Es una tarde de otoño y los últimos rayos de sol parecen detenerse. ¿Es para entibiar por un tiempo más las paredes sin revoque de las casitas? Por una esquina aparecen diez chicos riéndose, embarrados, algunos descalzos. Avanzan por la calle de tierra detrás del niño enrulado que lleva la pelota. Una bella y joven gitana con el cabello descubierto, señal de soltería, que da por finalizada por hoy su labor errante, al ver al niño de los rulos, se paraliza, una fuerza desconocida la atrae, la empuja hacia el pequeño líder. Cuando están cerca exclama con determinación:
- Chico, ven te quiero leer las manos.
- ¡Diego se llama! ¡Y no tiene monedas! (dice uno, entre risas)
- Ven Diego, no importa que no tengas monedas, sólo quiero confirmar lo que presiento.
Con cierto pudor le toma la mano izquierda y le observa la palma, roza con levedad las líneas del corazón y la vida. Luego, de un tirón, mirándolo a los ojos dice:
- Te codearás con genios de la música, del cine, con presidentes, con papas. ¡Tú fama no tendrá límites!
Acto seguido le roza la mejilla en una caricia. No es un gesto de cariño, es solo para contarles a las demás gitanas que tocó a un niño incomparable. Ellos se alejan muriéndose de risa. Ella se va pensando en lo que no le dijo: "Tanta gloria no será gratis, en ocasiones descenderás a los infiernos".
Esa noche el pequeño Diego sueña con lo que le dijo la gitana. Sueña con canchas llenas coreando su nombre. Sueña con una casa, regalo para sus padres. A medianoche se despierta con hambre, busca en la cocina algo que comer, sin encontrar nada se conforma con un vaso de agua. Al volver a la pieza ve que uno de sus hermanos se ha despatarrado sobre el colchón delgado; para seguir soñando tiene que hacerse un ovillo en un pequeño espacio.
Don Diego, su papá, en un carro pequeño vende querosén por las calles de tierra. Su madre, la entrañable Tota, lava ropa de gente acomodada. Se turnan para llevar al niño a los entrenamientos del club. En los partidos de la primera división el joven aspirante a jugador hace de "alcanza pelotas". Durante los quince minutos que dura el entretiempo entusiasma a las tribunas haciendo jueguitos con la pelota. Un periodista burlón, de los que nunca faltan, le pregunta:
- ¿No te molesta ser alcanza pelotas?
- Me molesta. ¡Pero que me importa si voy a ser campeón del mundo!
Con 15 años debuta en la primera división del club que lo vio nacer: Argentinos Juniors. De inmediato es tapa de diarios y revistas. Todos quieren entrevistarlo. Al tiempo juega y sale campeón con Boca Juniors. Su fama trasciende al mundo y reclamado por el fútbol europeo firma contrato con el club Barcelona de España. Después decide jugar para el Nápoles, emblemático club del sur de Italia. En el transcurso de ese tiempo, el futbol del mundo celebra su fiesta máxima: Mundial de México, año 1986.
La selección argentina se ha preparado a conciencia. Mediando el torneo, en un partido a todo o nada, (el que pierda se vuelve a casa), Argentina se enfrenta a Inglaterra. El universo sabe que hace apenas cuatro años ambos países se estaban matando en la Guerra de Malvinas.
- Estos mataron a nuestros hermanos. (Se comenta que dijo antes de comenzar el partido)
En el Estadio Azteca, ciento quince mil personas siguen la jugada clave del partido. El ídolo ya convirtió un gol; en un salto le ganó al arquero, con "la mano de Dios" se dirá después… la temperatura dentro del estadio supera los treinta grados. El reloj marca las trece horas doce minutos veinte segundos cuando recibe la pelota con el pie izquierdo, en campo propio, casi un metro atrás de la línea que divide la cancha en dos. Después se sabrá que dio cuarenta y cuatro pasos a su objetivo. En su avance de pronto acelera, de pronto hace amagues, de pronto esquiva patadas inspiradas en el averno. ¡Un silencio, como lluvia helada, cae sobre la multitud!
Los relatores se van despegando de los asientos. La humanidad no aparta la vista de los televisores. En el lugar más desolado alguna radio forma un todo con una oreja. El genio toca doce veces la pelota, todas con el pie izquierdo. En el anteúltimo toque esquiva al arquero e impulsa la pelota a gol. ¡Gol, goool, gooolaaazo! Inglaterra se volverá a casa con la cabeza gacha.
En la ruta prodigiosa al gol ha quedado desairado más de medio equipo rival. Desde que recibió el pase han transcurrido sólo diez segundos y seis décimas… El mundo, el cosmos entero ha contenido el aliento. Un locutor incluye en su relato esta frase o algo parecido: ¡Un ser de otro planeta, un barrilete cósmico tal vez, acaba de convertir el gol del siglo!
Él héroe esa noche sueña una vez más a la joven gitana de aquella tarde. Ya no tiene que hacerse un ovillo en el borde de la cama. Es consciente de que la fama puede subírsele a la cabeza. Por eso busca y rebusca, rastrea en su memoria algo que lo remita a su origen, a sus primeros pasos. Entonces recuerda: ¡En el inicio de todo, en el inicio de todo, tuve una pelota de trapo!
¡Allá en el sur del continente, en el país de los argentinos, la celebración como corresponde, es descomunal! Festejan los ex combatientes y los que lloran por sus muertos en la guerra. ¡El país entero festeja! Todos festejan, menos una gitana de cabello blanco, que recuerda vagamente haber leído, siendo joven, la mano de un niño enrulado, y que se pregunta por qué canta la gente.
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