Villa Dora siempre ha sido un club de barrio, desde siempre. La gente que concurría a las fiestas se conocía y se trataba cordialmente. Los bailes eran un clásico en el club; siempre, o casi siempre, eran los domingos, como hasta ahora. Era uno de los únicos que armaban la diversión ese día.
Chingolo Villafañe, trabajaba en el ferrocarril y era de la Unión Ferroviaria, vivía solo en las inmediaciones del Puente Negro; tenía un grupo de amigos con los que salía a bailar. Los sábados en Centro Gallego y los domingos en Villa Dora, decía tener resto para trasnochar dos noches y presentarse en el laburo los lunes temprano.
Lupe Sanabria era empleada de comercio en un local cercano a la tienda Gath y Chaves, vivía con sus padres en el barrio Roma y era soltera. Tenía amigas en el barrio, gozaba de un espíritu alegre y admiraba las cosas simples de la vida. Una de las chicas organizó una salida para el baile dominical de Villa Dora, con el pretexto de que eran lindos y las damas no pagaban la entrada. Ese recurso se utilizaba en muchas reuniones bailables, en razón de que, la presencia femenina era un sinónimo de éxito para la reunión danzante.
La casualidad hizo que coincidieran en el club de la calle Ruperto Godoy, Lupe y Chingolo, que disfrutaran de la música y bailaron un rato juntos. Nada fuera de lo normal en ese baile de club de barrio, hacia donde el destino los trasladó. Primero una amistad, luego la simpatía y después el amor del romance. Decían que tenían que encontrarse, que eso estaba predestinado; a los dos le gustaba la canción de los Cuatro Soles, "Aquellos besos que te di", eran buenos en la cumbia y allí mismo conocieron a Los Palmeras que empezaron su carrera.
Las chicas y chicos de séptimo grado de las escuelas que estaban del otro lado del boulevard, también venían a los bailes de los domingos, pese a que no habían cumplido 15 años eran tratadas con respeto y también con afecto.
Chingolo frecuentaba menos a sus amigos de diversión, los sábados por la tarde se juntaban a jugar al fútbol, y luego la famosa visita y salida de novios en la noche santafesina. Dos años después se casaron y alquilaron una casa sobre la calle Huergo, en las cercanías del club donde se conocieron. Con menos frecuencia asistían a los bailes del domingo en el club.
Se hallaron en el barrio, la familia creció con tres varones, que asistían a la escuela primaria cerca de la casa. Los chicos obligaron a Lupe a dejar su trabajo para ocuparse de la crianza; Chingolo seguía en el ferrocarril que empezaba a disminuir su intensidad, por lo que decidió abrir un taller de tornería, para sostener económicamente a la familia.
Finalmente compraron la casa que alquilaban y los pequeños se fueron haciendo grandes hasta formar sus propios hogares, la relación de padres e hijos se mantuvo, las visitas eran frecuentes y las reuniones familiares también. Por mucho tiempo era común verlos en la vereda de la casa tomando mate, o charlando cordialmente con los vecinos de siempre.
El cabello entrecano de Chingolo evidenciaba su condición de abuelo, y su mujer Lupe también, disfrutaban como todos de los niños pequeños, a quiénes como cualquier abuelo "malcriaban". Los tiempos fueron cambiando y la paz del barrio también.
Santa Fe se fue extendiendo para el lado de Monte Vera, de Recreo, y lo que en su tiempo era campo, se convirtió en ciudad. La gente ya no se conocía como antes y las reuniones sociales tampoco eran iguales.
Lupe le preguntaba a Chingolo:
- ¿Viejo, por qué Santa Fe está tan cambiada?
- ¡No es solo Santa Fe, el país ha cambiado! le respondió.
Villa Dora siguió haciendo bailes los domingos; pero no eran iguales a los de antes, comenzó a circular en las inmediaciones el alcohol y las drogas, lo que generó la aparición de hechos de violencia inusitada que eran padecidos por los mismos vecinos. "Música a todo volumen, peleas, e incluso tiros". La queja de los vecinos obligó a colocar un vallado en las calles adyacentes, pero los disturbios no desaparecieron. Lo que debía ser una diversión, podía terminar en una tragedia.
En la madrugada de un lunes se produjo una balacera que concluyó con una persona herida: el club fue clausurado por quince días, pero la paz no regresó. De los hechos se responsabilizó a los inadaptados de siempre, algunos indicaron a la denominada hinchada de Colón, "La Negrada", otros a la falta de controles adecuados, y a la presencia del club en un sitio donde según la reglamentación municipal no se pueden realizar bailes.
Los vecinos se agruparon para pedir la clausura definitiva del lugar como local bailable, o recurrir a la Justicia. El matrimonio Sanabria-Villafañe charló extensamente sobre el tema; ella estaba dispuesta a suscribir la nota inmediatamente.
A Chingolo le invadió la nostalgia de los tiempos bellos que disfrutó en el club. Se puso serio, miró lejos, luego bajó la mirada y vio a su nieta Mía Villafañe correr en el patio agitando sus bracitos como las mariposas en sus vuelos. Y entonces entendió que debía firmar porque al fin de cuentas ya nada era igual, y… ¡Mía no podría venir a bailar gratis los domingos a Villa Dora!