Pablo Benito desde Barcelona
Pablo Benito desde Barcelona
A horas de culminar el 21 D catalán ya se percibe que el conflicto continuará.
El joven partido de centroderecha, Ciudadanos, se impuso en porcentaje de sufragios generales y escaños pero es el bloque independentista quien reúne la fuerza suficiente como para presidir la Generalitat. El Partido Popular, que gobierna España, se encuentra en vías de extinción en estas tierras y el Partido Socialista, luego del coma inducido al que lo sometió el electorado en las últimas presidenciales, dio el primer paso hacia el tortuoso camino de una transformación ideológica que deberá recorrer en la orfandad de la desaparición de la Internacional socialista y el ocaso de la socialdemocracia europea.
¿Y ahora?
El jueves 21 de diciembre de 2017 será recordado cómo un día triste para la democracia española a pesar de haber conseguido un récord de concurrencia a las urnas sin precedentes en sistemas que abolieron la obligatoriedad del voto. El 82 % de los catalanes autorizados para sufragar lo hicieron a pesar de las características extrañas impresa en la convocatoria realizada desde Madrid. La ecuación de escaños y alianzas factibles, posibilitaría al parlamento de Cataluña investir bien a un presidente exiliado a otro que se encuentra preso.
Carles Puigdemont desde Bruselas –exiliado- y Oriol Junqueras desde la cárcel de Extremera –Madrid- son quienes podrían ser elegidos, finalmente, presidentes. Ines Arrimada, quien consiguió mayor cantidad de votos y escaños, logró un importante triunfo para el futuro de su partido, Ciudadanos, pero es parte del agua “constitucionalista” que por propia química no ha de mezclarse con el aceite independentista.
Rajoy ya votó por Cataluña
A pesar de ser gallego, Rajoy ya votó e incluso lo hizo antes de que se abrieran las urnas en Cataluña. Fue este miércoles que el presidente español manifestó su intención de no reconocer la masiva manifestación de la voluntad popular al advertir en declaraciones a la prensa – muy estudiadas por cierto- que “los gobernantes de todos los territorios de España saben que deben cumplir la ley y si no lo hacen ya saben lo que pasa” liquidando dudas amenazando con que “la aplicación del artículo 155 –con el que se intervino Cataluña- demuestra que España es una nación que tiene instrumentos para defenderse cuando alguien actúa contra la nación”. Estás declaraciones terminaron de ensombrecer el panorama, dado que los partidos independentista –únicos con chances de hacer gobierno- tuvieron como único punto en su plataforma, real, la defensa de la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) del 27 de octubre. Con lo que la luz al final del túnel es imperceptible y hasta inexistente.
Todo indica que el proceso judicial, por sedición, contra los líderes del referéndum del 1 de octubre –que incluye durísimas penas- continuará con prisión preventiva para los acusados lo que los inhabilitaría, de hecho, a ejercer cargo alguno. En el caso de Junqueras, ex vicepresidente y primer candidato por el soberanista partido Ezquerra Republicana, la instancia judicial incluye la prisión incondicional – sin fianza- siendo que a otros seis exconsellers de la Generalitat, se les ha permitido seguir el juicio en libertad tras el depósito de € 100.000 por cada uno.
Una jornada de tristeza creciente
El pueblo catalán ha hecho todo lo que está al alcance de su voluntad democrática para destrabar la situación. Concurrió de forma inédita a las urnas, en un día laboral y con los líderes de “la mitad más uno” privados de participar de la campaña. Aceptó el llamado de la intervención a las elecciones por encima de la autonomía de su propia nación. Intentó olvidar y perdonar la salvaje represión, de hace apenas 50 días, cuando los colegios electorales fueron desalojados violentamente por la Guardia Civil. Las impactantes imágenes de uniformados golpeando a mujeres, ancianos y hasta niños, recorrieron el mundo, quedando en la piel del común que pretende poder expresarse libremente. Los presos los pusieron los independentistas, mientras que no existe, siquiera, sumario interno alguno para los funcionarios que implementaron la desproporcionada golpiza contra personas indefensas y sus brazos en alto en señal de no agresión. La participación pacifica de la gente –tenga o no razón, o razones, en sus reivindicaciones- continúa de manera estoica y eleva sus niveles de civismo y aceptación a niveles intolerables. A pesar de eso lo que recibe de su presidente es un mensaje violento que les amenaza con desconocer, nuevamente, el mandato de las urnas.
Lágrimas en la ciudad de Miró y Gaudí
La percepción en los colegios en donde se sufragó este último miércoles es la de una profunda tristeza generalizada que va mutando al resentimiento por el destrato que sienten por parte de España. De concreción fáctica imposible, la independencia y creación de un nuevo Estado que no sería reconocido como tal, en principio, por la Comunidad Europea y, por ende, por la mayoría de los estados del mundo, hoy choca con la histeria de un presidente que su única arma de persuasión es el autoritarismo.
El mundo está percibiendo relatos oscuros de sus dirigentes cuando dejan claro que los votos poco importan y que la crisis mundial del capitalismo se sostiene con enfrentamiento y no con algún tipo de consenso civilizado.
La propia Europa, que supone una historia de tolerancia y entendimiento, cuenta con líderes –actuales- que avanzan por encima de la voluntad soberana de sus propios pueblos y eso es alarmante para los países emergentes. Las naciones periféricas encontraron, en la institucionalidad del “viejo mundo”, un freno al despotismo de sus caudillos –tal como ocurrió con el repudio a las dictaduras latinoamericanas que precipitaron su final. Eso ya no existe.
Los ojos del mundo que se posaron en Cataluña, por estos días, asistieron a un espectáculo penoso sin muestra alguna de democracia y convivencia. Siendo Barcelona una de las ciudades más avanzadas y diversas –culturalmente- del mundo la dimensión del reflejo del mundo que viene toma un color gris demasiado cerca de tornar a un negro con escasas esperanzas de aclararse.
Podría ser en Santa Fe, Lima, Quito o Miami, pero estas palabras fueron dichas ayer en Barcelona por un señor mayor y con lágrimas en sus ojos, “esto lo vi en mi vida mil veces, los políticos cuando nos necesitan nos usan y cuando ya no les servimos nos tiran a la basura”. A los 70 años un catalán refleja lo que millones sienten, en distintas latitudes y a lo largo del mundo. No se sienten parte de la política y los políticos les resultan tan extraños que los ven como infrahumanos que llevan una realidad paralela que no se toca con la de los comunes. Comunes que aceptan y acatan las reglas aunque detesten a quien las impone.