del texto ya elaborado. Había que consumar la obra con su formal aprobación por parte de los congresales constituyentes. Y así se hizo, pese a las advertencias del presidente del cuerpo, Facundo Zuviría, respecto del problema que suponía la ausencia de Buenos Aires, por entonces, la más importante de las provincias, por su tamaño físico, su quantum poblacional, su producción exportable y la posesión del puerto principal en el estuario del río de la Plata, antesala del océano Atlántico, espacio líquido de los intercambios con los destinos más importantes de aquellos días.
Juan Francisco Seguí, vocero del Gral. Justo José de Urquiza en el seno del Congreso, y Manuel Leiva, ambos diputados por Santa Fe, dijeron en alta voz la noche del 20 de abril de 1853, cuando aquella discusión final se produjo, que no se podían seguir esperando condiciones teóricamente óptimas, que nunca llegarían, para organizar el nuevo país. Que eso era lo que se había intentado una y otra vez en las décadas precedentes, terminando siempre en el punto muerto de las desinteligencias. Que había que superar de una vez ese Rubicón, para avanzar en el propósito constitutivo y que las imperfecciones que el proyecto pudiera tener podrían superarse en el futuro. A esa altura, el anteproyecto ya estaba redactado, siendo sus principales autores el santiagueño Benjamín Gorostiaga y el porteño Juan María Gutiérrez, brillantes intelectuales que integraban el sector liberal del Congreso.
El 1° de Mayo, la Constitución Nacional fue aprobada en Santa Fe, y luego jurada en las distintas provincias el 9 de Julio, día de la Independencia. Buenos Aires, quedaba separada como Estado independiente, aunque no lo sería por mucho tiempo, ya que la voluntad general era que se reintegrara al Estado federal alumbrado en nuestro terruño. A tal punto era así, que, en la nomenclatura urbana renovada con motivo del Congreso, luego de la constelación de fechas simbólicas que se adherían a las calles próximas al Cabildo, la enumeración de las provincias argentinas en las calles transversales del damero, de sur a norte, comenzaba con la que evocaba a la ausente provincia de Buenos Aires, que precede a la de Entre Ríos (hoy, Moreno), cuya capital, Paraná, se convertía en la primera capital confederal de la Argentina.
El nombre de la vecina ciudad entrerriana, originada hacia mediados del siglo XVIII en el caserío tejido por vecinos de Santa Fe en la loma que desciende hacia el río en la otra banda (en un rincón del actual Parque Urquiza), quedó resguardado en una de las calles ubicadas detrás del Cabildo, paralela a la que recibió la denominación 31 de Mayo de 1852, en homenaje al acuerdo de San Nicolás de los Arroyos (provincia de Buenos Aires) en el que se decidió convocar al Congreso General Constituyente en la ciudad de Santa Fe. Entre tanto, la calle que separaba al Cabildo de la antigua Plaza Mayor (poco después, del Congreso y, ahora, 25 de Mayo), recibió el nombre de 3 de Febrero de 1852, fecha de la batalla de Caseros, en la que el Ejército Grande, conducido por Urquiza, derrotó a las tropas de Juan Manuel de Rosas y produjo la caída de quien, con variantes, había ejercido el poder real en el territorio durante dos décadas. Al norte de la escueta urbe, el espacio, por entonces laguna, en el que hoy se erige la plaza San Martín, fue designado plaza de la Libertad.
En cuanto a las calles longitudinales, la que trazaba el borde este, próxima al río Santa Fe (soterrado durante la construcción del puerto entre 1904 y 1910) recibió el nombre de 25 de Mayo de 1810, en recuerdo de la reunión de cabildantes que, en la ciudad de Buenos Aires, decidió el cese de las funciones del virrey en el cargo y la conformación de una Junta de gobierno (el rey de España se encontraba cautivo de Napoleón, emperador de Francia). Se trata del punto de partida del proceso revolucionario de separación de España.
La siguiente calle, hacia el oeste, será designada "del Comercio" (hoy, San Martín), promisoria asignatura a la que los constituyentes veían como una herramienta fundamental para la transformación económica.
Seguía, siempre al oeste, la antigua calle San Gerónimo, nombre sacado a suertes como patrono de la ciudad en la primera Santa Fe, y retenido en la retícula de la ciudad trasplantada. Representaba, en ambas plantas urbanas, el modelo del "cardus maximus" de los romanos, el principal eje longitudinal articulador de la ciudad.
Luego, la calle 9 de Julio de 1816, expresa el reconocimiento al Congreso de Tucumán, que fracasó en darnos una Constitución, pero consiguió declarar la Independencia de las Provincias Unidas del Sur, hecho institucionalmente relevante porque legitimaba las acciones del Ejército de los Andes, conducido por el Gral. José de San Martín.
A continuación, la calle 1º de Mayo de 1851, evocaba el Pronunciamiento del Gral. Urquiza contra Rosas, momento histórico trascendente porque da comienzo al proceso que culminaría con la derrota del gobernador de la provincia de Buenos Aires. Es un dato muy significativo que integra la nueva nomenclatura urbana en el plano que José Germán Niklison le dedicara a Domingo Crespo, gobernador de la provincia de Santa Fe (1851 – 1854) y anfitrión del Congreso General Constituyente. Esta constancia, comprensible en aquella nomenclatura, ha perdido sentido en la actual, al punto que muchos la relacionamos con la aprobación constitucional de 1853 y, la mayoría, con el Día Internacional de los Trabajadores. Por consiguiente, en tributo a la claridad nominativa que reclaman las calles de la ciudad, el Concejo Municipal de Santa Fe debería tratar el caso para darle solución a través de una norma aclaratoria. La correlación de fechas históricas constitutivas de la Argentina moderna, debería sintetizarse en la que evoca el nacimiento del país legal e institucionalmente organizado: 1º de Mayo de 1853. Es la que, por feliz, coincidencia, conduce hasta el ingreso al Museo y Parque de la Constitución Nacional, espacio que conjuga historia, cultura y naturaleza en la celebración y difusión de las normas configuradoras de la Argentina moderna, proceso que será completado en 1860 mediante la reintegración de la provincia de Buenos Aires al país de los argentinos.
Por fin, en el borde oeste, la calle 4 de Enero de 1831 rendía tributo histórico -y lo sigue haciendo- al Tratado Federal signado por todas las provincias, el más importante precedente de la Constitución de 1853 y de los "pactos preexistentes" mencionados en su Preámbulo.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y desde la Asociación Museo y Parque de la Constitución Nacional.