Miércoles 29.11.2023
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No es muy antiguo el conocimiento científico sobre el fenómeno conocido como El Niño -que comienza por estos días a actuar sobre nuestra región-, así como el de su contracara, La Niña, que nos afectó durante los últimos dos años. Para identificar señales de su manifestación en el pasado, la ciencia apela a la climatología histórica, campo en el que se destaca en la Argentina, entre otros, la investigadora María del Carmen Prieto.
Un registro de indudable valor documental es el que aporta Charles Darwin en su libro "Viaje de un naturalista alrededor del mundo". La información es de interés para los estudios climatológicos que procuren identificar posibles manifestaciones del "fenómeno de la Niña" en la primera mitad del siglo XIX, y surge de referencias que Darwin recogió en su viaje de Buenos Aires a Santa Fe ocurrido en septiembre y octubre de 1833.
La gran sequía de 1827 a 1832
"Se da el nombre de gran seca o gran sequía (dice el autor de "El origen de las especies"), al período comprendido entre los años 1827 y 1832. Durante ese tiempo llovió tan poco que la vegetación desapareció y hasta los cardos no crecieron. Los arroyos no llevaban agua y el país entero tomó el aspecto de una polvorienta carretera. Esta sequía se dejó sentir sobre todo en la parte septentrional de la provincia de Buenos Aires y en la meridional de Santa Fe". Consecuencia de la gran sequía, severa y prolongada, fue que "un gran número de aves, de mamíferos salvajes, de ganado vacuno y de caballos perecieron de hambre y sed".
Darwin nos pinta un panorama muy diferente al de la actualidad en relación con los efectos de la sequía en un campo sin alambrados, aun cuando aclara que los datos que le proporcionaron le parecieron exagerados. Los rebaños y las tropillas abandonaban las estancias migrando hacia el sur buscando aguadas. Formaban inmensas aglomeraciones de ganado errante, donde se mezclaban los animales marcados con los orejanos cimarrones. Cuando encontraban agua se precipitaban en estampida desesperados por beber y los que llegaban primero eran aplastados por los que les seguían. También ocurría que las vacas descendían por millares hasta el río a tomar agua, y ya no podían subir las resbaladizas barrancas por la debilidad producida por la falta de pasturas. De esta forma morían y sus restos se acumulaban por centenares en las orillas o flotaban corriente abajo para amontonarse en el estuario del Plata.
El desplazamiento del ganado a distancia de muchas leguas producía conflictos entre los propietarios, que intentaban arriarlos de regreso, y muchos dieron por perdidos sus rebaños. Las querellas también se producían a raíz de que la sequía extrema y el polvo acumulado borraban los accidentes tomados como referencia en el deslinde de los campos y "la gente no podían hallar ya los límites de sus propiedades".
Darwin anota dos noticias que resultan de interés científico como para relacionar esta sequía con el fenómeno de La Niña. En primer lugar nos dice que superada esta larga etapa "sobrevino una época de grandes lluvias que produjo vastas inundaciones" cuyos sedimentos sepultaron los esqueletos de los millares de animales muertos. La otra noticia tiene que ver con la periodicidad del fenómeno: "Esas sequías parecen ser periódicas en cierta medida. Se me han citado los datos de otras muchas y parecen tener lugar cada quince años".
Constatación documental
Lo que Darwin nos cuenta en su hermoso libro de viajes en relación con esta sequía, no proviene de su propia observación, sino que son noticias recogidas en la zona y él mismo nos advierte que le fueron formulados "en términos exagerados". Conviene contrastar dicha información con la que aportan los documentos contemporáneos de otra naturaleza. Y en tal sentido, las actas capitulares se presentan como fuente de gran valor, pues en ellas podemos hacer un seguimiento de las sequías que tuvieron lugar desde la fundación de la ciudad, ya que era el Cabildo el que disponía la realización de novenas y rogativas al Santo Patrono San Jerónimo pidiendo lluvias.
Por las actas sabemos que, en realidad, la sequía se inició en 1826. En noviembre se dispone "realizar un novenario de misas rezadas al Patrono San Jerónimo para que por sus intersecciones consiga el remedio para los males que amenazan por la gran sequía". Pasados dos años la situación no mejoraba, por lo que en agosto de 1828 se vio "la necesidad de implorar el Divino Auxilio en remedio de los males que amenazan al público por la gran seca". Y al año siguiente, en octubre de 1829, se volvió a suplicar por lluvias a San Jerónimo en un novenario de misas.
Las actas capitulares también confirman que, en casos de grandes sequías el ganado se desplazaba hacia el sur. Así en enero de 1774 se anota que no se habían podido recoger los ganados desplazados a Buenos Aires en la sequía extendida desde 1770 a 1773 (¿otro fenómeno de La Niña?) Nada dicen las actas sobre rogativas en 1830 y 1831, por lo que no es posible comprobar si esta sequía, como Darwin señala, se extendió efectivamente hasta 1832. Una ley de ese año disponía la disolución del Cabildo.
Otro tipo de documentos confirman también dificultades propias de la sequía. Por comunicaciones intercambiadas entre Estanislao López y Pascual Echagüe en junio de 1828, sabemos que ese año se suspendió una campaña contra los pueblos originarios "por falta de agua en los campos", aunque los mismos documentos hablan de "incesantes lluvias" sobre el río Uruguay en la provincia de Entre Ríos, transitada por López en campaña hacia las Misiones en la guerra con Brasil.
Ya habíamos notado diferencias climáticas entre Santa Fe y Entre Ríos. Es por eso que Santa Fe se abastecía de ganado en "la otra banda del Paraná", como se refiere en las actas de 1775, y López solicitaba caballos a Corrientes y Entre Ríos en su campaña contra Juan Lavalle de 1829, dada su escasez en la llanura santafesina en plena sequía.
Conclusión
De la constatación documental surge que las anotaciones de Darwin, como él mismo lo advierte, parecen exageradas, seguramente porque sus informantes cargaron las tintas al contarle sus alcances y, posiblemente, reunieron en un único relato episodios de varias sequías. Pero más allá de esto, las rogativas de 1826, 1827 y 1828, nos están indicando que la sequía fue importante. Los papeles militares nos hablan de escasez de caballos y de falta de agua en los campos, al punto de haberse suspendido la campaña hacia el Chaco. Sin embargo, la sequía no parece ser tan extrema, y los caballos de Lavalle comieron pasturas venenosas (mío mío) porque López los hizo ir hacia ese punto en su avance sobre la provincia. No parece que la vasta llanura santafesina tuviera en esos días el "aspecto de una polvorienta carretera".
Es posible, según vimos, que la sequía se iniciara antes y quizá no duró tanto. Dice Darwin que vinieron luego grandes lluvias, y sabemos que en 1825, el año anterior a la sequía, hubo una gran inundación, descripta por Urbano de Iriondo en sus "Apuntes". Es la que trajo al "tigre" de San Francisco, asunto que Darwin menciona cuando se refiere a las "costumbres del jaguar".
Es decir que la gran sequía transcurrió entre dos épocas de grandes lluvias e inundaciones, como suele ocurrir con el fenómeno de La Niña. Sea como sea, el testimonio del gran naturalista a su paso por Santa Fe resulta ser relevante para la climatología histórica, que siempre puede revisitar al viejo texto con nuevos interrogantes.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos.